lunes, 13 de junio de 2005

EXPERTOS DE PACOTILLA

Ahora se llevan mucho los expertos. Que hay que demostrar que la gente es tonta de capirote y compra lo que queramos: se coge a un par de expertos en la cosa, se les dice lo que tienen que investigar y qué resultados deben obtener y, et voilá, nos hacen un dictamen que es un primor y a la medida. La gente, en efecto, según nuestros estudios del bla, bla, bla, es tonta del capirote y del carajo.

Que hay que llevarse los papeles del Archivo de Salamanca a Barcelona, expertos que te crió. Que no hay que llevarse los papeles, otros expertos del mismo nido, pero de diferente rama. Que lo de la tele es infernal, ahí van unos cuantos expertos para que dictaminen que la caja tonta es idiota perdida. Pero si queremos que demuestren que es un invento maravilloso, se coge a otros expertos del mismo árbol, se les mete en el presupuesto, se les agita y no veas qué maravilla de conclusiones obtendrán en línea con lo que se pretende demostrar. Ya digo, expertos para dar, tomar y hasta regalar. Nunca ha habido más gente "sabia" que en estos tiempos críticos y nunca tanta presunta "inteligencia" se ha vendido al mejor postor y ha cantado la gallina. Aprieto tuercas: nunca tantos expertos han sido de mentirijillas y de pacotilla. Vamos, expertos de la nada y de naderías.

El sábado me echaba al coleto, en el suplemento de un diario nacional, los siguientes titulares: “Hoy no me puedo levantar. Los expertos piden retrasar el horario escolar para combatir la falta de sueño de los adolescentes. Otros países lo han hecho para evitar que enfermen”. (El Mundo). Por lo visto, la mayoría de los niños y adolescentes se acuestan tarde, duermen poco y mal y se levantan demasiado temprano para ir al cole o instituto. “Pero ni ellos ni sus padres ni sus profesores son conscientes aún de lo que significa no dormir lo suficiente. Un grupo de especialistas de nuestro país sí lo es y está dando la voz de alarma”. O sea, dicho en cristiano, pa que tó el mundo lo entienda: aquí todos somos unos mastuerzos menos esos escogidos especialistas o expertos que sí saben lo que vale un peine y un buen sueño. Y los listos del copón proponen que se retrase la hora de ir a la escuela, como ya han hecho en EEUU e Israel, o sea, en el Imperio.

A algún pobre e ilustre cretino (yo mismo) se le ocurre que la solución más lógica al problema pasaría porque los niños y adolescentes se acostasen antes. Pues no. ¡Vade retro, Satanás! La solución más apropiada y correcta es que sigan acostándose a la hora que les dé la gana, que los papis sigan en la luna, que los chavales sean los que lleven los pantalones en la casa y que todo el mundo se adapte a los caprichos y veleidades de los mocosetes no vaya a ser que les dé un ataque de ira, se depriman o se pongan en pie de guerra y ríete tú de la noche de los cuchillos largos. Pero no demos el asunto por finiquitado. Alguien tendrá la culpa de que los chicarrones se acuesten tan tarde. ¿Quizás los papis? ¿Los chicos? ¿La televisión? ¿Los tíos de los bares? ¿Nuestros horarios nocturnos tan anchos? Es que no acertamos ni una. He aquí al culpable: “El horario escolar roba dos horas al día de descanso al adolescente debido a un reajuste del ciclo del sueño”. Está claro, ¿no? Leña al mono al horario escolar. Así que los sabios coinciden en la receta: "la deuda de sueño de los menores ya es una pandemia que provocará más fracaso escolar, accidentes de moto y depresión". ¡Pues no se les compra la moto! –pensará algún padre precavido. –No, porque entonces el niño agarrará un cabreo del demonio y será peor el remedio que la enfermedad –le contestará el experto de guardia, mientras le hinca el diente a una estadística pret-á-porter.

Eso sí, puestos a dar consejos, los listorros de la inanidad muestran su sabiduría enciclopédica: “Hay que acostarse y levantarse a la misma hora. No hay que estar en la cama si no es para dormir. Hay que hacer actividad física durante el día para no llegar fresco a la cama. A la cama no se va con hambre. El dormitorio siempre bien ventilado….”. Y digo yo: ¿para aconsejar estas obviedades y perogrulladas hay que ser experto en algo? Dicho de otra manera: ¿se creen estos expertillos que el resto del personal somos imbéciles perdidos, que no sabemos distinguir una cama de un camastro? Y re-digo nuevamente: ¿quién está detrás de estos anónimos y calenturientos sabihondos? ¿La fábrica de colchones Flex? ¿La asociación de vendedores de motos? ¿La de pijamas? ¿Los sindicatos docentes, el club de pediatras descerebrados o una célula durmiente de psiquiatras y psicólogos amigos del tintorro y orujo en sus noches de francachelas, esas en que elaboran sus conclusiones y consejillos a los clientes y amigos?

Puestos a dar consejos, aquí va uno puñetero: No ponga un experto en su vida, mándelo a freír monas.

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