miércoles, 13 de febrero de 2008

HISTORIAS ELECTORALES PARA NO DORMIR - UNA INMENSA CÁRCEL (PARIDA MU TRISTONA)

HISTORIAS ELECTORALES PARA NO DORMIR. Unos nos prometen una guerra civil en Cataluña dentro de 25 años. Más o menos cuando estiman que ellos ya estarán criando malvas o en la residencia de ancianos. Otros, siguiendo las tácticas de las operadoras del robo telefónico e internetero, nos anuncian cheques-regalo como si la vida fuese una tómbola, Marisol, hija. Una ayuda a la que se ponen tales condiciones contractuales que sólo sabrás si puedes acogerte a ella haciendo un master en Economía. Unos prometen dentista gratis pues la dentadura, de votarles, acabará hecha picón. Los de la caverna borriquera andan todo el santo día gritando y agrediendo. Hacerlo a una mujer que ha visto asesinar a su jefe, que planta cara a los verdugos de la boina y que ha sido capaz de vencer al cáncer, además de una estupidez, debería ser un delito penalizado con un trasplante de cerebro. El uno se va a una iglesia a ejercer de profeta cantando las alabanzas del Altísimo (él mismo) ante la atenta mirada de un Cristo. El otro no sabe donde esconderse cuando algunos de sus hijitos más díscolos gritan en plena misa-mitin que el paredón está huérfano de sangre. La una se va a Barcelona para anunciar lo que podía haber dicho en Madrid: que el Ave ya no es un pájaro de mal agüero, pese a lo cual el anuncio pareció un funeral. La otra se va también a Cataluña para prometer un colegio en los madriles donde los alumnos puedan fracasar en dos idiomas: castellano, catalán y, de propina, el inglés. El de la toga suprema, en vez de quedarse en casita, se muda a un piso que pagamos todos, para gastarse 250.000 euros en jardineras, sanitarios y suelo flotante. Nos ha salido en plan finolis del Corte Inglés. Por el Sur, donde también hay campaña, un barquito se hunde y llena de basura las playas, pero no preocuparse que para desastre, aquel del Prestige. Los antipatriotas que critiquen la pequeña porquería vertida se van a quedar sin interné gratis, pa que se fastidien y no puedan bajarse películas guarras. En fin, que el Corral de la Pacheca debía ser mucho más aburrido que esta campaña electoral… ¡que todavía no ha empezado! Un patio de Monipodio al que están llamados millones de infelices, atraídos por las mercancías exóticas de comerciantes sin escrúpulos que ofrecen el Paraíso a precio de saldo pues ya vendrá la inevitable amnesia. Encima el libro de reclamaciones todavía no se ha editado. Menos mal que sale la flaca (expulsada por no comulgar con la alegría reinante de la casa) y propugna eliminar las nacionalidades de la Constitución, ampliar el poder del Estado, defender lo que nos une y ser dura con los duros de mollera de la caverna criminal y gritona. No, si todavía hay locas por ahí que creen que esto tiene arreglo…

UNA INMENSA CÁRCEL (PARIDA MU TRISTONA). Han tapado hasta lo más alto las rejas y vallas del Instituto por el que paso cada día. Siempre veía en sus patios a una chavalería dispuesta a iniciarse en el crudo arte de mover el esqueleto haciendo deporte. Dura tarea para unos profesores de Educación Física con más moral que el Alcoyano. Un minuto tardaba en pasar cerca de la valla que me reflejaba la energía y la indolencia juvenil. Esas que no volverán a mi ya poco florido balcón. Ahora, tras cerrarla con placas metálicas, sólo veo un largo panel blanco que en unos cuantos días se ha llenado de mierda grafitera. Ni el griterío de los adolescentes llega a mis oídos cada vez más encallecidos. El asunto es cuestión de seguridad, de intimidad, de malos rollos ajenos al mismo Instituto. Vamos a acabar, si ya no lo estamos, prisioneros en nuestra propia red. Una inmensa trena que se hace más evidente y ostensible cuando cierran los comercios y la gente regresa de nuevo a sus casas. Vallas, cercas, cierres metálicos, puertas de seguridad, contraventanas… Todo por la maldita seguridad amenazada por cafres de todas las nacionalidades, incluidas las nuestras. Y, a pesar de todo, encantados de tanta protección chatarrera, tan inevitable como ineludible. Si muchos animales viven enjaulados casi toda su vida, porqué vamos a ser menos los bichejos humanos. Sólo se precisa que nos garanticen la manutención diaria y en ello están estos días nuestros numerosos encantadores de serpientes. ¡Alegría, alegría, que vivir son dos días! (Excusatio non petita: leer a Gabriel Albiac es un placer, pero te deja una tristeza en el cuerpo que no te repones de ella sino a fuerza de calimochos. Joder, y yo soy abstemio…)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé dónde vi una película (que como todas las películas son mitad ficción y cien por cien realidad) en la que un tipo estaba amenazado de muerte (creo que por declarar en un juicio o algo así).

A la policía ningún sitio les parecía seguro (ya te imaginarás todo el rollo ese del Programa de Testigos Protegidos de los USA, que acaban matándolos a todos). A lo que iba. Que ya veían que se quedaban sin testigo y sin policías que lo custodiasen. Hasta que a uno se le ocurrió la genial idea.

En qué sitio iba el testigo a estar más seguro que en la mismísima cárcel. Pues eso, que ahí sí se debe estar seguro, sobre todo si te aplican eso de la incomunicación.

Juan Puñetas dijo...

Para muchos la cárcel es mucho más segura que la calle. Incluso hay quien dice que en ella se come bien, se trabaja poco, se divierte uno y hasta se aprende algo. Algunos la prefieren antes que estar dando tumbos por ahí fuera. Esto, que debería sonar a una barbaridad, no lo es tanto. Muchos pugnan por entrar y los jueces y políticos por hacerles salir. Cuestión de espacio y de economía y presupuestos, supongo.

En todo caso, hay gente que se encuentra muy bien en la cárcel, lo cual que dice mucho de sus ansias de seguridad y poco de su amor por la libertad. Viendo como nuestras ciudades, campos y casas se vallan y protegen, más parece que los auténticos reclusos seamos los que pretendidamente vivimos en libertad...