miércoles, 17 de noviembre de 2004

BOADELLA SÓLO HAY UNO

El tío hasta me ha emocionado y todo. Es un decir, claro, pero confieso que la última de mi admirado Albert Boadella sigue en la misma línea de lo que ya iniciara hace muchos años, en plena época de Franco.

Boadella, el director del grupo teatral El Joglars, para empezar es catalán pero no ejerce de tal, por lo que en su propia tierra tiene a la primera mayoría de sus enemigos. Para seguir, estuvo en el punto de mira del ejército franquista por una obra de teatro, “La torna”, que le llevó a un juicio sumarísimo. El tío logró escaparse del hospital haciendo más teatro que en todas sus obras de ficción. Le echó a la cosa todos los bemoles que nadie se atrevió a echar en aquella dura época, pese a lo cual todavía tenemos que aguantar hoy día a miles de políticos en el poder hablando de lo malo que era Franco….aunque ellos, los pobres, estaban escondidos en la madriguera esperando que pasase el vendabal y que otros les sacasen las castañas del fuego. Ahora presumen de lo que nunca fueron ni hicieron.

Luego –ya en la transición- don Albert devaneó con casi toda la clase política en una actuación soberbia que a muchos nos sonaba a cachondeo puro y duro hacia aquella pandilla de arrivistas que comenzó a tocar las tetas del nuevo poder. A veces parecía que estaba con los socialistas, luego con los anarquistas, después con el centro de Suárez…. En realidad, Boadella ejercía de Boadella. O sea, se reía hasta de su sombra.

Cuando se veía en qué galimatías iba a convertirse el Estado de las autonomías, empezó a meterse con el nuevo catetismo multinacional y plural, empezando -como mandan los cánones- por donde había más peligro: por su misma tierra. Satirizó al virrey de Cataluña, Jordi Pujol, y puso en solfa todas las costumbres y tradiciones más sagradas de muchas partes de España. Ya antes, en la dictadura y en la transición, se las había tenido tiesas con la iglesia, a la que había puesto de chupa de dómine con obras como Teledeum. No fue excomulgado porque no profesa. No fue ajusticiado en la hoguera, porque la iglesia católica ya no es lo que era hace unos cuantos siglos atrás. Se rió del fútbol (la droga nacional por excelencia), de los propios titiriteros compañeros de profesión, de los críticos (especialmente de los santones que pontifican desde sus columnas “independientes”), de las tonterías que juegan a ser vanguardias de la nada, renunció al premio nacional de Teatro en 1994 cuando lo merecía más que nadie y ahora –por eso hasta me sigue emocionando y todo- acaba de darle en las narices al señor Maragall, nuevo virrey de las Cataluñas (éste, socialista de boquilla y nacionalista de bolsillo), negándose a aceptar la Cruz de San Jordi de la Generalitat catalana.

Este tío es que es genial. Y, además, no ejerce de cantamañanas, como tantos otros del mundo de la farándula. Don Albert se la juega cada mañana no sólo con lo que dice, sino –lo que es más importante, y de ahí su enorme mérito- con lo que hace.

Así que como homenaje no me resisto a escribir algunas de sus manifestaciones últimas al rehusar la famosa medalla, a la que por cierto le dedicaba un momento en una obra suya de 1977, en la que el protagonista (el escritor catalán Joseph Pla) se encontraba en el suelo una Creu de Sant Jordi y la lanzaba con desprecio calificándola de "porquería". Boadella considera que Jordi Pujol ha "estropeado", "contaminado" y "degradado" el premio al otorgarlo durante años "para distinguir a los que en su opinión eran buenos catalanes de los que no lo eran". También añadió que el premio "lo merecen todos los catalanes menos yo, que no he ejercido de buen catalán sino de botifler traidor y colaboracionista con España". El director subrayó que los premios en general le ponen "un poco histérico" y consideró que "se dan de una manera tan abundante que parece que la gente no hace más que premiarse unos a otros".

Y para dar la puntilla (este hombre es que no da una puntada sin hilo), remató la faena subrayando que los premios que le hacen ilusión y que siempre acepta son los taurinos, con lo cual ha tirado otra pedrada más al 90 % de la clase política catalana, enemiga del toro de lidia. Gente que se cree que todo el mundo se puede comprar (para hacerle callar, claro) aunque sea con una medallita del honor patrio. Y encima el tío, el Boadella, según leí en sus “Memorias de un bufón”, es capaz de vivir en plena naturaleza, alejado del mundanal ruido, haciendo realidad el falso e hipócrita sueño de tanto ecologista de salón de vivir en contacto con la tierra y los animalitos. Esos que se dedican a vivir apaciblemente sin jorobar a los de enfrente, como hacemos los civilizados humanoides. Dios te guarde muchos años, Albertito, porque gente como tú hay tan poquitos….

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