domingo, 22 de marzo de 2009

EL NUMERITO DE LOS CONDONES


Había una vez un Ayuntamiento (pongamos que el de Sevilla) donde, en un pleno celebrado en marzo de 2009, se produjo una escenita digna de la Casa de Tócame Roque más que de un lugar donde –se supone- se cobija la sensata soberanía popular. Todo comienza con el portavoz del partido de la oposición preguntando al equipo de gobierno una cosa que no viene a cuento. En concreto, sobre si apoya las reformas que sobre el aborto se ha sacado de la mandolina la ministra de la cosa de la Igualdá, una tal Bibiano Aída. Hacer semejante pregunta ya muestra a las claras que el Partido Popular merece estar en la oposición en el Ayuntamiento sevillano hasta que cambie de ediles. ¿Qué tiene que ver el aborto en una institución cuya principal finalidad es que las calles no estén sucias, las farolas luzcan por las noches y los coches no aparquen en las aceras?

Si el endeble portavoz hubiera dicho que la política municipal del equipo de gobierno PSOE-IU es un auténtico aborto (véase 4ª acepción del palabro) lo mismo hubiera arrancado algún aplauso del público y hasta lo habríamos perdonado por ingeniosillo. Convertir los plenos municipales en una pasarela de la política nacional, internacional y extraterrestre, refleja inmadurez y desnortamiento.  Por otro lado, ¿qué respuesta esperaba de los concejales psocialistas y adláteres? ¡No iban a contestar que el mejor método anticonceptivo es la castración!

El equipo de gobierno del ayuntamiento sevillano podía haber dicho cualquier cosa, como… “mire usted, aquí pregúntenos sobre las farolas o los jardines, que es a lo que estamos deseando dedicarnos” o “le vamos a dar la dirección de correo del comité de expertos de la ministra y que ellos le informen mejor, que nosotros sólo entendemos de semáforos y adoquines”. Pues, no señor. La portavoz del Psoe (con menos sentido del humor que un parado en la cola del Inem) replicó a su rival político con tres preguntas de corte similar, leídas en unos papeles que traía para la ocasión (seguramente escritos por su jefe jerárquico superior), no fuera a ser que un ejercicio de improvisación o de memoria le causase una subida de la tensión arterial.

Como es natural la oposición se cabreó mucho. ¡Ahora resulta que los que gobiernan son quienes interrogan a los que no cortan el bacalao!  Entre risas y cachondeos de las dos bancadas  y algunas majaronadas de la presidenta del pleno (obsesionada con el minutaje, como si estuviese arbitrando un partido de baloncesto), llegamos al momento cumbre de la función circense: los alegres chicos y chicas de la presunta y anémica izquierda sacaron de sus bolsos y bolsillos unos hermosos condones, mostrándolos con regodeo a los cabreados chicos y chicas de la oposición derechona, dándoles a entender con semejante patochada que son unos meapilas, carcamales, retrógrados y antiabortistas redomados, a imagen y semejanza del Papa ese de Roma.

Aquello acabó con el toma y daca previsible. Los unos con el mosqueo consiguiente, los otros con el condón en la mano. Alguna voz más alta que otra y luego cada uno supongo que se fue a echarse unas risas al bar de la esquina. Para el Puñetas el fin del espectáculo define perfectamente a sus protagonistas como gente carente de imaginación e ingenio. Después del numerito de los condones uno hubiera esperado que los de la bancada del gobierno los hubieran usado allí mismo (se ve que ni han leído a Sade ni han visto algunas pelis del camarada Pasolini), bien entre ellos mismos o en ayuntamiento carnal sadomasoquista con la oposición. Algunos hubiéramos agradecido semejante final en vez de esa soplapollez del condoncito en la mano, agitándolo como si fuera un pañuelo de mocos. Por cierto, yo que la oposición, pediría en el próximo pleno que el equipo de gobierno explique con detalle en qué capítulo del presupuesto municipal ha cargado la compra de los preservativos. Me juego la uña del dedo gordo del pie derecho que el coste de los profilácticos de marras no ha salido de sus bolsillos.           

AQUÍ EL VIDEO, PARA SONROJO DE PROPIOS Y EXTRAÑOS

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