viernes, 16 de septiembre de 2005

¿MOROSO YO? ¡TU PADRE!

Ayer veía a un amigo, al que no frecuentaba desde hace algún tiempo, y el pobre llevaba una cara que le llegaba hasta los zapatos.


-¡Estás enfermo, te has separado de la mujer o es por la crisis del Real Madrid?


-Qué va, Puñetas. La cosa es más grave: ¡estoy en la lista de morosos!


-¡Anda! –le contesté graciosamente- ¡Lo mismo que los gobiernos, los bancos, las constructoras, las telecos y tanta gente de mal vivir! ¡Enhorabuena!


Como el camarada conoce mi proverbial ironía, bajó los ojos y no se puso a llorar de puro milagro. Resulta que al pobre hombre lo han puesto en la RAI. No, no me refiero a la vacua cadena de televisión italiana sino al Registro de Aceptaciones Impagadas. Un nombre gilipollesco que sólo se le puede ocurrir a seres ídem, pero que sirve para que si te ponen allí en letras chicas o grandes, nadie te pueda dar un crédito en tu vida pues se te considera un cliente de riesgo. ¿Y a donde demonios vas a ir tú por la vida si tienes que pagar siempre por adelantado?


Le pedí explicaciones a mi amigo y se sinceró conmigo delante de una jarra de cerveza. Resulta que cuando fue a pedir un crédito para la compra del coche, los del banco le salieron con esas. Estuvo días intentando recordar a quién demonios le debía dinero de mala manera y no encontró a nadie. Es más, mi amigo no tiene problemas económicos, siempre es el primero en invitar y hasta podría tirarse un par de añitos viviendo sin trabajar con las rentas y ahorros que tiene. Pero resulta que está en una lista de morosos.


-¿Y no será –le pregunté- que te has metido en pleitos con algunos capullos de esos que nos estafan cada dos por tres, y ahora ha llegado la venganza?


Entonces, cómo no se le había ocurrido antes, empezó a pensar que sus peleas con los abusos de las comisiones bancarias, las pequeñas estafas de varias compañías telefónicas que él había intentado corregir o cualquier pequeño abuso sufrido a manos de un comercial sin escrúpulos podrían estar detrás del asunto. Quedó en pensar y repensar sobre el tema antes de ponerse en manos de un sátrapa, quiso decir, de un abogado.


Mira por donde, hace unos días, leía un pequeño artículo en el diario SUR en el que se trataba los casos de “morosos por error”. Gente que por errores informáticos, por abusos de las grandes compañías o por negligencias burocráticas de quienes llevan estos ficheros, se ven obligados a mover Roma con Santiago para primero, enterarse de por qué están incluidos en ellos y segundo, para intentar demostrar que todo es un error. Porque en este país de cagamandurrias apoltronados en su despacho oficial o privado, tú no eres inocente hasta que lo demuestras. Dicho al revés, los mamones te consideran culpable sin pruebas, sin comprobaciones o porque sencillamente les sale de los cataplines o de su estupidez burocrática.


Naturalmente que hay morosos por el mundo y que, entendidas sus causas, deberían ser puestos en la picota. Empezando primero, naturalmente, por los peces gordos, esos gobiernos y administraciones que te pagan dos años más tarde de lo debido o esas grandes superficies que ahogan a los pequeños productores pagándoles una miseria por sus productos y con meses de retraso. Pero los platos rotos los pagan siempre los mismos. Y ahí tenemos a gente tan honrada como mi amigo teniéndoselas que averiguar por ver quién demonios está detrás del asunto sin dar la cara. Un descuido en la hipoteca, un error ajeno o la mala leche del vendedor bastan para ser incluido en unos de esos listados de morosos utilizados por entidades financieras para inmunizarse contra clientes que se supone que no pagan. Y los ficheros los gestionan empresas privadas (la mayoría con menos escrúpulos que Jack el Destripador) que no se hacen responsables de los errores de sus listas. De hecho, como critican las asociaciones de usuarios, no suelen contrastar estos registros ni comunicar a los interesados que se les va a meter en ellos por unas u otras razones.


Así que entre unos y otros, el que les da de comer, o sea, el ciudadano honrado, a menudo se encuentra con la papeleta de que erróneamente le han metido en este emparedado. Todos se quitan el muerto de encima. Al final te tienes que gastar los cuartos, fiarte de un abogado y liarte la manta a la cabeza para demostrar tu inocencia. Si logras sacar alguna indemnización, serás un tío con suerte. Nunca conseguirás que los autores de la fechoría paguen con cárcel, paro o exilio y suerte tendrás con que el abogado que contrataste no te saque los euros que tienes y te deje en pelota picada. Todos estamos en el mismo barco con el riesgo de que los de siempre nos tiren al agua en cualquier momento. Así que ojito con quien nos jugamos la cartera. Y si eres un moroso de verdad entonces, tranquilo, los del RAI y el ASNEF no tienen nada contra ti.

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