martes, 4 de noviembre de 2008

LA RECESIÓN HA VENIDO Y NADIE SABE COMO HA SIDO

Medio mundo está en recesión y el otro medio espera turno. A estas alturas nadie se explica como hemos podido llegar a esta situación tan inesperada. Ni los tropecientos gobiernos, ni sus miles y miles de asesores de variado pelaje, ni los economistas más preclaros del mundo mundial, ni los que trabajan en el sector financiero para sisarnos el dinero que les depositamos tan alegremente, ni los cien mil videntes y nostradamus que a todas horas largan estadísticas sobre el futuro. Nadie se enteró de lo que se avecinaba hasta que ya lo tuvo encima.

Ahora los más importantes jefecillos de la ignorancia quieren reunirse pronto para encontrar la piedra filosofal perdida o para frotar la lámpara de Aladino a ver si hay algún genio entre los presentes y dice lo que hay que hacer para que el chiringuito no se hunda del todo. A esa reunión de los puntos G (el 8 y el 20) nuestro presi zapateril quiere ir cueste lo que cueste. Naturalmente, todos le apoyamos, incluido el Puñetas. Alguien tendrá que explicar en tan magna reunión el milagro de pasar de la no crisis a la crisis en menos que canta un gallo o de cómo lograr en unos meses la mayor subida del paro de toda la galaxia. Oiga, ¡y sin esfuerzo alguno!

El aburridísimo ministro de la cosa económica, el casi jubilable Solbes, ha manifestado que “ya no quedan más medidas aplicables contra la crisis”. Hay sinceridades que mejor guardarlas en la cartera por lo que acojonan y encoñan al personal.  Otro genio de la época, el muy honorable expresident de Cataluña, don Pascual Maragall, ha salido de su ostracismo para decir una cosa muy bonita: “En España se ha vivido del cuento, de la construcción y del turismo”. Ahora se trata de extender la mierda a todo el cuerpo social, equiparando la misma responsabilidad a un presidente de una Comunidad Autónoma y al barrendero de la esquina. Son especialistas en quitarse de en medio, aunque siguen chupando del bote. El personal corre que se las pela cuando se trata de eludir sus responsabilidades y ahora resulta que todos, pero todos-todos, tenemos la culpa del desaguisado en que nos encontramos. Un clásico: la socialización de las pérdidas y de la responsabilidad. Más clarito para los que van a pie y no en Audi-8 oficial: cornudos y apaleados.

(Ilustración del diario Público)

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