miércoles, 27 de febrero de 2008

EL DEBATE QUE NUNCA EXISTIÓ - EL CLUB DE LOS FALTOS DE CARIÑO

EL DEBATE QUE NUNCA EXISTIÓ. Me pilló en un hotel el chou ese de Zapatero y Rajoy, que tuvo lugar el lunes 25, más o menos como un hito histórico. (Perdón, quería escribir “histérico”). Agotado tras dos horas previas en un balneario, cerradas con una frugal cena de lechuga con yogur, mi cuerpo era incapaz de vencer la fuerza de la gravedad que irradiaba el televisor, apagándolo. Sí, allí estaban mis héroes favoritos y yo sin poder quitármelos de encima. Así que lo vi todo, desde el arranque inicial en que tanto el uno como el otro empezaron a leer unos papeles que sus tropecientos mil asesores les habían escrito desde hacía semanas. Manejaron cifras obtenidas de las mismas fuentes, pero mal leídas o entendidas al revés, porque todas decían lo mismo y su contrario. Con las cámaras enfocando al uno y al otro según los pactos previamente establecidos en arduas discusiones bizantinas. Todo muy cronometrado para que ninguno de los dos parlanchines se fuese de vareta largando demasiado. ”Si estos son los que juegan en la Champion –meditaba para mis agnósticos adentros-, no quiero ni pensar cómo serán los que militan en la parte baja de la tabla…”. ¿Pero estos dos héroes, cual discos rayados, saben lo que es un debate? ¿Para eso tantos acuerdos y tantas gilipolleces previas, para acabar en estos dos monólogos mediocres y aburridos? Pese a lo cual, los numerosos periodistas de la política (algo parecidos a los del corazón, la teta y la bragueta, pero en finolis) tuvieron sus largos momentos de éxtasis hablando previa y posteriormente sobre el ”acontecimiento”, sobre el ganador y el perdedor (¿en base a qué criterios, pandilla de críticos sin el más mínimo sentido crítico?). Pocos, sin embargo, han echado en falta un verdadero debate y de sobra el montón de papeles ajenos que nuestros héroes manejaron a lo largo del evento. Para eso ya han dispuesto estos hombres de un Parlamento y de cuatro añitos, ¿no? Un chou poco televisivo –faltaron las majorettes y Manolo el del Bombo- que adormeció a esta pobre oveja descarriada. “Por ocho a tres ganó Zapatero a Rajoy”, ha dicho la vicepresidenta veguera, en un alarde de intelectualidad digno de los mejores tiempos de la Ilustración. Eso sí, la broma costó un moco de pavo: un millón de euros. Pagaban las televisiones y medios subvencionados por el Estado y la publicidad. O sea, todos nos aflojamos el bolsillo. Y eso que, cuentan las crónicas, mucha gente trabajó gratis. Nunca tanto dinero se empleó tan erráticamente. Quiero decir, costeando un debate que fue de todo menos un debate. Mejor hubiera sido que los hubieran cazado echándose unas risas en el bar del Congreso. Más barato y más esclarecedor… Que sea la última vez que se permite a los políticos organizar un debate electoral. Así sale luego lo que sale…

EL CLUB DE LOS FALTOS DE CARIÑO. (Algunas citas propias y ajenas contenidas en el reciente libro de Manu Leguineche. Este hombre sí que sabe y no otros…). Mi patria son mis zapatos. Somos el tiempo que nos queda. La mejor palabra es la que no se pronuncia. Antes bebía para hacer amigos, ahora bebo para olvidarlos. La nieve sería muy monótona si Dios no hubiera criado al cuervo. La simplicidad es una virtud democrática cuando la oferta se multiplica. La tendencia es a querer más a la humanidad en general que al vecino en particular. A los españoles te los llevas con la lengua. Un poeta inglés dijo que antes de casarse tenía seis teorías para educar a los hijos: “ahora tengo seis hijos y ninguna teoría”. La compasión nunca es verdadera si no es activa. La vejez marca el final de las ambiciones. Me cuentan de un tal Emeterio que, cansado de fumar, con los bronquios averiados, echó el último paquete al río Tajuña: “Que se envenenen los peces”. Una de las grandes liberaciones del hombre, o de la mujer, es cuando se despreocupa de lo que otros digan, del qué dirán. La vida son raticos, nene. Qué manía de matar, si la gente se muere sola: basta con que la des tiempo. El viejo continente es un continente de viejos. Los verdes sólo ganarán cuando voten los árboles. Cuando el hombre pone la planta en el suelo pisa siempre cien senderos. Entendimos mal lo del amaos los unos a los otros, lo que nos quería decir era: “Armaos los unos a los otros”. Los viajes constituyen la parte frívola en la vida de las personas serias y la parte seria de los tipos frívolos. Hay hombres que hablan mientras duermen, sólo los conferenciantes hablan durante el sueño de los demás. Me preguntan qué tipo de cocina me gusta: “Cuando las cosas saben a lo que son”, respondo. Los extremistas, los fanáticos, están privados del sentido del humor. Me dijo mi maestro Stone, el periodista norteamericano: “En la primera lección a mis alumnos les digo siempre lo mismo: todos los presidentes de gobierno mienten”. Dormimos mejor ante la tele que en la cama. Elogia a las guapas por su inteligencia y a las inteligentes por su belleza.

1 comentarios:

Juan Puñetas dijo...

Al día siguiente de subir el artículo leo que la señorita Clinton y el señorito Obama acaban de tener un debate en Cleveland (Ohio). Un debate organizado por las televisiones y la prensa, en que preguntaban los periodistas, en que ambos políticos no llevaban más papel encima que un sencillo bloc de notas para anotar algunas cosas de su rival, en que ambos estaban separados a menos de un metro de distancia, el uno de la otra, mirando ambos hacia las cámaras... y el público, que aplaudía o abucheaba según le venía en gana. Público que incluso tenía la oportunidad de plantear alguna pregunta que otra. Un debate a cara de perro/a en el que se dijeron de todo (y son gente del mismo partido, ojo), pero que acabaron con mutuas alabanzas sobre el otro/a.

Igualico, igualico que el difunto debate de nuestros agüelicos de aquí, que tienen más miedo que morro de enfrentarse al descubierto ante los medios de comunicación y el público.