lunes, 30 de mayo de 2005

JA, JA, JE, JE, JI, JI, JO, JO, JU, JUSTICIA

En mi comentario anterior largaba sobre esa “finura” judicial que consiste en que uno puede hacer lo que le salga de los cataplines siempre que el asesinato, secuestro, extorsión, mentira, trampa o delito en general, vaya envuelto en la bandera de la “política”. Y ponía como ejemplillo colosal al Ilustrísimo Señor Don Otegui de la Alta Capullez, que metido en el trullo por equivocación (obsérvese qué estilazo tengo para traducir la realidad) salió de la celda en menos que canta un gallo. Tan deprisa que no tuvo tiempo, el pobre, ni de ir a hacer pipí a las letrinas correspondientes.

Refiero el tema del otro día (cosa nada habitual) porque hoy el lector ocasional tendrá ocasión de comprobar cómo la vara de medir tan corta que se aplica a unos, se alarga kilométricamente cuando se trata de otros. El tema ya viene desde muy antiguo y lo resumiré lo mejor que mi indignación permita. En diciembre de 1995, Diario 16 publicó una información de la periodista R.M. López sobre la captura de un alijo de cinco toneladas de hachís en Algeciras, oculto en un camión de Dominios Reales, empresa familiar de Hassan II. El periódico tituló: “Una empresa familiar de Hassan II vinculada con el narcotráfico”. Tras ser condenados los periodistas y el periódico por un juzgado de Primera Instancia y por la Audiencia Provincial de Madrid, la Sala I del Tribunal Supremo, en una sentencia en la que actuó como ponente el juez, muy próximo a Felipe González, Clemente Auger, confirmó la sentencia condenatoria alegando que aunque la información era veraz, lo que resultaba “inveraz” y atentatorio contra “el honor” del sultán marroquí era el titular de la misma. Y para sentenciar esta mamonez se recurrió al “desacato y protección del honor” proveniente de la Ley de Prensa e Imprenta de marzo de 1966, una Ley de la dictadura de Franco, vigente en la parte más importante de su articulado. Con ella se condenó especialmente al director del periódico, José Luis Gutiérrez y a INPRESA, la empresa editora del periódico, disuelta por quiebra.

Aquella parida judicial, que en cualquier país medianamente democrático hubiera llevado a los jueces que la promulgaron (empezando por el ponente) a embarcarlos en una galera y obligarlos a remar hasta Finisterre, en la Spain de nuestros pecados, está pasando sin pena ni gloria, como si fuese una cosa de lo más normal y rutinaria. Tan normal como que fueron a cazar al bueno de Jose Luis Gutiérrez porque el hombre había denunciado la cultura del pelotazo de los gobiernos “socialistas” de don Felipe Tacatúm. Y vaya si lo cazaron. El Hassan II ya está criando gambusinos en su tumba, salvo que lo hayan embalsamado, así que su honor (que nunca lo tuvo) adivina como estará de putrefacto. El periódico y la editora ya no existen. Pero don Jose Luis Gutiérrez aún no se ha muerto, así que hay matarlo económica, penal y moralmente. Reo de lesa majestad. ¿Dice usted el tal Otegui, el chico gordito de la banda terrorista ETA? Ese, al lado del Gutiérrez, es un pringao y un muerto de hambre. El peligroso es el Guti, que escribió un libro sobre don Felipe con un titular de juzgado de guardia: “La ambición del César”. Si es que se lo tiene bien merecido por meterse con quien no debía. Que lo pague.

Hace unos días el Congreso Mundial del Instituto Internacional de la Prensa ha criticado con gran dureza la sentencia de la Sala I del Tribunal Supremo y por unanimidad ha instado al gobierno español a eliminar las leyes, “por impropias de una democracia moderna”, que han propiciado la condena de los dos periodistas y de la Editora de Diario 16. La resolución del Congreso Mundial del IPI señala, entre otras cosas, que “al permitir que jefes de estado extranjeros utilicen demandas en España para restringir el libre flujo de la información, la judicatura española ha creado una situación “anómala” según la cual, las leyes de un miembro de la Unión Europea pueden ser usadas para reprimir a la prensa a favor de un país extranjero (Marruecos) con un historial de represión de la libertad de expresión”.

Pataletas de los pordioseros periodistas. Seguro que si el amigo Gutiérrez hubiera dirigido algún periódico etarra, a estas horas no sólo estaba más libre que Carracuca si no que hasta en su pueblo tendría una plaza a su nombre. Y es que hay jueces que mejor estarían dirigiendo un circo que sentados en la poltronilla de un tribunal, por muy Supremo que se llame.

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