miércoles, 9 de febrero de 2005

EL PRESTIGE CATALÁN

La obra de ingeniería que tan chapuceramente han realizado en Barcelona (o sea, Cataluña) en el barrio del Carmelo tiene una definición exacta en las manifestaciones del señor Maragall, presidente de la región, comunidad autónoma, país, nación o lo que cada uno considere que es ontológicamente mi querida tierra catalana.

Don Pascual ha manifestado cuando ha acudido a ver los destrozos que los técnicos y políticos del tripartito han realizado en el barrio (construcción de un túnel para la línea del metro, hundimiento del mismo, derribo de viviendas y desalojo de ciudadanos) que la cosa es como lo del Prestige. Al menos sinceridad sí que tiene el buen hombre. Pero poco más. Cuando el barquito aquel se hundió hace dos años en la costa gallega llenando de mierda el océano, miles y miles de ciudadanos se echaron a la calle protestando y pidiendo la cabeza de los responsables del desastre. Al frente de la manifa estuvo don Pascual y todos los tíos y sobrinos que tiene en la izquierda catalana y española. Ahora, como los tiros apuntan en su dirección, sale por peteneras (¿o habría que decir, sardanas?).

Así que nadie dimitirá en la Generalitat ni en el Ayuntamiento de Barcelona. (Como nadie dimitió con lo del Prestige, claro). Ni siquiera el bedel más antiguo del Ayuntamiento, pronto ya a jubilarse. No habrá comisión de investigación porque todo está investigado. Ya puestos, no será necesario que los periodistas se acerquen a la zona cero –última orden de las autoridades- porque corren el riesgo de que les caiga encima un edificio agrietado y a ver luego de quien es la culpa. (O sea, que es más peligroso informar desde el barrio del Carmelo que desde Irak). La información sobre el desastre apenas está saliendo a la luz porque periodistas y otras gentes de bien de la sociedad catalana prefieren contar lo de la previsible encerrona que el Zaragoza hará al Barça el próximo domingo en el partido de Liga. ¡Qué bella oscuridad informativa y política, dentro del más puro seny! Eso sí, los vecinos a los que no se les ha hundido el piso están saliendo por piernas con la maleta destino a ninguna parte temiendo verse cualquier día sepultados por miles de escombros y porque se fían menos de las autoridades y técnicos que lo que yo me fío de mí mismo.

A los diez días del desastre se ha dignado acudir a visitar el modesto barrio del Carmelo don Pascual Estatuto Maragall. No es que el Carmelo le pille muy lejos de su casa. Es que a los grandes políticos –como él- se les reconoce en que sólo se pringan en las grandes ocasiones y en los grandes temas. Para las minucias ya tienen al palanganero de guardia. Eso sí, ha prometido que cuando pase un año volverá para que vean los vecinos lo moderno y nuevo que lo va a dejar todo. Piensa ahora gastarse toda la pasta que no se ha gastado él y su primo (el alcalde de Barcelona) en hacer los proyectos y los estudios técnicos necesarios para garantizar que lo del túnel del metro no iba a ser una chapuza, indigna de un país tan adelantado como Cataluña. Seguro que si el túnel hubiera atravesado el barrio de Sarriá, Pedralbes o la Vía Layetana, los estudios habrían sido más numerosos, concienzudos y costosos. Pero, a fin de cuentas, el Carmelo está donde cristo perdió el mechero, allá en la montaña de Barcelona, donde sólo vamos cada cuatro años con la cantinela de las elecciones. Menos mal que don Pascual, don Clos y los señoritos del gobierno son de izquierdas. Porque si llega a estar gobernando la derechona civilizada de Convergencia i Unió, del Carmelo no queda ni la placa dedicada a Juan Marsé, famoso escritor que popularizó el barrio en algunas de sus obras.

Silencio. Oiga usted, ni la cantarina Izquierda Unida ha dicho ni mú. Ni Llamazares ni el camarada delegado, Sr. Saura, que chupa poltrona en la plaza de San Jaume. Y eso que el amigo está acostumbrado todos los días a comer junto a los obreretes sindicales, tras dejar el coche oficial a cien metros y acudir andando para que el personal vea que es uno más de ellos. La otra sota de la baraja, tan proclive a cantar las cuarenta, el ínclito Carod Rovira de la Pseudo-Izquierda Republicano-bananera y tal, también anda desaparecido en el caso. Parece que se lo hubiera tragado la tierra del túnel hundido. O quizás es que anda ocupado en representar al gobierno zapateril en las negociaciones con ETA. O que es alérgico al polvo.

Menuda tropa. El Prestige II pero sin chapapote, sin voluntarios, sin gritos, sin protestas, sin manifestaciones, sin asaltos a las sedes del partido gobernante y sin airadas columnas de los periodistas comprometidos. Es como lo de los submarinos nucleares de la reina madre paridos en el comentario de hace unos días. Pa mí que tanto lo del último submarino como lo del barrio del Carmelo es un invento de los cuatro locos de siempre. Esos que, gobierne Pepito o Jaimito, siempre piensan lo mismo. Unos locos de atar.

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