viernes, 29 de abril de 2005

OBSEXION (I). EL PREÁMBULO

Todavía no logro comprender cómo la Real Academia de la Lengua Española no ha incorporado al diccionario la palabra que titula esta parida. Si llámase “obsesión” a toda perturbación anímica producida por una idea fija que pertinazmente asalta la mente (una idea coñazo, vamos), debería llamarse “obsexión” a lo mismo, pero con tetas y culos. Porque hay que ver la que se ha montado en la República Bananera de las Españas por la decisión del gobierno zapateril y zapatiéstico que nos invade de aprobar con sobresaliente el matrimonio entre homosexuales, o gays, como dicen los cursis y los finolis.

Como en el mundo mundial tienen que saber que entre el Océano Atlántico, el mar Cantábrico y el Mediterráneo hay un país muy rumboso que debe ser visitado cada año por casi 50 millones de turistas para que así no caiga en la más absoluta de las ruinas, los gobiernos españoles de turno tienen que hacer juegos malabares para inventarse numeritos que llamen la atención de ese mundo mundial que gusta de viajar a lugares exóticos pero limpios y aseados. El anterior mandamás, un bigote llamado Aznar, se las ingenió para meterse en la foto de las Azores por la que se anunciaba al orbe la destrucción masiva de Irak. Allí estábamos los españolitos enseñando el felpudo maxilar a pesar de que no enviábamos soldados, ni teníamos tanques operativos ni el Sadam nos caía mal. Pues se armó la marimorena, por decirlo finamente. Y vinieron muchos turistas a visitar país tan echao palante y tan extraño.

Cuando las urnas despacharon al bigote aznarín, muy ingenioso pero demasiado lanzado e inoportuno, llegó en su lugar una boca sonriente llamada Rodríguez. Pero como en Spain hay miles de Rodríguez y nuestro hombre va de estrella, decidió que su segundo apellido sonaría mejor, ahora que la vieja profesión zapateril ha desaparecido a consecuencia de los avances de la técnica. Y, para continuar el camino iniciado por sus antecesores, el bueno de Pepe Luí Zapatero ha decidido montar cada dos semanas unos numeritos muy atractivos, aprovechando la buena marcha de los españolitos de a pie y el muermo de la mitad de los habitantes del resto del planeta. Alianza de las Civilizaciones. Retirada de Irak de soldados que no hacían de soldados. Apoyo al tripartito nacionalsocialista en Cataluña y en el País Vasco. Papeles falsos para todos los inmigrantes. Ley del matrimonio entre homosexuales.

Así que este verano tenemos garantizados al menos 70 millones de visitantes (misión cumplida, ZP), que acudirán como moscas al país que ha producido más novedades políticas por metro cuadrado en este último año. Y cada una a cual más innovadora y exótica. ¿Quién narices va a ir a visitar la aburrida Holanda o la decrépita Inglaterra, teniendo a tiro de piedra la exuberante y arrolladora Hispania, un país donde cortan el bacalao muchos de los nacionalistas que quieren destruirla, donde basta un billete de autobús para justificar la legalización de un afgano o donde se les pone escaño, alfombra, café, copa y puro a una banda terrorista? Si a ello unimos la todavía viviente fiesta de los toros, la comedia de las procesiones semanasantiles, nuestras raciales tradiciones, el reguero de alcohol a precios de saldo y nuestra proverbial hospitalidad consistente en que a las cinco de la mañana puedes estar cantando la Traviata delante de cualquier casa de cabreados e insomnes vecinos, pues eso, que aquí tenemos garantizado el turisteo y la industria nacional del sol, la tortilla de patatas y la ración de calamares hasta que a las ranas les salga pelo. Como política no me digan que no es inteligentísima. Es en lo único en que se ponen de acuerdo nuestros gobernantes de uno y otro voltaje.

Pero bueno, dicho este largo preámbulo que nos pone en situación, pasemos de lleno a la obsexión inicial. O sea, que por muy llamativas que sean las políticas de los gobiernos de turno, sólo arman follón del bueno las que tocan el asunto de la entrepierna. Y es que el tema de la jodienda, pese a dos mil años de historia escrita, aún sigue sin tener enmienda. Sobre todo cuando hay gente muy influyente que –en la dirección contraria- ni jode ni deja joder. Perdón por estas palabrejas tan directas, no habituales en esta santa casa, pero es que así me entiende todo el personal, porque si me pongo a hablar de coitos, vaginas o testículos seguro que más de uno (y una) se cree que estoy hablando de Geología y se aburre.

Y ahora, perdón por este coitus interruptus, pero se me ha acabado el espacio disponible. Ruego que me atiendan el próximo lunes, que aunque es festivo, en esto del sexo no hay ni domingos ni primeros de mayo para darle a la sin hueso.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy has estado más cínico y puñetero que nunca, amigo. ¡Sigue así aunque algunos corramos el riesgo de partirnos la columna con tanto serio cachondeo!