
Allá cada cual con sus creencias, pero me parece a mí que ya es pasarse lo que hacen muchas televisiones locales -al menos, aquí en Andalucía-, donde retransmiten procesiones a todas horas, en directo y en diferido, durante toda la semanita. Y dos meses antes comienzan con los preámbulos, mesas redondas, tertulias, etc. Y otros dos meses después continúan en el mismo plan, haciendo un repaso a lo que fue, lo que pudo ser y lo que será el año venidero. Venga horas y horas de repetición de la jugada, y de explicaciones de lo guapa que va la Virgen, y del ritmo armonioso de los porteadores del trono, y patatín patatán. Por no hablar de cinco meses previos de ensayos de las bandas de música, que si tienes la desgracia de que toquen cerquita de casa, ya te puedes despedir de la buena tranquilidad.
Dicho todo lo cual, con el buen humor exigible a estas cosas en que uno es minoría (selecta, pero minoría), también es cierto que resulta grato poder estar dando tumbos por esas calles hasta bien entrada la madrugada, sin miedo a que te dé un susto un navajero o una pandilla de mamarrachos pues en estas noches la gente se hace dueña de las calles y aprovecha para campar por sus respetos con total libertad y seguridad. En fin, es cosa de la tradición, que viste mucho y ya se sabe que a la tradición hay que respetarla cantidubi. Los empalaos de Valverde de la Vera (Cáceres), que continúan una historia del siglo XVI. En Bercianos de Aliste (Zamora), con su Santo Entierro y los cofrades arropados con unas blancas mortajas, que serán con las que en su día serán enterrados. Cinco esqueletos a ritmo de tambor realizan en la noche del jueves santo la llamada danza de la muerte (Vergés - Gerona). En Lorca (Murcia) dos cofradías, Blancos y Azules, compiten llevando para distinguirse claveles de ambos colores. En Riogordo (Málaga) todo el pueblo se sube al escenario: también los animales -burros, ovejas, cabras...- que no se asustan ante el bullicio. Casi todos los actores son campesinos que ensayan durante semanas. La representación se conoce como El Paso y es una alegoría sobre la Redención. En San Vicente de la Sonsierra los penitentes caminan descalzos ante el Cristo y la Dolorosa, azotándose la espalda con una madeja de lino. Llevan cubierta la cara y se cubren con un hábito blanco. Las celebraciones más sonoras son las de las localidades del Bajo Aragón, donde los tambores y bombos suenan desde la noche del Jueves al Domingo de Resurrección…
Hay, pues, festejos, ritos y usos para todos los gustos: sangre, sudor, lágrimas, silencio, ruido, aplausos, canciones, bullicio, mantillas, gambas, monas de pascua, playa...
En fin, que me perdonen los semanasanteros, pero tanta tradición, folklore y religiosidad me sobrepasa. Y menos mal que ahora esto es jauja, porque en mi infancia, años en que mangoneaba el Franquito aquel del bigotillo y la voz meliflua, no veas qué fin de Semana Santa nos tirábamos sin música en las radios, con películas sólo religiosas en la única tele, haciendo ayuno y no teniendo ningún sitio abierto para distracción del personal. Hoy día, la devoción seguirá siendo la misma pero los que pasamos de ella hemos ganado en libertad una barbaridad. Menos da una piedra.
0 comentarios:
Publicar un comentario