martes, 30 de septiembre de 2008

LES IMPORTAMOS UN BLEDO...

¡Brooooom, broooom…! Eran las 9.40 horas del día 26 de septiembre. La capital malagueña, numerosos pueblos costeros y del interior se sobresaltan con lo que parecen dos fuertes detonaciones. Los cristales retumban y el personal sale de estampida temiéndose que acaba de ocurrir algo grave. La sorpresa es que, tras el estruendo, no se oyen las sirenas de las ambulancias, policías o bomberos. Con el susto en el cuerpo comienzan las elucubraciones. Ni dios sabe lo que ha ocurrido. Ni el Ayuntamiento ni el Aeropuerto ni las canteras donde de vez en cuando hay explosiones controladas, ni la policía…

Ha de pasar una hora para que a alguien se le caiga la cara de vergüenza y dé una explicación: ji, ji, han sido dos cazas de combate que han superado, ja, ja, la velocidad del sonido y el estruendo se ha amplificado, jo, jo, por culpa de la humedad de la atmósfera. Que si habíamos avisado, que si los avioncitos volaban por encima del límite legal, que si estaban sobre zonas deshabitadas… Como les importamos un bledo, nos contaron cuatro simplezas, sin más explicaciones y demostraciones de que respondían a la verdad, tal como si fuéramos unos simpáticos osos panda. Cuando les interesa nos hablan de lo divino y lo humano contándonos hasta el color de los calzoncillos del teniente coronel o del cabo de guardia. En esta ocasión bastaron cuatro líneas de texto y tres argumentaciones en plan “esto es así porque lo digo yo”,  y hasta la próxima, beibis...

Al final todo quedó en una anécdota porque el personal es mucho más educado, comprensible y bien plantao que los cagarruteros que nos llevan de las riendas, pero era para haber montado un petit dos de mayo malagueño: se van a enterar éstos que con nosotros no se juega. Mas hubo paz y al final, oyes, tras el sustazo resulta que nos hemos quedado la mar de relajaditos…  Los lumbreras no habían caído en la cuenta en que debajo de los aviones había gente de carne y hueso que tiene un oído estupendo. Menos mal que la culpa fue de la humedad, la barrera del sonido (ah, y de los americanos) porque bien podían haber tenido otras ideas aún más estupendas: poner a volar a los aviones a las tres de la mañana o, aún mejor, tirar una bombita de prueba en la playa de San Andrés para ver qué tal funciona el armamento humanitario que le hemos comprado a los chinos a precio de saldo. “Un error lo tiene cualquiera” –hubieran dicho con el mismo careto con el que despacharon el susto de miles y miles de malagueños-. Por una vez, y sin que sirva de precedente, los sordos como tapias se alegraron de no enterarse de nada. Por las nubes todavía hay dos pilotos que se están partiendo de risa…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y los bebés? ¿Y los enfermos? ¿Y los ancianos? ¿Y la gente que padece del corazón?
Aquí la única forma de hacerse oír es montar una plataforma ciudadana; pero eso sólo ocurre cuando hay una desgracia. Debería existir una plataforma ciudadana permanente en cada ciudad, en cada pueblo. Entonces sí que le iba a costar un par de galones al mamón que se equivocó.
Pero claro, uno se pone a pensar… y esa plataforma ciudadana permanente acabaría caciqueada por los partidos políticos del entorno, y al final sería un nido de trepas hacia cargos administrativos.
Al final el modelo USA, donde te denuncian por la mínima porque es barato y los abogados van a comisión, parece que no va a ser tan malo.

Juan Puñetas dijo...

Aquí se lo han montado para que el modelo USA (la haces, la pagas) no funcione. Métete en gastos con un abogado y te quedarás en pelota picada y con la causa perdida. Porque el ciudadano normalín se tiene que pagar la queja con su dinero pero los que mandan (Administración...) tienen sus abogados (que pagamos todos) para recurrir las veces que haga falta si el asuntejo judicial no rila como ellos quieren. (Observa la Operación Puerto, que ya le han dado calabazas dos veces al tal Lissaveski o así y ahora van a recurrir por tercera vez).

Además, que conforme se acercan a los triubales más selectos, allí están los mejores jueces, esos que son nombrados por los gobiernos respectivos o que están mediatizados por sus superiores y los órganos de gobierno. Así que, tarde o temprano, la queja del particular se la tiene que tragar éste con patatas y boquerones. Y si se da el milagro de que las más altas instancias te den la razón, entonces ellos pasarán de cumplir la sentencia, como hacen a menudo. Y si la cumplen porque les parezca chistoso el hacerlo, ya sabes que no lo harán con su dinero si no con el de todos.

Decididamente, al modelo USA me apuntaba ahora mismo. Pero, calla, hombre, que de allí sólo puede venir siempre lo peor...