jueves, 5 de marzo de 2009

UN TORO CON D.N.I.


El 24 de febrero, un grupo independentista formado por cuatro gatos y un  ratón, tumbaba al suelo la racial figura de un toro de Osborne que se encontraba disfrutando del paisaje catalán, allá por el municipio de El Bruc. Es la cuarta vez que se cargan la silueta de hojalata del toro y, como las anteriores, se supone que la conocida empresa de bebidas alcohólicas volverá a levantar el morlaco. Los motivos de tanta mala leche con el torito bravo por parte del grupúsculo independentista es que el astado es un símbolo de España (como la paella o el gazpacho, vaya) y que eso no pueden permitirlo ya que cada vez que lo ven cuando pasan cerca se les eriza el cabello, les salen granitos y hasta vomitan. Así que, como Cataluña son ellos, aunque no tengan escritura alguna de propiedad, allí se hace lo que les sale de sus cataplines: leña al toro.

Qué poco poéticos nos han salido algunos de estos nuevos vándalos, hijos lejanos de Atila y compañía. En vez de ver en el torito a "ese toro enamorao de la luna que abandona por la noche la maná", ven en su cornamenta un ornato simbólico español que les subyuga e impide dormir a pierna suelta. Estoy seguro que se consideraron unos héroes tras abatir al negro animal de lata. Quizás hasta le cortaron las orejas y el rabo y dieron la vuelta al ruedo en señal de victoria. La hazaña pasará a los futuros  libros de historia. Quizás la cosa hubiera quedado mejor si el símbolo españolista hubiera estado vivito y coleando, pero a tanto arrojo y heroísmo no llegan estos descerebrados. 

Hace muchos años el grupo chileno Quilapayún cantaba una canción que decía en una de sus estrofas: “¿Qué culpa tiene el tomate /que está tranquilo en la mata/si viene un hijo de puta / y lo mete en una lata /y lo manda pa Caracas?”. ¡Qué culpa tendrá el cartel del toro de que algunos bípedos confundan delirantemente la velocidad con el tocino! ¡Si al menos sacasen provecho comercial del asunto!  

Urge una actualización de la cancioneta, cambiando el tomate por el puñetero toro. Quiero pensar que estos destrozones serán coherentes y no comerán paella, cocido o gazpacho; ni beberán sidra o agua de Lanjarón; ni oirán sevillanas o jotas. En la misma dirección, sería lógico  que jamás salieran de su patria chica para evitar lastimarse el cerebrín al contacto con la cultura y el personal españolista. Urge crear una reserva nacional con estos tarambanas junto a otros de similar calaña que abundan en plan alcornoquero por el resto del Estado. Estamos seguros que sería una buena atracción turística, superior incluso a las famosas cuevas de Altamira o a los dólmenes megalíticos de Antequera. ¡Dónde va a parar…!  

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