domingo, 31 de mayo de 2009

PARA ASESINOS, LOS DE ANTES

 

Que el mundo y sus gentes vienen degradándose desde tiempos ha es una verdad como un campo de fútbol. Una de las cosas que ha empeorado a ojos vista es la delincuencia y la matanza de gente inocente.

Los medios de destrucción masiva proliferan tanto en estos tiempos que hoy día no hace falta ni un gramo de inteligencia para llevarse al otro barrio al personal o para destrozar cualquier lugar paradisíaco. Inconvenientes de la técnica moderna y de la necedad que habita en el cerebrín de muchos humanoides del siglo en vigor.

Antiguamente un tonto del culo sólo disponía de una tiza o un trozo de roja pizarra para escribir en las legendarias paredes de una catedral la manida frase de “Tonto el que lo lea”. El primer tonto era él mismo, claro. Hoy día, cualquier desgraciado imberbe compra un spray en un kiosco y no deja espacio libre en todas las paredes de la misma catedral, pintarrajeándolas con miles de signos ininteligibles ya que de su mente plana no puede salir otra cosa. No veas los miles de euros que cuesta dejar esas sacras y antiquísimas paredes nuevamente como el jaspe. Todo gracias a un imbécil con menos fósforo en el cerebro que el existente en cien cajas de cerillas.

De igual modo, subiendo en el escalafón de las gamberradas y los delitos, podemos llegar al hacker financiero actual capaz de chuparse la pasta de miles de personas, entrando como Pedro por su casa en sus cuentas corrientes y sin más alardes de sabiduría que tener algunos conocimientos o trucos informáticos y estar en el lugar apropiado. Antiguamente anda que no tenía que discurrir el pícaro correspondiente para estafar unas cuantas monedas al palurdo inocentón… Se necesitaba amplia inteligencia, conocimientos psicológicos del patán, un piquito de oro y buenas piernas. Así se daba el timo del tocomocho o similares. Hoy, ese bancario o informático de pacotilla –con menos ingenio que las teclas que pulsa- en unos minutos y con algo de suerte se monta el negocio del desvío de la pasta, todo sin riesgo ni finura, por lo que en cuatro días acaban pillándole gracias a los rastros dejados en la jugada.

Pero lo peor es cuando la jugarreta implica acabar con la vida de alguien. Antes los terroristas y asesinos seleccionaban a la víctima, estudiaban sus pasos, conocían su psicología y comportamientos y tras un master en la universidad del ingenio y de la valentía personal (jugándose su propia vida, a la que valoraban bastante) acometían su obra con la mayor precisión y destreza. Atacaban al jefe, al responsable, a quien tenían que liquidarse para fastidiar realmente el invento. Atentados famosos de la historia así lo atestiguan. En la actualidad ya no hay gente tan estudiosa en tan trágicos asuntos. Los nuevos palanganeros del terror no se calientan mucho los cascos: se pone la bomba, se aplica el detonador a distancia, boom y ya está. Y si hay que morir en la masacre, se recluta a varios descerebrados de esos que valoran su vida menos que la de un mosquito, y santas pascuas o bombas. Que mueren gentes que no tienen nada que ver con el asunto: daños colaterales. Que se destrozan edificios enteros, no importa mientras despachurremos a un grupo de paseantes. La degradación de este terror moderno es matar a gente que no tiene culpa de nada. Muere el que en ese momento estaba sacando dinero del cajero automático. Fenece la empleada de la limpieza que barría la acera. Se evapora el paseante con perro que miraba el escaparate de una tienda situada en el lugar más inapropiado.A esta chapuza, a esta acción “heroica” le llaman sus ejecutores “atacar los intereses norteamericanos, británicos, españoles o lo que sea”. ¡Serán subnormales!

Para delincuentes, asesinos y terroristas, los de antes. Aquí sí que vale que cualquier tiempo pasado fue mejor. Gente que sabía hacer perfectamente su oficio, no como los chapuceros de ahora. Ya ni en los delincuentes queda un gramo de inteligencia y profesionalidad, incluyendo a los que se mueven por las altas instancias del politiqueo. ¿A dónde vamos a llegar?

2 comentarios:

capanegra dijo...

¡Hostia, tú (usted)!, que le cierran el blog.

Juan Puñetas dijo...

Si es que ya se ha perdido el amor por el trabajo bien hecho: sea arreglar un calentador, limpiar una acera o cortarle el pescuezo a un sátrapa...