miércoles, 20 de febrero de 2008

EL PISEJO DE BERMEJO - CORREOS, PEOR QUE CON FRANCO

EL PISEJO DE BERMEJO: SUMA Y SIGUE. Nuestra queridísima clase política, empezando por los presidentes que en España han sido, y acabando por los ediles de cualquier villorrio, tienen una malísima costumbre: tomar por idiotas a los ciudadanos. La mejor manera de hacerlo es usar en beneficio propio bienes y medios que deberían pagar de su propio bolsillo. Y si el sueldo declarado y no declarado no les da para tanto, adoptar una de estas dos soluciones: aumentárselo con luz y taquígrafos o ser más austeros y vivir de acuerdo a las posibilidades reales de su bolsillo. El último abuso ha sido el del actual ministro de Injusticia, un tal Bermejo, que ha chupado del erario público la hermosa cantidad de 42 millones de las antiguas pesetas para hacer arreglillos en un pisejo público. A pesar de tener piso en propiedad en Madrid, el amigo ha preferido trasladarse a uno que le salga gratis total (se lo pagamos los demás), pese a no estar seguro de que dentro de un par de meses podrá seguir disfrutándolo. Quien debía dar ejemplo de austeridad y respeto, ha tirado de talonario ajeno para cambiar casi todo el piso, incluyendo unas bonitas jardineras por valor de un millón de pesetuchas. Lo ha hecho sin remordiento alguno, con alevosía placentera, pensando que nuestra obligación ciudadana es hacerle la vida más agradable gracias a nuestros impuestos. Felipe González construyó en la Moncloa su particular bodeguilla y hasta un jardincito para sus bonsáis. Luego Aznar se hizo poner una pista de pádel. Cuentan las crónicas que Zapatero mandó construir una pequeña cancha de baloncesto para quemar adrenalina tirando a canasta. Si los jefes pagan sus caprichos con dinero público, ¿por qué no lo van a hacer sus más allegados subalternos y pelotas? Bermejo y Zetapé han quitado importancia al gasto derrochado. Dan su vida por nosotros y encima algunos les ponemos a parir por estas bagatelas. Muchos políticos no se conforman sólo con que les paguemos el sueldo íntegro, sino también otros extras como la vivienda, la criada, el chófer, el cocinero, el avión, el asesor de imagen, el abogado, el hobby, las vacaciones y –en algunos casos- hasta las canas al aire. Todo, por supuesto, para que sean felices a nuestra costa y puedan así gobernarnos con clarividencia, bondad y eficacia. Por eso siempre aciertan y nunca se equivocan. Tienen un careto que se lo pisan.


CORREOS: PEOR QUE CON FRANCO. Va el titular en relación al servicio que la antiguamente afamada empresa estatal presta en la actualidad a los ciudadanos. Dicho en plata: con Franco funcionaba mucho mejor que ahora. Lo cual serviría para echar a la calle a toda la cúpula directiva y política que mangonea un servicio público que en la dictadura funcionaba estupendamente (rara avis) mientras que ahora no hay nadie que esté contento con sus prestaciones. Nos fiamos más de las empresas privadas de mensajería. Las cartas no llegan a su destino o lo hacen con semanas o meses de retraso. Algunos carteros parece que no saben leer, porque depositan la correspondencia en buzones equivocados o en cualquier sitio. La plantilla es escasa. Los sueldos ridículos en muchos casos. El sistema de empleo que existe en la antiguamente modélica empresa es, según los sindicatos, “ineficaz, irracional e injusto”.
Tachan a los directivos de “falta de democracia laboral”. El mundo rural está siendo completamente olvidado pues Fomento ya no asegura el reparto a las casas. Encima que esa gente nos hace un enorme favor a los urbanitas quedándose a vivir en medio del campo, cultivando, preservando el paisaje, cuidando la naturaleza, conservando nuestros esquilmados pueblos, encima se les ningunea y ya hasta se les deja sin servicio postal. Estamos desde hace años en un desmadre total que provoca la indignación de los ciudadanos que todavía usan masoquistamente dicho servicio y que muchos calificamos de pésimo. Tan malo que hasta funciona peor que cuando las cartas viajaban en aquellos trenes borregueros e interminables en la noche oscura de la dictadura franquista. En aquel entonces, pertenecer a Correos era un orgullo. Hoy lo han convertido en un desastre que trata a patadas a muchos de sus trabajadores y que se ríe de los consumidores. Sólo por el placer de ver en la puñetera calle a sus directivos y politiquillos, merecería la pena privatizarlo. O ponerlo en el nuevo siglo, alejándolo de la chapuza y la dejadez.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y qué me dice del sistema ferroviario español, volcado en
pelas en la alta velocidad en
perjuicio de nuestras líneas convencionales, y en detrimento, pues, del servicio a los pequeños núcleos de población, invitando -como consecuencia- al abandono del medio rural?.
Sume esto a lo de Correos y tendrá un cóctel maravilloso para concentrar la población en grandes núcleos y hacer desaparecer lugares, aldeas, parroquias, miniayuntamientos, etc.
Ya se puede uno imaginar las consecuencias.
Siga con salud, caro amigo..

Juan Puñetas dijo...

Amigo, tiene más razón que San Cucufato, patrono Puñetero de los Imposibles. En estos andurriales llamados Spain of Spain parece ser que no tenemos término medio: o todos moros, o todos cristianos. O todo es AVE o todo es tren del cha-cha-chá. O todo es castellano o todo es inglés. O todo es política o nada lo es. En fin...

Señalas el enorme problema -y que ya apunto en el articulillo de Correos- que origina el abandono del medio rural. Un hecho que en numerosos países de la UE se cuida y mima. Es ahí donde está nuestro granero, nuestra naturaleza, nuestra historia y memoria. Con lo que cuesta un ave de mal aguero se podrían unir no sólo miles de pequeños pero imprescindibles núcleos de población sino ciudades medianas que están cerca de grandes ciudades y que obligan a desplazamientos automovilísticos masivos y carísimos en tiempo porque no hay un servicio de trenes de cercanías.

¿Sabe usted, querido amigo, que dos ciudades tan importantes como Málaga y Granada están unidas por un tren antediluviano, que tarda muchísimo más que un coche en recorrer los 90 kilómetros que hay entre ellas, y con unos horarios demenciales? No le digo nada si queremos ir de Málaga a Marbella -50 kilómetros- vía ferrocarril. Olvídelo.

Es decir, que ni se atiende a las medianas poblaciones, ni se unen convenientemente estas con las ciudades cabecera de provincia, cuánto menos se van a preocupar por llegar hasta las madres del cordero que son nuestros benditos pueblos. Así nos luce el pelo. Claro, no hay dinero o estas cosas son deficitarias. Lo que no origina déficit es el pisito de Bermejo, o las múltiples cadenas públicas de televisión, o las millonésimas subvenciones a fondo perdido a organizaciones ficticias o aprovechadas, etc, etc.

Deje que me saque el pañuelo del bolsillo y me ponga un poco a llorar. ¡Encima dicen los muy mamones que eso es saludable!

Anónimo dijo...

«Nos fiamos más de las empresas privadas de mensajería.»

Pues por ahí van los tiros. Me imagino yo que al final harán una lista de correos para el pueblo: "Cuando quieras pasas y preguntas a ver si tenemos algo para ti, majete."

Habláis de los trenes; ¡ja! Las empresas de autobuses tienen el monopolio (concesión a 50 años le llaman) de los transportes en algunas provincias. ¿Para qué potenciar un servicio (el ferroviario) que es del Estado? Mejor potenciar a los amigos, que nos darán alguna comisión.

Circula por ahí un correo-e sobre el AVE en Guadalajara. De ser cierto, cosa que no me sorprendería, así se explican que no es que los demás seamos tontos y no sepamos amasar fortunas, sino que "los demás" tenemos conciencia y vergüenza torera (o vergüenza aizkolari, no te giba).

Juan Puñetas dijo...

Curiosamente, junto al AVE derrochador de recursos, a nuestros queridos también les ha dado por los tranvías urbanos. Estos días, en vísperas electorales, por Andalucía lucen más que un sol diversas convocatorias de la Junta explicando diversas conexiones ferroviarias que se propone realizar en un futuro. (A esta propaganda tan oportuna nadie la llama electoral, claro).

Total, que el modelo más necesario y barato, como sería conectar los pueblos cercanos a la capital y las pequeñas poblaciones entre ellas, está siendo relegado al último lugar frente a los AVES y los tranvías urbanos. Esos que hace ya la tira de tiempo existían pero que unos listos decidieron cargárselos en nombre del petróleo y el negocio, aunque la conexión que hacían entre las diversas poblaciones siga siendo la gran olvidada de esta política de Penélope: ahora destejo lo antes tejí y viceversa.