lunes, 20 de septiembre de 2004

LA CHICA COLADOR

¡La madre que la parió!

Antiguamente, el hacerse un tatuaje en el cuerpo o un agujero en la oreja o nariz para llevar colgando un arete, era casi privativo de los piratas o de gente de mala calaña. Pero hoy día, como los tiempos adelantan que es una barbaridad, la cosa ha cambiado y raro empieza a ser el encontrarse a un bípedo humano que no tenga pintarrajeado en su cuerpo un tatuaje o que no lleve colgando o adosado a la piel algún trozo de chatarra.

Estéticamente ni el tatuaje ni el piercing son una maravilla. Pero hablar de estética en el siglo XXI es tan descabellado como hablar de fútbol en el siglo V antes de Cristo. Sanitariamente suponen cierto riesgo e incomodidad. Económicamente representan un desembolso innecesario. Pero, oiga usted, la gente pasa de estética, salud y pasta gansa. La gente, mayoritariamente, quiere imprimirse en la piel un dibujito, un nombre, una cursilada. Y a los más lanzados les da por agujerearse el pellejo para “lucir” un arillo, una pequeña perla de hojalata o una cagadita metálica cualquiera. ¡Y a presumir tan ricamente!

No lo entiendo, pero debe ser porque soy muy antiguo. Tan antiguo que sólo pretendo que mi piel esté limpia como una patena. Limpia de granos, de pecas, de pelos, de dibujitos y de cualquier tipo de colgantes artificiales. Hasta de las gafas, si pudiera. Estoy en franca minoría y por ello debo confesar que a veces me siento un “antiguo”, un “carrozón”. Lo siento, pero no le veo gracia alguna a los tatuajes ni a los anillados. Amo demasiado mi cuerpo para someterlo a la tortura china de agujerearlo o picotearlo. Si los demás quieren hacerse en el cuerpo más agujeritos de los que la madrastra naturaleza nos ha dado, allá ellos. Pero que no vengan con cuentos de lo maravilloso y guay que es el asunto. Es horrible, feo, absurdo. A mí no me la dan con queso.

Ni ella. Esta chica que tiene más agujeros que un colador. Dicen que es la que porta más piercings encima de entre todos los humanoides que poblamos este absurdo planeta. Más o menos, dos mil agujeros lleva la moza con despreocupación e hidalguía. Y tanto metal, que cuando pasa por un detector, el aparato literalmente se funde. La chica se encuentra muy mona, llama la atención, sus admiradores la invitan gratis a tomar coca cola y seguro que por la noche, a la luz de la luna (pongámonos románticos), los centenares de pendientes y anillitos que la cubren le dan un toque metalizado la mar de vistoso. Darle un beso a esta moza debe ser como besar una barandilla metálica. El que se acueste con ella acabará morado, pero de cardenales y rozaduras. En fin, que hay que tener ganas. Pero la jai las tiene. La sacan en los periódicos, viaja gratis algunas veces y la gente la mira y remira como el que ve a la octava maravilla del mundo. Y ella es feliz así: con un par de kilos de chatarra encima. Y encima dice que lo suyo no ha hecho más que empezar. Pobre angelico…

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Juan Puñetas!! Felicitaciones por tus notas y articulos sobre los mas diversos temas, de acá desde SudAmerica Chile, no me pierdo "niuno" muy buenos todos, muy sarcásticos, y muy bien desarrollados, eres un excelente escritor y articulista! bravo!, felicitaciones nuevamente, sigue así... no trances con nadie y nada!