viernes, 17 de junio de 2005

POPURRÍ DE CALENTURAS

* Decía Ortega que «ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil» (La rebelión de las Masas). Muchos años después es preciso reconocer que en este aspecto nuestro filósofo más famoso del siglo XX tenía mucha razón, pues lo importante no es ser de derechas o de izquierdas sino inteligente.

* Soy muy poco solidaridario. Mea culpa. Pero hoy me ha dado por serlo. Proclamo mi solidaridad con los desterrados del AVE, los que cantan con voz aterciopelada, con quienes no cobran ninguna ayuda o subvención del gobierno, con quienes beben agua del grifo, con los que presumen de pobres, con quienes no quieren mejorar el mundo, con los que por las mañanas se levantan sin saber si un capullo se los va a llevar por delante en un paso de peatones, con las locutoras que no te llaman a la hora de la siesta para venderte algo.

* Es que yo vivo en Madrid y ya me habría suicidado. Jolín: todo lo que pasa por aquellos andurriales, por nimio que sea, adquiere carácter nacional y se pregona a los cuatro vientos cardinales. Y claro, así no hay quien pueda vivir, si uno es algo discretito. Vivir en una urbe donde hay tanto periodista, tanto político, tanto juez, tanta televisión y tanto cantamañanas (actores, cantantes, jugadores del Madrid, etc) debe ser verdaderamente suicidante. Cuando un tonto del haba que vegeta en los madriles dice o hace cualquier gilipollez, en dos segundos su parida se expande por todo el solar hispano. Sí, sé también que este empacho ocurre con todas las grandes capitales autonómicas, cuando tomamos un radio de acción menor: Cataluña es casi siempre Barcelona, Andalucía es Sevilla, Aragón es Zaragoza y Murcia es Murcia. Pero lo de Madrid ya es superhiperbólico. Comprendo demasiado bien a los pobres madrileños que aprovechan diez minutos de vacaciones o de puente laboral para montarse en el coche y salir echando leches de ciudad tan inhóspita y absorbente. Aunque sólo sea para tomarse un café y un bocata en otra comunidad menos publicada.

* Démosle un soberano corte de mangas a tantas cosas que sólo sirven para engordar artificialmente nuestra felicidad, para agriar nuestros jugos y flujos, para sacarnos la pasta que con tanto trabajo y sudor nos ganamos. Cada vez me repugnan más los actuales medios de "distracción" social, de los que la televisión es la vanguardia. Una telele que no es que emita basura. ES basura. Evitarla es el primer paso para ganar en libertad de pensamiento y de obra. Abandonarla nos dará ese tiempo que siempre nos falta para conocernos mejor, para cuidar nuestra salud mental, para ver el mundo de una manera más lógica y sensata, como lo veían nuestros abuelos y tatarabuelos, mucho más apegados al terreno, al conocimiento verdadero que todos nosotros, idolillos humanoides hechos de ondas herzianas y barro, sobresaturados de información manipulada, artificial e inútil. Seres casposos cuyo fusible se ha reducido a niveles tan frágiles que cualquier pequeña sobrecarga o tensión nos funde los plomos.

* Pongámonos en plan serio y presentemos algunas citas del soberbio libro “La tentación de la inocencia” de Pascal Bruckner. Tiene sus añitos pero conserva toda la actualidad. Y el que quiera entender, que entienda. "Llamo inocencia a esa enfermedad del individualismo que consiste en tratar de escapar de las consecuencias de los propios actos, a ese intento de gozar de los beneficios de la libertad sin sufrir ninguno de sus inconvenientes. Se expande en dos direcciones, el infantilismo y la victimización, dos maneras de huir de la dificultad de ser".

"Nuestras sociedades viven obsesionadas por el conformismo, porque se componen de individuos que alardean de singularidad pero alinean su comportamiento con el de todos". "El estado de infancia para todos en todo momento y a voluntad: ésa es la respuesta de la modernidad para los dolores que provoca". "El mundo se divide en Estados donde los escaparates están llenos y Estados donde están vacíos".

"Vivimos menos en una cultura de la posesión que de la circulación: los bienes tienen que pasar, su destrucción está planificada, su obsolescencia programada. Mientras que la posesión presupone la permanencia, nuestros objetos sólo poseen la seducción de lo efímero. Sólo los adquirimos para usarlos y volver a comprar otros. Lo único que dura de verdad son los residuos, condenados a una especie de eternidad grotesca: la esperanza de vida de un pañal de bebé es de unos 72 años."

"Ahora resulta que reinan como amos y señores en algunos medios de comunicación nuevos reyes perezosos que, lejos de sonrojarse por no saber, se felicitan calurosamente por ello. Peor aún: son los portavoces de una estupidez militante". "Si el imbécil agresivo tuviera que reinar algún día en exclusiva en nuestra sociedad, sería entonces el ser culto el que pasaría por idiota".

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