martes, 18 de noviembre de 2008

DE TETAS, PÍCAROS, MEAPILAS E INQUISIDORES

Las tetas femeninas visten mucho, sobre todo si van desnudas. Desaparecida prácticamente su función nutricional (excepto para la actriz Salma Hayek, que se confiesa adicta a la lactancia), se han convertido en objeto de uso público para disfrute del personal, desde los más tiernos infantes a los más arrugados ancianitos. Las tetas abundan como setas, pero en toda la temporada: ofrecidas directamente al consumidor, como fruta madura, o insinuadas a través de toda una industria que trabaja para eso, desde la moda a la publicitaria, pasando por la cinematográfica, televisiva y hasta sanitaria. Mostrar un buen par de tetas como reclamo propagandístico es clara señal de éxito en el negocio. Da lo mismo que se anuncie un coche que un cepillo de dientes. Hasta la Sony, para publicitar la PlayStation 3, muestra un par de gachises con el pechamen al aire.

Ante tanta profusión gratuita de glándulas mamarias no podrá extrañar que la operación de aumento de tetas se haya convertido en el objetivo vital de miles y miles de mujeres, no dispuestas a perder el tren de la historia. Da lo mismo los riesgos que conlleve la operación y que, en ocasiones, el resultado sea bastante peor al original. Cada vez es más raro encontrar a señoras y señoritas que viven de la imagen (actrices, modelos, periodistas, etc) que no hayan pasado por el quirófano para retocarse las domingas, bien en tamaño, bien en apuntalamiento pues la ley de la gravedad es inexorable en cuanto empiezas a cumplir años. (Esperen que clínicamente funcione el aumento de pene y verán cómo las colas ante las clínicas de estética superan a las colas del paro ante el INEM). No extrañará, por tanto, que avispados y carotas empresarios -como ese de la discoteca Pachá de Valencia- hayan pensado en dar un paso más: sortear operaciones de pecho. El éxito (llenarse los bolsillos) lo tiene garantizado.  Máxime cuando los meapilas (que ahora van de progresistas) han saltado a la palestra considerando el asunto como “una degradación de la mujer inadmisible”. Que Alá les conserve la vista… torcida.

Una cosa es que todo listillo tira del sexo, de tías en pelotas y de algunos tíos (pocos) para vender y ganarse el jornal opíparamente, y eso debería penalizárselo el personal al que dirige su negocio (más que nada porque es considerado como idiota a tiempo completo) y otra ponerse el traje de la Inquisición multando y empurando a quien no piensa como nosotros. No habiendo delito de por medio, aquí sólo se degradan las mujeres que se dejan y, normalmente, suelen ser ya bastante mayorcitas para saber lo que hacen y cómo lo hacen. No tiene que venir ninguna madrecita confesora feministoide a decirles lo que tienen que hacer. Si tropecientas mil mujeres –con el cebo de la operación tetil- quieren enriquecer al pícaro empresario de Pachá, allá ellas. Los modernos meapilas y vigilantes de la moral pública deberían quedarse en casa rezando el rosario o leyendo EL PAIS. El que quiera catequizar al prójimo que se ponga la sotana y no confunda. Sólo falta que, además de controlar nuestros bolsillos y haciendas, pretendan decirnos –como si fuéramos niños de pecho- lo que tenemos que hacer, ver y sentir en cuestiones de moral, tetas incluidas. No nos hacen gracia los pícaros y los carotas que se forran con el mapa del cuerpo femenino y masculino, pero menos aún los nuevos meapilas e inquisidores que pretenden hacernos a su imagen y semejanza.      

2 comentarios:

la aguja dijo...

Pero es que las tetas son la madre del mundo. Un par de tetas nos amamantan cuando nacemos y un par de tetas ayudan a procrear para que más niños vengan al mundo y sean amamantados y... es un círculo que mantiene la vida de esta especie que no acaba de entender su sitio en el planeta y en el cosmos.

Donde esté un par de tetas que se quite el pelo en pecho (esta frase puede entenderse literal y también en un sentido metafórico muy profundo).

Juan Puñetas dijo...

Sí, sabemos que más tiran dos tetas que dos carretas (eso dice el refranero, tan machista como la historia), pero la función nutritiva se viene perdiendo desde hace tiempo y la erótica acabará también porque por mucho eros y mucha líbido que tenga el homo penis, al final ver tetas hasta en la sopa acaba por producir una indigestión del carajo. No digamos si saben a plástico, silicona o chicle.

Los hombres de pelo en pecho también van desapareciendo porque ahora se lleva el desnudo piloso. Más o menos como si la naturaleza hubiese puesto el vello en el humanoide en plan de broma.

Lo que me cabrea (joé, me voy a sincerar contigo) es no tener un buen par de tetas para poder hacer negocio con ellas como hacen muchas madames, que no sé porqué los varones no vamos a poder estar en plan de igualdad con la mujer en este aspecto. Sé de culturistas y tíos de gimnasio que procuran aumentarlas artificialmente (no digamos los que tienen una identidad sexual diferente a la física), pero en eso las mujeres nos ganan. Y así, al final, acaban por hacerlo por 2 a 1. O por 3 a 2. O por 4 a 3... ¿Esta es la igualdad de que habla mi atractiva Aído?

Pese a todos los imponderables e injusticias, quede clara una cosa sobre el tetamen: lo que se han de comer los gusanos que lo disfruten antes, viendo y tocando, los humanos.