miércoles, 23 de marzo de 2005

EL TIMO DEL LADRILLO

El otro día hablaba de los buitres de los bancos y cajas de ahorros que ganan el money a espuertas con el sudor de nuestro dinero, ese que les confiamos tan despreocupadamente. Hoy, una noticia de Ausbanc (Asociación de Usuarios de Servicios Bancarios) me brinda la oportunidad de hincarle el diente a otro sector económico tanto o más sanguijuela que el bancario. Sí, amiguitos y amiguitas. Me estoy refiriendo a las promotoras, constructores de viviendas y destructores de paisajes, inmobiliarias y personal vario que chupa la sangre mediante el timo de la construcción y el ladrillo.

Dice Ausbanc que alrededor del 50 % de las quejas que recibe al año se refieren al sector de la construcción. Y no habla del jaleo que los ciudadanos tienen con los bancos y las hipotecas -que también-, sino de las complicadísimas relaciones entre el comprador y la constructora o promotora. Refiere los retrasos en la entrega de llaves, pisos que nunca llegan a construirse, calidades de la vivienda a la baja en relación a las prometidas a la hora de su compra y otras cosillas sin importancia. Lo raro es que algún cabreado comprador no se haya llevado por delante a ningún promotor o constructor, aunque es comprensible porque los carotas nunca dan la cara, que para eso están las inocentes chicas del chiringuito donde se venden los nichos (no hay errata, he escrito nichos y no pisos).

Alguien podrá razonar que ante tanto trinque ladrillesco, hay que ser tonto para meterse en comprar un piso. A esperar, barajar y que lleguen mejores tiempos. La cosa no es tan fácil pues la situación es peor cada semana que pasa. Tampoco hay otra orilla a donde acudir pues en el sector de la construcción no hay competencia real ya que las promotoras y constructoras están conchabadas en el mamoneo, la vivienda de protección oficial brilla por su ausencia y de la de alquiler mejor no hablar. Para robar con el tema de la vivienda, a veces no hace falta ser promotor: basta tener un pisillo de mala muerte por el que se pide al futuro inquilino una cantidad desorbitada y con la garantía de que cuando al dueño se le antoje tendrá que dejarlo libre. Ah, y todo sin papeles escritos para evitar pagar a Hacienda. O lo tomas o lo dejas, pringao, dicen estos particulares del alquiler, tan capullos o más que los profesionales de las grandes promociones urbanísticas. (No todos los que alquilan son así pero son así muchos de los que alquilan). De modo que mucho personal no tiene más remedio que tragar y callar. O irse a vivir debajo de un puente.

Un amigo acaba de recibir las llaves de un pisito (unos 70 y tantos metros inútiles). Más de 30 millones de las antiguas pesetas le cuesta la broma: toda la vida con el aliento del Banco detrás suyo y una hipoteca a pagar hasta que se jubile o se pudra. ¿Y qué se encuentra el camarada cuando –todo ilusionado- abre de par en par la puerta de su nidito de amor? Lo primero, que el piso está más asqueroso que una calle tras sufrir los efectos del botellón juvenil. Las paredes tienen fotografiadas todas las huellas de quienes han trabajado en el invento. La pintura es una vulgar “colamina” que cuando pasas la mano por la pared te la vuelve blanca. ¿Cómo tienen la desvergüenza de entregar un piso con este lamentable estado de suciedad? Armarios llenos de virutas, azulejos desencajados, solería de varios colores, puertas ralladas, un tendedero donde no caben ni dos calzoncillos. Y no sigo con los horrores porque aquí prima el humor frente al lloro.

Dicen que le arreglarán algunas cosas, pero lo que no podrán arreglar ya es la caradura y la estafa de ellos y el mal humor y la depre del comprador. Si los gobernantes y la justicia se dedicaran de verdad a proteger a los ciudadanos y a los consumidores y no a tomarles el pelo con las mentiras de siempre, mi amigo en estos momentos habría puesto una denuncia, los responsables se le habrían arrodillado pidiéndole perdón y mil excusas y hasta le habrían compensado –detrayéndolo de sus ingentes beneficios- amueblándole gratis todo el piso. Muy al contrario, que no se le ocurra dejar de pagar un mes tras otro porque le embargarán el puñetero nicho al más mínimo retraso.

Mi amigo ya tiene un lugar donde al menos esconderse de la intemperie. Lo primero que ha comprado ha sido una escoba, lejía y pintura. Pero ha jurado que si algún día cae a tiro algún jerifalte de la promotora (que no caerá), por sus muertos que le mete la escoba por el culo hasta sacársela por la boca. (Mi amigo es así de burro). Menos mal que a los españolitos –como a él- se nos va la fuerza por la boca (menos a los de ETA), que si no esto sería imbarajable, entre tanta gente puteada y tantos descarados puteadores. Desde hace unos días, por ahí anda el hombre, viviendo en su nuevo nidito en un rincón de la ciudad. Lo encontrarán mascando su amargura y mala leche en “Residencial Babilonia, escalera 9ª, puerta 86”. Pero si se lo encuentran, por si acaso, no digan que trabajan en la construcción. Quedan avisados.
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Hasta el próximo lunes, amigos.

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