miércoles, 2 de febrero de 2005

MENSAJEROS DEL HORROR

Vivir es un horror. No lo dijo un filósofo turulato ni un intelectual desquiciado, ni siquiera un honrado ciudadano harto de pagar impuestos para que medren a su costa trescientos mil parásitos del partido gobernante de turno. Lo dicen los científicos, los periódicos, las revistas del corazón, los médicos, las encuestas, las organizaciones de consumidores… No hay día ni noche en que al común de los mortales, hombre o mujer de buena fe, no le dé un ataque depresivo tras escuchar de toda esta gente tan amable noticias alarmantes, investigaciones últimas y consejos de interés general sobre los peligros que nos acechan a cada minuto.

Ya no es que te metas en el coche y tengas más riesgo de irte al otro barrio que si jugaras a la ruleta rusa. Ni que un chorizo te asalte a las seis de la tarde, rodeado de respetables viandantes que miran para otro lado, y no deje de ti ni la tarjeta del bus para poder regresar a casa. Ni siquiera es que tu salud mental amenace quiebra cada vez que enciendes la televisión. Ahora todo es peligroso y negativo. Hasta respirar. Sólo en los últimos días he leído y oído por esos retretes de los medios de incomunicación los siguientes horrores: El aire está demasiado contaminado, el sol daña la piel, el pescado puede llevar mercurio, los dulces en exceso son cancerígenos, los móviles también, los cosméticos abrasan la piel, el agua del grifo puede contener plomo, los colchones están llenos de ácaros, los embutidos tienen nitritos, el aire acondicionado puede portar la legionela, los portátiles pueden causar cáncer de próstata si se ponen en los muslos, los sprays dañan la capa de ozono, hay ropa tóxica, los fertilizantes de las frutas son venenosos, a menudo el ejercicio provoca infartos pero estar quieto también, el trabajo produce estrés (y las vacaciones también, pero a su fin), dormir mucho es malo, dormir poco es peor, el ruido nos vuelve sordos… Pa qué seguir.

Advertencias, avisos, investigaciones, conclusiones definitivas que pasado mañana dirán otra cosa. Antes el aceite de oliva era malo, ahora es buenísimo. La margarina era mucho mejor que la mantequilla, por aquello de las grasas, ahora resulta que es una porquería adulterada. Los huevos de antes tenían mucho colesterol, los de ahora lo disminuyen.

¡Joder, que se pongan de acuerdo! Pero, sobre todo, que no nos asusten con cada nueva investigación o estudio. Si respiras mierda, comes mierda, bebes mierda y consumes mierda… es que eres un mierda. ¿Es eso lo que pretenden decirnos? ¿Qué adelantan con tenernos acojonados a todas horas? Hasta el polvo que se acumula en casa dicen que puede provocar cáncer.

La pregunta es: ¿qué pretenden que hagamos? Si comemos cogemos las mayores enfermedades del reino. Si no comemos, nos morimos y encima la economía no tira. La solución, dicen los cenizos, es el término medio, que es donde está la virtud según el clásico. Pero eso es lo difícil, saber cual es la equidistancia entre lo bueno y lo malo. Y practicarla. O sea, el imposible.

En lo único en que todos parece que están de acuerdo es en que morirse es malísimo. Aunque no sé, no sé, porque los amigos de la eutanasia no lo tienen tan claro. Y los terroristas suicidas que esperan follarse a miles de huríes en el más allá, al lado de Alá, tras su útil y ceporrino sacrificio, parece que tampoco acaban de creerse eso de que estirar la pata es lo peor que les puede suceder. Así que será mejor que me calle y que haga mutis por el foro mientras le hago un soberano corte de mangas a tanto malandrín y cornúpeta como anda suelto por el mundo dispuesto a amargarnos la ya de por sí amarga vida. ¡A la mierda!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Apunta la última, Puñetas. Leo en el Qué!: "Anoche casi me muerto de una sobredosis de jamón serrano". (Michael Bubleé, músico). Ya no te puedes fiar ni del jamón.

Juan Puñetas dijo...

Ni del Machael Bublée ese...