jueves, 27 de noviembre de 2008

COMER EL COCO A LOS ENANOS

Un juzgado de lo contencioso de Valladolid ha ordenado la retirada de símbolos religiosos de las aulas y espacios comunes de un colegio público. Con esas ganas que algunos tienen de enredar, se ha abierto un debate estéril sobre el asunto porque la sentencia sólo hablaba de un colegio en concreto. Seguro que otro juzgado diría lo contrario (aquí todo depende del juez que te toque en suerte) y, además, cómo vamos a extender al resto del país y autonomías lo que diga un togado de un reino de taifas en particular… Pese a ello, el asunto ha dado para muchas portadas y columnas periodísticas, programas de televisión y, en fin, para otra guerrita en torno a la cosa religiosa, que en este país gustan mucho estos entretenimientos, a unos porque les jode cantidad que la mayoría se confiese católica y, a otros, porque les fastidia un montón que haya una minoría que no pasa por el aro de la religión de ellos. Luego resulta que bastantes de los primeros pierden el culo por salir en las procesiones de Semana Santa disfrazados de penitentes y muchos de los segundos usan la religión como si fuera papel higiénico. A nosotros, que el rollete éste no nos distrae ni 30 segundos, nos parece que en las escuelas deberían sobrar todos los símbolos y no sólo los religiosos. O sea, desde los retratos del Rey a los carteles propagandísticos de variado pelaje que lo único que pretenden es comerles el coco a los nenes. Por ejemplo, día de la constitución, de la paz (¿de qué paz hablamos?), sin accidentes, de Hallowen, del Estatuto, del cambio climático o de la zanahoria. A los renacuajos de 3 a 11 años lo que habría que hacer es dejarlos en paz (ya tendrán tiempo de tomar sus opciones sociales, políticas, religiosas y deportivas cuando sean mayores de edad), que aquí -al final de todo- de lo que se trata es siempre de lo mismo: de comerle el tarro a un crío que todavía no está preparado  física e intelectualmente para mandarte a la porra. Eso es, simplemente, abuso de menores.    
 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y todavía la cosa se puede aguantar mientras no amplíen la edad de voto a los tres o cuatro añitos, que todo llegará, y entonces verá Vuecencia lo que es adoctrinamiento.
Sígole -como siempre- atentamente.
Suyo affmo.

Anónimo dijo...

Le contaré un caso verídico, y después me dice su opinión.

Nunca les he contado a mis hijos el cuento de los Reyes Magos. Cuando llegan esas fechas (mejor Navidad para que el peque tenga todas las vacaciones para destrozar los juguetes) nos hacemos en casa los regalos mutuamente. Creo que es más auténtico que una vez al año la familia se regale cosas en lugar de que vengan unos extranjeros, me allanen la morada y le dejen al crío algunos útiles mientras yo me quedo sin el superabrazo por haberle comprado el Pokemon o el Ben 10 correspondiente.

El año pasado mi hijo pequeño estaba en el último curso de Educación Infantil, el de los 5 años.

A la maestra, una chica joven con buena voluntad pero tal vez sin esa chispa de ingenio pronto, no se le ocurre otra cosa que, a la vuelta de las vacaciones, poner a los niños en corro y hacer una rueda en la que cada peque y peca enumerara sus regalos. Una memez más pues en este pueblo no hay más que un colegio y obligadamente iba a haber ostensibles diferencias de calidad entre algunos regalos y otros.

Cuando le llega el turno al mío, que en clase debe ser bastante callado, la maestra le pregunta que qué le han traído a él los Reyes, y el niño no miente y va y dice: "a mí nada; a mi los juguetes me los han comprado mis padres...".

Según me contó el niño la maestra no le dejó terminar la relación de sus regalos. Lo sacó del corro y lo castigó a sentarse en una mesa aparte.

El niño no entendía qué mal había hecho.

Y ahora pregunto yo por qué le comen la cabeza a mi hijo con esas mentiras colectivas. ¿No habría sido más positivo y más aleccionador no perder la mañana y recomenzar la tarea donde la dejaron a finales de diciembre?

Ya le aviso de que no me venga con la historia de que para ampliar la capacidad de relatar del niño y su vocabulario, pues para cuando llegan a clase en enero ya han contado la misma historia más de veinte veces.

Juan Puñetas dijo...

Carísimos hermanos:

Veo que no estoy sólo en el rebaño, que eso de que les coman el coco a los pequeñuelos os revuelve los higadillos igual que a mí. Presiento que don Freixo no va descamninado cuando cree que pronto los beibis de 3 añitos tendrán derecho al voto. Ya en algunas cosas son los que llevan los pantalones (junto al perro), así que no está tan descaminado.

En unos tiempos en que la profesión de padre ha desaparecido, ocupados como estamos en conseguir los euros suficientes para la tele de LCD y la entrada del fútbol del domingo, los críos se adueñan del hogar, ocupando la autoridad vacante. Desaparecida la comedura de coco familiar por falta de tiempo y ganas y convicciones, ya sólo queda la escolar, donde todavía los legisladores y políticos pueden partir algo el bacalao. Y en ello están: unos crucificando a los tiernos angelitos y otros descrucificándolos. Y luego están esos profes y profas que repiten los rollos macabeos que les enseñaron en su niñez y juventud como si el mundo siguiera girando uniformente como siempre.

Contarle las batallitas de los Reyes Magos es tan antiguo como hacerlo sobre Papaíto Noel o el hombre del Saco. Los niños no suelen creerse ya esas trolas (todavía se las creen los padres, más niños que sus propios niños), pero como no son tontos, disimulan porque a nadie amargan los tropecientos regalos que esos desconocidos (padres, tíos, sobrinos y vecinos) les traen a ritmo marcial de calendario.

(Observen, caros amigos, que no cito aquí a los abuelos, auténticos criadores de niños hoy día, salvando las excepciones pertinentes. Qué sería del mundanal mundo sin los abuelos).

La batalla de la educación como imposición ideológica (religión, política, deporte, moral, usos, etc) siempre ha sido consustancial a los distintos poderes y hoy día más que nunca, aunque eso sí, disfrazando el percal con las buenas intenciones de siempre. Como si las Matemáticas, el Lenguaje o la mismísima Plástica no tuviesen ya su componente impositivo y manipulador.

Claro que aquí nadie reconoce que manipula ni que ese es el objetivo principal y sempiterno de todo buen sistema educativo. Hubo un tiempo en que algunos sí lo pensabanlo y procuraban estar vigilantes para no meter mucho la pata. Hoy día, los enanos han quedado a merced de todos los soplagaitas que pululan en torno a ellos: no hablo ya de muchos profes si no de la patulea de gente que gira en derredor de la cosa: monitores, vigilantes, visitadores, negociantes, informáticos y todo el resto de vampirillos.

Desazonador panorama el que pinto, pero que no se pierda el optimismo: llevamos varios miles de años de civilización y todavía hay gente que, a pesar de tanta comedura de coco, de tantos cuentos y leches, aún sigue bastante indomable y crítica, como vuesas mercedes. Queden con sí mismas y en libertad. Amén y ora pro nobis (o algo así). O dicho en un estado no confesional, corto y cierro.