lunes, 2 de mayo de 2005

OBSEXIÓN (y II). EL MENEO

Escribía el viernes, en la parte final de la parida grillesca, sobre el follón que desatan siempre las cosas del sexo, incluso cuando se trata de asuntos políticos. Y surgía la reflexión a la vista de la calentura que se ha montado en las Españas por la aprobación de la ley de matrimonio entre homosexuales programada por el Partido Socialista y contraprogramada por la Iglesia católica y ciertos sectores de la derecha populachera. Ya podemos presumir de ser uno de los países más avanzados del mundo con este reconocimiento legal del matrimonio homosex. También me gustaría que pudiéramos presumir de ser el país más culto del planeta, pero con la Ley de educación que tenemos y que vamos a tener será imposible. Bueno, pues esto no provoca discusión alguna entre la población y los politicastros, pero el “sí, quiero” de los homosex poco menos que causa un cataclismo en ciertos sectores.

Como siempre ocurre en asuntos de la entrepierna, la Iglesia católica se ha lanzado a degüello. Y lo ha dicho bien clarito, con la faca por delante: los funcionarios deben objetar en conciencia y no casar a esa gente tan rara y deforme. Incluso aunque corran el riesgo de perder su puesto de trabajo. Lo que no han dicho los jerarcas del hisopo es si les buscarán otra tarea remunerada o si el Altísimo les favorecerá con un toque de suerte a modo de pleno al quince, acierto en la bonoloto o con el cuponazo. Como ellos no tienen problemas de paro ni de estrés laboral, se creen que los demás (aunque sean funcionarios) andan en las mismas. Tanto desconocen algunos señores de casulla almidonada el mundo real que se abisma a sus pies, que habría que facturarlos en un paquete hacia labores más cristianas y productivas, como hacen otros señores de la misma Iglesia, pero con más juicio y caridad. O sea, los que se curran el bigote y la vida en esos países del demonio, ayudando al prójimo a superar la miseria, a enseñarle a leer y escribir, por ejemplo.

La Iglesia ha nicho que nanay, que el único matrimonio verdadero sólo es posible entre un hombre y una mujer. No es cuestión de palabras, claro. Si fuese así, podríamos hablar de homomonio o mujermonio para referirnos a la unión legal entre hombres o mujeres del mismo sexo. Es cosa de que para la Iglesia los homosexuales (incluso los auténticos) no merecen más que el perdón de Dios y si te vi no me acuerdo. Pero lo peor es que hay gente de a pie que no ve tampoco el asunto claro y que ni toleran ni están dispuestos a permitir que dos tíos derechos como velas se morreen con permiso de la autoridad o que dos señoras catedráticas se enrollen sin un pene a medias y con la aquiescencia del juzgado. Así que algunos ediles y alcaldes de la derecha más rancia (afortunadamente tampoco han sido tantos) han salido con aquello de la objeción de conciencia, con ese perendengue de que ellos no pueden casar por lo civil a dos tíos con bigote o a dos tías con tetas. Incluso ha surgido un tipejo allá por las Cataluñas, afirmando que no casará a parejas homosexuales pues los considera deformes psíquicos y personas taradas. La dirección pepera de Cataluña parece que le ha abierto un expediente y que lo mandará al paro. “Yo no he visto nunca dos perros macho haciendo el amor”, ha dicho este auténtico tarado. Oiga, ni yo he visto nunca dos perros con metralleta, ni dos perros con bastón de mando, ni dos perros comiendo un macpollo. ¡No te fastidia el lumbreras! El daño psíquico que le producirá al amigo el que dos tíos se refocilen por salva sea la parte. Allá ellos. Siguiendo su razonamiento, por tarados, habría que hacerles un descuento en el IRPF y un incremento en sus prestaciones sociales, ¿no? Ah, esto tampoco le parece al amiguito una buena idea. ¿Será que su única alternativa para los homosexuales es la muerte de hambre o el pelotón de fusilamiento?

Total, que entre pitos y flautas, suponemos que el paso del tiempo y la muerte irá despejando las conciencias estrechas y las mentes calenturientas. Entre el lobby gay (que lo hay, aunque pinte menos de lo que ha dicho la Botella Aznarina), el presidente del gobierno que va de figurín sin hincarle el diente a los graves problemas que tenemos la mayoría (incluidos los homosexuales), entre los curitas del sector de palacio (a diferencia de los que están todos los días batiéndose el cobre en el barro) y entre el espectro de la derecha que ladra contra el sexo venga de donde venga (aunque luego lo practica a escondidas y pagando), estamos divertidísimos. Garantizamos un país de lo más moderno, un auténtico bazar de las sorpresas, donde lo mismo te aplican un articulo penal perdido por ahí desde la época de Franco, que te pagan la operación de cambio de sexo por la Seguridad Social mientras que el empaste de las muelas lo tienes que pagar con un crédito bancario. Un país, amigo turista, que usted no puede dejar de visitar. Para eso trabajamos los que vivimos por estos andurriales. “Al turista una sonrisa”, dicen los anuncios. Y así estamos, siempre riéndonos. ¡Y usted que lo vea y lo disfrute!

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