lunes, 18 de abril de 2005

HABEMUS BOTIN LIBRE

El otro día cantó la gallina judicial sobre un asunto que, como suele ocurrir con la tortugueante laboriosidad de los chicos/as de la toga, había ocurrido hace ya un porrón de años. La cosa iba de una acusación al jefe del Banco Santander Central Hispano, Emilio Botin (¡buen apellido para un banquero!) y a varios de sus colegas de ordeno y mando, también del mismo Banco. Se les acusaba de haber pagado 43,8 millones de euros y 108,1 millones de ídem a dos importantes caballeros del Banco, que se jubilaban. No se sabe si tan bárbaras cantidades se les concedieron para que mantuviesen la boca callada, para que no pasasen penalidades en sus años venideros de júbilo o como muestra de esa generosidad extrema a que tan dados son los banqueros con el dinero ajeno.

El caso es que don Botín y sus pródigos amigos se encontraban amenazados con posibles penas de 6 hasta 12 años de ser condenados por apropiación indebida, administración desleal o tejemanejes parecidos. Como era de esperar, la gallina cantó que nanai del paraguay, que los susodichos no se han apropiado de dinero del Banco para dar esas propinillas a los ya jubilatas Amusátegui y Corcóstegui; que los pagos no han causado perjuicio al Banco y que desde el Gran Manitú del mismo hasta el botones, pasando por el Consejo de Administración y la junta de accionistas del Banco, todos toditos han dado su visto bueno al asunto del finiquito jubilar. Además que, cachi en diez, ¿cómo no dar una buena gratificación a unos tipos que se han desvivido por el Santander y Cantabria entera, que han dedicado ímprobos esfuerzos a ayudar a don Botín a cómo sacar los cuartos a los clientes mediante el invento de comisiones, TAES, intereses de demora, cuotas de mantenimiento y otras bagatelas? Los camaradas, altos ejecutivos de la santa casa, no se podían ir de rositas con una mano por delante y otra por detrás. Ciento cincuenta millones de euros y a correr. Que se dice pronto.

Yo no sé de donde se sacaron algunos que la propinilla de don Botin y cía a sus altos ejecutivos, llegada la hora de jubilarlos, podía ser constitutiva de delito. Sensu contrario, debería valer como prueba concluyente para la futura beatificación de don Emilio. Porque esos detalles tan espléndidos –y más viniendo de un banquero- sólo merecen loas presentes y santidad futura. No como ocurre con otros patrones (incluido el papuchi Estado), que cuando te jubilan te dan una patada en el trasero y te mandan al paro con una mísera paga que apenas te dará para comprar cien gramos de Jabugo una vez… al trimestre. Si todos siguiesen el ejemplo de este santo de las finanzas, otro gallo cantaría al resto del personal jubilado y jubilable. ¡Y encima lo querían enchironar! No te jode los envidiosos….

Los jueces, que representan al pueblo y al sentir popular, como es sabido aquí y en Groenlandia, lo han escrito bien clarito: “La retribución debe ser fijada en función de los postulados del mercado. En el seno del principio de la libertad de empresa, si es posible se contrata a los mejores, que, a su vez, perciben remuneraciones muy elevadas por desarrollar su función. Y en este punto, el Tribunal, y mucho menos un Tribunal Penal, no puede suplir los mecanismos de funcionamiento del mercado financiero”. Parido lo cual, los envidiosos de siempre se han revolcado por el suelo atacados por el virus de la risa. Da gusto encontrarse togados y gente de las puñetas tan juiciosa y comprensiva, que considera normal jubilar a un caballero con 108 millones de euros para que se compre –si quiere- el pueblo de Jabugo entero, incluidos todos los jamones que se curan en sus semisótanos. Pura justicia social, vaya. Hago cuentas con mi nómina o la de alguno de esos mismos jueces y compruebo que tendría (tendríamos) que estar trabajando la friolera de 4.500 años (sí, compadres, cuatro mil quinientos años) para ganar la pastita gansa que le ha dado el Santo Botín al mejor pagado de sus administradores jubilados.

Ya sólo falta que don Zapatero se ponga manos a la obra en nombre de la igualdad de oportunidades, la equidad social y demás artillería bienhechora y suba las pensiones de todos los españolitos al menos un 300.000 %. Con lo cual seguirían sin poder lamer los zapatos de los dos jubilatas egregios del Santander, pero al menos se podrían comprar un jamón de pata negra una vez al año.

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