viernes, 18 de marzo de 2005

LA AZOTEA DE WYOMING ESTÁ MAL

El título de este comentario no pretende insultar o enemistarme con el gran humorista, showman o lo que sea, el llamado Gran Wyoming. Es una manera burra de titular, parecida y provocadora al modus operandis del susodicho.

Siempre me ha gustado este tipo. Su humor era ágil, irreverente, iconoclasta, fuera de lo común y nada prefabricado. Cuando (con la madurez) empezó a instalarse, o sea, a colocarse al sol que más calienta, fue a menos. En Telecinco, durante los años que estuvo al frente de “Caiga quien caiga” aún mantenía similitud con el Wyoming primitivo. Eran años en que despotricaba de la televisión pública, gobernada entonces por Aznar y sus ahijados. Pero el hombre, para hacer méritos una vez abandonada su independencia política y humorística, empezó a salir en cualquier movida de los que se autoproclaman “la izquierda política del país”, o sea, "los buenos", según palabras de ese apostol llamado Peces Barba. Y entonces empezó a olerle el sobaco a chamusquina, su humor y crítica empezó a direccionarse peligrosamente siempre contra los mismos (la derecha, claro) y a perder esa independencia mental que debe tener alguien que pretende vivir del ingenio, de la crítica y de la mordacidad más llamativa. Empecé a verle más como un funcionario humorista al servicio de “las fuerzas del progreso” que como un exacerbado desmitificador de todo lo que huele mal, proceda de donde proceda. Y que se sepa, tanto los que se proclaman de derechas, como los que presumen de izquierdas, mean y cagan por igual.

Como era previsible, en cuanto los camaradas a los que se arrimó descaradamente en los últimos tiempos subieron al poder, le agradecieron los servicios prestados con un programa en hora punta y… en la televisión pública. El Gran Wyoming ya no consideraba a la TVE la cadena de los horrores y la corrupción pues los jefes ahora habían cambiado de camisa (de azul a rojilla, aunque siempre de marca exclusiva) y, naturalmente, ÉL trabajaba ahora en esa gran casa, en la que desde su nacimiento no hay una brisa de aire que se mueva libremente sino es porque la impulsa obscenamente el partido gobernante de turno.

Digo que “trabajaba” porque nuestro Gran Hombre ya ha sido defenestrado, muy a pesar de los pesares suyos y de sus jefes. Y es que no se comía una rosca en cuanto a audiencia. Esto es lo malo que tiene el identificarte demasiado con una doctrina, una ideología, un grupo de presión o una mafia audiovisual: que los espectadores te calan a la primera y te abandonan a la segunda, pues es muy aburrido que les quieran amargar el pepino siempre con la misma cantinela. Es la diferencia entre ser poliédrico o ser plano. Lo que ganas en seguridad y confort, lo pierdes en adhesión del populacho. Así que tras cambiarle la hora de emisión a ver si así el pájaro remontaba el vuelo, los nuevos comisarios políticos que mangonean en la televisión pública (por supuesto no con sus dineros, sino con los nuestros), se han visto obligados a darle puerta, hibernarlo una temporadita y a ver qué pasa.

Menos mal que los despidos con pan, jamón, caviar y millón y medio de euros no le sientan mal a nadie. Este colchón de seguridad, ganado entre el amigo y la productora del programilla (titulado “La azotea de Wyoming”, de ahí mi desmitificador título a este comentario), servirá para que las lágrimas por el cese laboral sólo sean de cocodrilo. Y es que, por una vez y sin que sirva de precedente, coincido plenamente con lo que dijo –tras el despido- la vocal del PP en el consejo de putrefacción de TVE: “Si no te reciclas y tus contenidos son más viejos que la tos, y tu visión sectaria y partidista, a la gente le produce rechazo”. Es una pena, pero así es. Todavía no es tarde para volver a ser Grande aunque tengo la impresión que –con el paso de los años- Wyoming prefiere la seguridad de los acólitos a la incomodidad de los que –sin renegar de su ideología- prefieren la inseguridad en las aguas procelosas de la independencia mental y laboral.

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