lunes, 28 de marzo de 2005

CUANDO VIVIR ES UN MALMORIR O MORIR ES UN SINVIVIR

La estadounidense Terry Schiavo llevaba 15 años en estado vegetativo y se mantenía con vida a través de una sonda por la que la alimentaban. Ahora, a la pobre, le quedan dos telediarios gracias al triunfo de las tesis de su marido, corroboradas por los jueces. Su familia sanguínea (padres y hermanos) ya no pinta nada en esta historia. En un par de días, tras una agonía por falta de pan y agua, todo se habrá acabado.

Quizás hace quince años que la historia terminó y todo este tiempo sólo ha servido para mantener la vana ilusión de unos padres incapaces de comprender el drama humano de su hija. Aunque quince años es mucho tiempo para mantener una ficción y por eso, a uno –sentimental en el fondo- le admira más el tesón y la fe de esta gente que la actitud del marido, harto a lo que parece de prolongar artificial e inhumanamente una situación con nula esperanza de solución.

Al final el esposo es el que se saldrá con la suya gracias al providencial apoyo y refrendo de la justicia norteamericana. Sus funcionarios más selectos han dicho que ya está bien, que no merece la pena seguir en una lucha perdida y que ellos tienen derecho a intervenir en el asunto aplicando las leyes con que los políticos habitualmente se limpian el trasero. Su sentencia ha sido clara y unánime: Terry está ya en el otro mundo, a falta sólo de un pequeñísimo empujoncito en forma de ayuno. Fuera tubitos que alimentan artificialmente a una vida muerta.

No sé qué es lo mejor en estos casos, pero desde luego me parece que aquí los jueces y los políticos no pintaban absolutamente nada. Un juez no es nadie para determinar que una persona viva o muera, sea condenándola a la silla eléctrica, sea acordando que le quiten los tubos que le suministran alimento. Si la afectada Terry no manifestó su opinión al respecto cuando estaba en sus cabales, sólo queda que tome una determinación su círculo familiar más próximo con el debido asesoramiento médico. Y si hay dudas o posturas enfrentadas, entiendo que debe optarse por la vida. Igual que cuando en un juicio se opta por la inocencia cuando no se tiene la certeza sobre la culpabilidad del enjuiciado. Y que no me vengan con historias de matices, adjetivos y otros perendengues. Las personas o estamos vivas o estamos muertas. No hay término medio.

Planteémonos varias preguntas de forma absolutamente directa: ¿Quién demonios es un juez para decidir sobre si yo debo vivir o morir? ¿Por qué, en casos de duda o de enfrentamiento familiar, no se opta por la vida? ¿Por qué si no hay consenso social clarísimo y mayoritario, no se defienden las posturas que optan por la conservación y el aliento vital? Es curioso comprobar como los que están contra la pena de muerte defienden el desenlace final en casos como éste. Y a la inversa, quienes quieren prolongar artificialmente una vida ya casi inexistente y en cambio no tienen el más mínimo escrúpulo en defender que a un asesino confeso el Estado se lo cepille limpiamente. Me parece a mí, pobre descerebrado, que a la vida debe defendérsela sin matices, sin sensibilidades, sin adjetivos, no escogiendo sólo aquellos casos que convienen o interesan a nuestro discursito político o religioso. Pero ya digo, al final todo es pura masturbación dialéctica porque el tema “no nos afecta personalmente a nosotros” pues si alguna vez ocurriera, adivina tú por donde saldrían nuestras neuronas.

Miedo me dan tantos benefactores de la humanidad que se dedican a masacrar la vida ajena en nombre de la ley o de la barbarie. Miedo me dan esos jueces que se meten donde no les llaman o que no saben declararse incompetentes en ciertas materias. Pánico siento cuando los políticos mangonean en todos estos asuntos. Dejó dicho Einstein que “Dios no juega a los dados”. No estoy muy seguro, en el caso de que exista Dios, que tampoco es seguro. Pero lo cierto es que quienes sí juegan a los dados todos los días son numerosos humanos simplemente porque visten de toga, tienen un micro delante o una pandilla de paletos les han elegido para que les gobiernen sus vidas y haciendas. Menuda Historia nos contempla y menudo Futuro nos espera con estos buitres tan excelsos. De la mayoría de los mortales, o sea de las tórtolas y avecillas, hablaremos el próximo día, que esas también tienen mandanga.

0 comentarios: