viernes, 3 de septiembre de 2004

PUTIN, SIEMPRE DANDO EL GATILLAZO

En Octubre del 2002 unos cuarenta o cincuenta descerebrados tomaron el teatro Dubrovka de MoscĂș, cargados de dinamita hasta los dientes. Lo suyo no era el amor a la Ăłpera sino la magia, pues los meningĂ­ticos pretendĂ­an que con la varita mĂĄgica de los casi mil rehenes capturados, Putin (el gran cheff de la cocina rusa) firmase el fin de la guerra con Chechenia, declarase la independencia de este lugarejo y les regalase con la propinilla de una semana con todos los gastos pagados en algĂșn hotel de cinco estrellas de CancĂșn o Hawai.

Aquello acabĂł como el rosario de la aurora pues los chechenillos secuestradores no habĂ­an leĂ­do un solo renglĂłn de las extensas aventuras del camarada Putin, quien recordando sus tiempos del KGB ideĂł la estrategia adecuada para resolver el secuestro: asaltar el teatro, matar a todos los terroristas y salvar el decorado y algunas butacas. ¿Y los rehenes? Pues que les dieran morcilla o ensaladilla rusa. Dicho y hecho: en vez de agotar a los secuestradores con baladas continuas del Coro del EjĂ©rcito Ruso, regalarles una moto y un bono turĂ­stico para Chernobil, sembrar en ellos la discordia o el aburrimiento, a las cuantas horas del secuestro, don Putin llenĂł de improviso el teatro con balas, soldados, gases y silencio administrativo. Todo un Ă©xito. MĂĄs de un centenar de rehenes desaparecieron, otros muchos murieron y ni siquiera se habĂ­a previsto un operativo mĂ©dico para atender a los heridos.

Cierto que la culpa inicial era de los chechenillos pero para cualquier cerebro sensato parece que el Putin se anduvo de ligero, despreciĂł la vida de gente inocente y por ello metiĂł entonces la gamba, la pata y hasta el corvejĂłn. Menos mal que su objetivo principal era salvar rehenes. Un poco mĂĄs y apenas deja uno con vida. Incluso hubo periĂłdicos suicidas que entonces escribieron en portada: “Todos somos rehenes del Kremlin”.

Nada pasó. Y Putin siguió al frente de la pestilente cocina rusa sin aprender tampoco nada de nada. Hoy, casi dos años después, se ha vuelto a repetir la historia y en mayores proporciones. En vez de un teatro se trataba de una escuela. En vez de actores y espectadores, los rehenes eran niños y padres. Los malos de la película eran otros chechinillos con menos cerebro que un mosquito y menos luces que un topo. Y otra vez el Putin repitiendo la misma jugada de entonces: asalto råpido e imprevisto, chapuza, muerte y desolación.

Todos los jerifaltes del mundo mundial afirmarĂĄn “que la responsabilidad es sĂłlo de los terroristas” y que “es fĂĄcil criticar cuando no se tienen que tomar decisiones”. Eso al menos dijeron en Octubre del 2002, entre otros, un tal Aznar y un tal Bush. Pero cualquier mindundi sabe que asĂ­ no se hacen las cosas cuando hay en juego centenares de vidas humanas y que deben agotarse todos los caminos intermedios antes de llegar al de mĂĄximo riesgo. Pero es que este Putin de las narices es un pĂ©simo amante: siempre estĂĄ dando el gatillazo. A ver si con un poco de suerte un dĂ­a de estos otros chechenillos casposos lo secuestran y el tĂ­o se aplica su propia medicina. No caerĂĄ esa breva.

1 comentarios:

AnĂłnimo dijo...

Putin sigue "queriendo" a su pueblo lo mismo que los que le antecedieron en el poder, desde la Ă©poca lejana de los zares, Lenin, Stalin y otros sĂĄtrapas posteriores. Para aniquilar al enemigo no duda en llevarse por delante a todos los inocentes que pasen por allĂ­, sean niños, actores o soldaditos. Y ambas cosas deberĂ­an ser incompatibles. Eso sĂ­, no habrĂĄ manifestaciones en Occidente contra la horrible manera de resolver el secuestro ni nadie osarĂĄ llevar una camiseta pidiendo que se vaya este impresentable. Parece que el Ășnico enemigo de la humanidad es el tontĂ­cola del Bush.