miércoles, 8 de junio de 2005

SINDICALISTAS AUTOSATISFECHOS

Hace unos días Cándido Méndez era reelegido por 4ª vez secretario general de UGT con el apoyo del 78,05 % de los delegados asistentes al 39 Congreso Confederal del sindicato. Previamente don Cándido (que de tal no tiene un pelo de la barba) había recibido el respaldo de más del 99 % de los asistentes. O sea, que todos los presentes en el Congreso (menos el tonto de turno) le dieron el respaldo de la silla para que nuestro amigo siga en la dirección sindical otros cuatro añitos más. (Méndez es secretario general de UGT desde 1994, su primera reelección se produjo en 1998, mientras que la segunda fue en 2002).

Como yo debo ser como ese tonto de turno, “mí no comprender” cómo es posible que una organización de 809.461 afiliados, representados por 800 delegados, pueda respaldar al cien por cien la gestión cuatrianual de su jefe y ejecutiva anterior. Los sindicalistas, que salen en los anuncios como gente protestona, crítica, radical y exigente, resulta que son incapaces –en su propia casa- de sacar los pies del plato y decir NO. Vamos, que lo del 99 % de respaldo a la gestión de don Cándido me ha llegado al lugar más íntimo y recóndito de mis entretelas. O el tío es un genio y un dechado de virtudes (en cuyo caso yo propugno que lo coloquen en lugar de don Zapa), o tiene ochocientos mil creyentes aspirantes a pertenecer a la ONCE (no hay peor ceguera que la del que no quiere ver) o aquí hay trampa. Así que, por salud mental, para evitarme enemigos innecesarios, porque 800.000 afiliados no pueden pensar como un solo hombre (Méndez) y porque el tingladillo político-sindical todos sabemos como funciona (tó pa mí y pa ti lo que sobra), sólo queda como respuesta innegociable lo del gato encerrado.

A ver si me explico, aunque sea dura la cosa: a los 800.000 afiliados se les somete a una cura de adelgazamiento y se les reduce en una proporción de uno por cada mil. Para ello se utiliza el plan belleza en cuatro años: se introduce al personal por decenas de filtros, cedazos y coladores pensados para que sólo los más guapos, inteligentes, espabilados o adictos logren pasar por el aro quitamichelines. Ya tenemos sólo 800. Ahora se les invita unos días a los madriles, dándoles dos carpetas informativas. En una pone SI y en la otra pone SI. Como no hay más que un candidato a la secretaría general (que coincide con el que ya hay, el mismo que había hace cuatro años, y el mismito que ya estaba hace ocho añazos de nada), pues sobra una carpeta que mandaremos a los negritos del tercer mundo en un acto caritativo y acorde con el protocolo de Kioto. Un problema resuelto. Pero 800 señores y señoras (también algunos/as señoritos/as), la mayoría funcionarios de la cosa pública (oyes, un buen paraguas esto del Estado…) son todavía mucha patulea de gente, donde puede haber más de un tontícola por metro cuadrado. Así que de nuevo se aplica el plan belleza, pero en dos días: la única ejecutiva sacada a concurso público se coloca en una lista cerrada y bloqueada. Las lentejas (si quieres las tomas o si no te vas a casita, rico/a) son muy adelgazantes siempre que el pan se lo coma la ejecutiva. Así es imposible valorar en el Congreso a cada uno de la lista, empezando por don Cándido (el nº uno de los cuarenta principales) y terminando por la que cierra la lista (lo impone la cuota paritaria y sexual: toca señora o señorita). Pero lo que importan no son las personas, je, je, si no la Organización. La cantinela de siempre. Así que me cuenta el espía que desplacé al Congreso ugetista disfrazado de canapé incomestible de cococha de merluza con moras de la morería al marrasquino, que con este truquillo no hubo problema y que don Cándido y su trouppe de lista cerrada y bloqueada consiguieron 583 votos a favor, 164 en blanco y 21 nulos. (De los 32 restantes delegados, hasta completar los 800, no se sabe nada). Una maravilla de resultados para disimular lo indisimulable: que la tarta estaba perfectamente diseñada, cocida, horneada, fileteada y repartida desde antes de empezar las votaciones unánimes.

Llegados a este punto, si alguien piensa que el Puñetas es un enemigo declarado de los sindicatos, mejor que se apunte a un curso de acupuntura y vudú. Una cosa son las ideas y otra la praxis, que decían los clásicos. Una cosa es lo que necesitamos y otra el mejunje que nos venden. Si es con sindicatos y a los currantes los dejan calvos (a veces también los asalariados se desmelenan y joden a miles de ciudadanos, como está ocurriendo estas últimas semanas con las huelgas de limpieza por pueblos granadinos), ¿qué sería si no hubiera Cándidos e Hidalgos que velasen por nuestros bolsillos, cuerpecitos, almas y almejas?

Pero los grillaos como este chupateclas es que somos muy pejigueras y queremos más. Es que somos como ese tonto del Congreso que no respaldó la gestión de Méndez, rompiendo esa cifra tan bonita del 100 % (aclamación divina) y dejándolo en esa poca cosa como es el 99 %. En cualquier caso, me encanta saber que gente tan crítica con los gobiernos, la sociedad, la economía, la política y lo habido y por haber (en eso estamos el ciento y la madre), como son estas élites del sindicalismo ugetista, resulta que luego, en el sindicato, sólo saben decir amén, sí señor, lo que usted mande y aquí tiene otros cuatro añitos más para seguir haciéndonos el convenio colectivo. Gente así es que ya va quedando poca.

0 comentarios: