viernes, 28 de enero de 2005

TIEMPOS DE FRACASO

Qué tiempos, carallo! Qué tiempos.

En el municipio de Cuevas de San Marcos (en la provincia de Málaga), o sea, en un pueblecito de esos donde se supone que todo es paz y tranquilidad, en que la gente se dedica a sus pacíficos asuntos y los chavales todavía conservan cierta inocencia y buenas costumbres en comparación con el personal que vivimos en las grandes urbes, deshumanizados y estresados, resulta que el Ayuntamiento está ya harto de que la gente (sobre todo, los jóvenes) destrocen el mobiliario urbano en esos días en que como borregos se juntan para celebrar el botellazo y esas cosas. Como las medidas de represión (empezando por la vigilancia policial, siguiendo por la multa al salvaje que se carga la papelera y acabando con el cogotazo del papá al animal de su hijito) no se ponen en marcha para evitar la depresión de los policías, los niñatos y los papaítos de los niñatos, urge entonces tomar otro tipo de medidas más acordes con los tiempos confusos, difusos y fracasados que nos ha tocado vivir. Medidas que –a ser posible- gocen de originalidad y que puedan venderse como educativas y tal y cual.

Dicho y hecho: los jefes del Ayuntamiento han pensado que “todo lo que ahorremos en paliar los destrozos que se producen cuando los jóvenes salen de marcha irá destinado en actividades para ellos”. El programa o invento sacado de la chistera tendrá como referencia la cantidad de dinero que se empleó de las arcas municipales durante el año 2004 para reparar papeleras, bancos o farolas que los monstruitos del pueblo se cargaron alegre e impunemente. Si durante este año 2005 la cuantía que el Ayuntamiento emplee en arreglar los destrozos de los fieras chavalotes es inferior a la del año pasado, la diferencia será destinada a la organización de eventos para los jóvenes: conciertos, talleres, arreglo de pistas polideportivas o adquisición de ordenadores. Faltaría más: además de sufragar esas actividades, el Ayuntamiento pretende desarrollar una labor de concienciación para que sea la propia juventud “quien se implique, haga de informadora y evite los actos de gamberrismo. Así aprenderán a valorar lo que cuesta el mobiliario urbano y apreciarán su valor”. Palabritas del teniente de alcalde, que augura que el programa tendrá “muy buenos resultados”. Qué buen pitoniso.

Moraleja: cuidar el mobiliario urbano se recompensa con conciertos. O dicho de otra manera menos políticamente correcta: si no destrozas la farola, chaval, te regalamos una entrada para ver al famoso grupo de rock “Los tontos del duduá”.

Yo pregunto: ¿A esto se le llama discriminación positiva, tener la cabeza en los pies o no saber ya ni la hora que es? Es que ya estoy viendo a juventudes de otros pueblos de la comarca pidiendo a sus alcaldes que, o también les regalan a ellos entradas y les organizan talleres de ginebra, o montan en el municipio la noche de los cuchillos largos. Pero, ¿a qué nivel ético tan bajo hemos caído cuando hay que premiar a la gente hasta por hacer cosas tan normales como cuidar el mobiliario urbano que es de todos? ¿Habrá que pagar gratis unas vacaciones en el Caribe a Perico Pelotas, ciudadano que siempre tira la basura en el contenedor y no en la acera? ¿Habrá que dar un premio –o un sueldo vitalicio- al chorizo del barrio para que deje de robar el bolso a las señoras? ¿Recompensaremos con una medalla de oro y una caja de cervezas al conductor que siempre se pare en los pasos de cebra cuando pasa un peatón? ¿Pero a qué grado de estupidez estamos llegando? ¿Es que habrá que empezar a considerar como “normal” lo que a todas luces es “anormal”? Si es por ideas, aquí va una: como las calles, parques y jardines cada vez están más repletos de cagadas de perro por tener unos dueños tan cochinos, premiemos a los guarreras con una entrada de cine para ver si así dejan por unas horas de joder pestilentemente con el chucho.

¡Qué tiempos, maripili! Qué tiempos de miseria y de fracaso.

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