miércoles, 22 de junio de 2005

LA DEMAGOGIA DE LOS LIBROS GRATIS

En los andurriales galácticos donde vivo, esa Andalucía en la que según los tópicos a todas horas estamos de cachondeo y tomando el sol, el gobierno autonómico ha decidido implantar de manera escalonada en varios años los libros de texto gratis. Las utopías de estos psocialistas tan avanzados socialmente sólo se reducen ya a que el papá y/o la mamá no se gasten los cuartos en comprar libros del cole "pal" nene pues leer es muy peligroso y después el personal nos sale con ideas propias, se acostumbra a comprar libros de su bolsillo y empieza a no creerse ni una coma de lo que pregonamos.

Como son incapaces de atajar los grandes problemas de fondo, se dedican a dar caramelitos a los potenciales votantes y a presumir de justos, solidarios, izquierdosos y no sé cuantas cosas más. Hay ya en España más de 10 millones de personas que superan las 11 horas diarias de trabajo, que las deja sin ocio, sin familia y sin amigos. Ahí no meten mano. Tenemos agua para 40 semanas como no llueva. Quietos paraos. La energía se nos va por los enchufes pese a que la tenemos mala y cara, además de poca. Que lo resuelva Rita. La violencia de la calle y de las carreteras ha llegado a la vida doméstica, a las aulas y también a los hospitales, donde hasta los médicos empiezan a estudiar kárate. Tranquilos, dicen estos memos, que todo está controlado. Con gastar las pocas energías y ganas que tienen en contentar a algunas minorías respetabilísimas y montar de vez en cuando algunos numeritos político-circenses, todo solucionado. Ahí los tenemos, viviendo del cuento y de la cara, unos desde hace algo más de un año, otros desde hace 25 años, sea cual sea la carcundia política que les cobije: PP, PSOE, PNV. ERC, etc. ¡Qué mas da, los mismos collares con diferentes perros, por mucho que se peleen entre ellos!

Pues decía, una vez centrado el balón, que por las Andalucías el camarada Chaves les va a pagar los libros de texto a los mozuelos de la región. Así lo vende la Junta de Andalucía y así empiezan a creérselo las masas. Como si hubiera algo gratis en este mundo. Como si no se pagasen con el dinero de todos, vía impuestos. Eso sí, la jugada sirve para acrecentar aún más el poder y control de estos benefactores de la patria. Intervención política de los precios de los libros, defensa de las grandes editoriales, ruina paulatina de las escasas librerías que aún quedan, pérdida progresiva de la calidad y pluralidad de los libros, cabreo de los profesores que ya no podrán escoger los que estiman conveniente y más cosillas sin importancia que al resto de los mortales beneficiarios nos importa una higa. El mismo libro será usado durante 4 años por alumnado diferente. (O sea, que no serán necesarios contenedores de reciclaje: el libro llegará al final de su vida útil completamente desintegrado). Mientras que en ese tiempo el niño se habrá cambiado 8 veces de zapatillas Nike, 7 veces de pantalón, se habrá comprado 2 Plays y habrá deambulado por el mercado de consumo como Pedro por su casa, consumiendo a mansalva, la ancianidad y solera de su manoseado y caduco libro de texto le salvará de la hoguera consumística.

Y digo yo, puestos a dar “gratis”, ¿por qué no nos “regalan” el pan de cada día, el agua mineral, la ropa interior, los empastes, las gafas con las que vemos o cualquier otra necesidad más imperiosa que un libro de texto? Ah, porque en los libros hay peligro y amenaza. Esa cosa que es cultura, formación e inteligencia, mejor que esté bien dormidita. Porque la boca se nos llena de estas bellas palabras pero todo lo que hacemos es precisamente para combatirlas pues si hay algo que el poder (sea dictatorial o democrático) no tolera muy bien es que los súbditos o los ciudadanos tengan criterio propio, razonen al margen de los canales establecidos y que sean capaces de funcionar y actuar con relativa independencia. Así que menos lobos, que estas cosas muchos las tenemos bastante claras por estudiadas y sabidas. Y de eso se trata, precisamente, de que el personal estudie lo imprescindible para que sólo sepa darle al botoncito, tal como si fuese un diputado parlamentario de esos que (son mayoría) se pasan toda la legislatura pulsando con el índice lo que su jefe de filas les ordena, leyendo los informes que les pasan sus superiores y repitiendo como papagayos las directrices del gran jefe. Eso sí, viajar viajan mucho y en primera clase. Ya tienen algo que contar a sus nietos.

En muchos hogares andaluces los únicos cuartos que se gastaba el personal en libros era cuando llegaba septiembre y al chiquillo había que comprarle esos papeles de matemáticas. ¡Pero si las matemáticas son siempre igual! –decía más de un ignorantón. Ahora ya podrán dedicar esas pelas a las vacaciones, la tele de plasma o a la compra de un cuarto de gambas. Lo celebro, pero sigo prefiriendo que puestos a engañarme, lo hagan regalándome las gafas que me permiten no tropezar por la calle. No me gusta que acostumbren al personal a no comprar libros.

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