lunes, 5 de septiembre de 2005

EL KATRINA POR ESTOS LARES

La pregunta que muchos deberían hacerse (y no se hacen) en esta Europa y en esta España autosatisfechas, vejestorias y presuntuosas es qué pasaría por estos lares si nos asolase una catástrofe similar al huracán Katrina.


En los EEUU, conociendo la que se les venía encima, gracias a sus poderosos medios técnicos, pudieron evacuar muchas ciudades y prevenir en cierto modo la catástrofe. Aún así ya hemos visto las consecuencias: miles y miles de muertos, no control de la situación, reacción tardía, estallido de violencia y todo lo ya conocido.


Pero uno vuelve al principio: qué hubiera pasado en esta Spain de nuestras narices o en la France glamourosa, en la Italia esperpéntica, en la England ensimismada o no digamos en la Rusia putinera. Uno lee un montón de artículos periodísticos y oye a mucha gente decir que “lo que ha pasado en EEUU tras el Katrina es impensable en Europa”. Sí, ya sabemos que los USA son una mierda. Por eso están en el furgón de cola del tren mundial. “Si el Gobierno de EEUU es capaz de tratar así a su propia gente, qué no serán capaces de hacer con la ajena”. “Desigualdad=violencia”. ¡Qué malos que son aquellos tipos y qué buenos nosotros!


Y no. Por las américas del norte habrá un inútil al frente del imperio (en vías de desguace desde hace ya años), habrá fuertes desigualdades, la violencia campará a poco que rascas la cabeza de cualquier pelagatos, y todo será un desmadre. De acuerdo. Pero por aquí, por estos lares hispanos y europeos andamos (con nuestras peculiaridades, claro) por unas coordenadas cuando menos parecidas. Así que los EEUU serán un desastre pero nosotros somos otro. Y eso es lo que no acabo de ver escrito por ningún lado.


Imaginémonos por un momento un terremoto, un huracán o cualquier desgracia natural e imprevista con posibilidad de arrasar un terreno superior a un tercio de la península ibérica, más o menos lo ocurrido en los USA. Si ello ocurre en Rusia, estoy seguro que el ejército –echado a las calles a socorrer a los paisanos- habría matado a más gente que evacuado del desastre. En la Francia chiraciana habría ardido medio París. En Italia los ciudadanos se habrían enterado de la catástrofe previsible cuando ésta ya hubiera finalizado. Por tierras del bizqueras (Blair), ni recurriendo a Sherlock Holmes y James Bond conseguirían hacer funcionar el país al año del suceso (basta ver el follón quer tuvieron cuando los de Al Qaeda pusieron dos bombitas de nada). Y en España, como la conocemos mejor, qué vamos a decir. Pues irnos al punto y aparte porque, en efecto, lo nuestro sería un punto y aparte.


Cuando se cayeron cuatro casas en el barrio del Carmelo, dejaron tirados a los vecinos y todavía hay bastantes que andan de pelea con el chico del Estatut. Cuando llegan todos los veranos se nos arden miles y miles de hectáreas sin que nadie sepa meterle mano al asunto ni nadie tenga responsabilidad alguna. Es más, todas las actuaciones políticas llevadas al efecto en la gestión de estos miles y miles de desastres incendarios son impecables y eficaces según sus progenitores. Menos mal porque si encima lo hiciesen pésimamente, ya no quedaría en la Península ni un modesto ramo de perejil. Cuando caen cuatro gotas se inundan hasta los rascacielos. Si el personal sale de vacaciones un día punta los colapsos circulatorios son de Guinnes. (Es que me imagino una evacuación similar a la de Nueva Orleáns en Madrid, Barcelona o Málaga y ríete tú de la estampida iraquí del otro día ante la sospecha de un suicida en medio del millón de peregrinos: tropecientos mil muertos en vez de ochocientos). A todo esto averigua a quién habría que obedecer o de quien deberían recibirse las posibles ayudas cuando aquí, como en los malos ejércitos, mandan siete y obedecen dos.


-¡Evacuen la zona! – gritarían por la TVE1 los portavoces gubernamentales del señor Zapatero.

-No le hagan caso –contestaría inmediatamente el portavoz del gobiernillo autonómico de turno. La orden de evacuación es competencia nuestra.

-La orden es nuestra. Vosotros tenéis que encargaros de repartir mantas y leña.

-El Estatuto lo dice bien claro –respondería el portavoz autonómico en lengua vernácula.

-Pue yo digo que en mi Estatuto pone que es competencia del Estado Central el que nos mande al ejército ya que nosotros no tenemos policía autonómica…. Así que la leña, que la reparta Madrid..

-Resolvamos los dilemas remitiendo el asunto al Tribunal Constitucional… -acabaría por proponer el gobierno zapateril (o aznaril, o de quien estuviese en esos momentos). Mientras tanto, subamos unos céntimos de euro al alcohol y el tabaco para acopiar fondos con los que paliar la calamidad que se avecina.


Y la catástrofe llegaría y se iría y el Constitucional estaría todavía tocándose los cataplines.


Esto no es caricatura. En una gran catástrofe la realidad cotidiana sale a flote un millón de veces exagerada, como estamos viendo con lo de Nueva Orleáns. Mejor será que los dioses nos sigan protegiendo para no vernos en esas. A los españolitos y a los europeos, tan satisfechos de sí mismos. Porque, ya puestos, no veo a ningún diputado europeo decir lo que ha dicho, por ejemplo, una congresista norteamericana: “Me da vergüenza Estados Unidos, me da vergüenza nuestro gobierno”. Pues apliquemos el cuento en el territorio que nos toca porque tampoco estamos para disparar muchos cohetes.

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ÚLTIMA HORA:

Cuando ya tenía escrito lo de arriba llega el ministro Alonso (ese que está escondido en el Interior) y dice que España está mejor preparada que EEUU para hacer frente a un huracán como el Katrina. “Nuestro país tiene un poder público más adiestrado". Dime, Alonsito, de lo que presumes y te diré de lo que careces…

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