martes, 1 de noviembre de 2005

EL COÑEO DEL CAMBIO DE HORA Y LA CHORRADA DEL HALLOWEEN

Ya tenemos nuevamente el cambio de hora. Ya tenemos trabajo durante toda la semana: hay que adaptar todos los relojes de casa, del trabajo, del coche... La hora que ganamos esta vez, la tenemos que echar en ponerlos nuevamente en el horario correcto.

Francamente, a Juan Puñetas le sienta como una patada en cierto sitio muy sensible este indeseado cambio de hora. La cosa ya viene desde que se instauró la dichosa costumbre allá por el 74, con el argumento de que al aprovechar al máximo la luz solar, se economizaría energía. Pero uno no acaba de entenderlo pues si en el verano ahorramos la tira de energía, según dicen los mentirosos gobernantes y sus sicarios estadísticos, ¿para qué cambiar el horario en el invierno? O si el horario de invierno es acojonante, ¿para qué cambiarlo en abril? La UE ha hecho indefinida esta medida del cambio de hora: en abril nos roban una hora y en octubre nos la regalan, pero en ambos casos nos timan mental y corporalmente.

Les preocupa poco a los muy cretinos los problemas de adaptación de la gente a los nuevos horarios, especialmente en los sectores más sensibles como son los niños y ancianos. Lo que les interesa demostrar es que disponen no sólo de nuestras vidas si no de nuestro tiempo y que lo pueden modificar cuando les venga en gana. Digo que si alguien quiere aprovechar mejor la luz solar, que se levante antes o se acueste más tarde, que abra la fábrica o la tienda cuando más le apetezca o le interese. Pues no, esto sería permitir que la gente actúe autónomamente y por sí misma. Al contrario, se trata de hacer que todo el mundo claudique y pase por el aro que manejan ellos, los que -como decía W. Allen -, en vez de procurar soluciones, provocan problemas.

Pretextan un ahorro. Leo en la prensa que "una familia española puede reducir su gasto de electricidad en 60 euros en todo el semestre".

En realidad lo que les encanta es mangonear en nuestro tiempo. Este intervencionismo -además- provoca enormes disparidades pues mientras a unos beneficia, a otros perjudica, pero ello a estos tipos que nos gobiernan (da igual el país que sea, todos se han apuntado al carro del cambio horario) les importa un pimiento o un tomate. Si realmente pensasen en nosotros, sus pobres desgraciados, harían cosas más interesantes y divertidas: por ejemplo, retrotraernos por real decreto diez años atrás, con lo cual seríamos diez años más jóvenes; o alargar tres meses el verano, con lo que podríamos disfrutar más tiempo de las playas; o disminuir las horas de la jornada laboral en diez minutos. Pero entonces estarían haciéndonos un favor y para eso no están mentes tan ilustres. Así que cambian la hora dos veces al año y nos toman el pelo a nosotros y a la naturaleza con el cuento chino del ahorro. ¡Menudos pájaros!

P.D. : Las seis de la tarde y ya ando con la luz eléctrica encendida. ¿Ahorro, capullos? ¿Qué ahorro? Lo que sí habéis conseguido es que mis biorritmos se hayan vuelto locos y ande con un cabreo de mil pares de narices hasta conseguir volverlos al redil. ¡Majaderos!

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Entre las numerosísimas chorradas y memeces que los americanos de los USA practican (tampoco los españoles les vamos a la zaga, que conste), la fiesta del Halloween merece estar en uno de los primeros puestos. Esto de ahuecar una calabaza para pintarla y llevar el miedo al prójimo vestido de bruja o drácula, es que da la risa. Cierto que de eso se trata, de reírse de la muerte y del miedo. Pero hay métodos mucho más inteligentes que esta majadería de disfrazarse de fantasma o de calabazón. Debe ser que la vida en los EEUU es la mar de aburrida, aunque cada segundo alguien sea asesinado. Y es que allí vive mucho personal y hay que tener muy mala suerte para que a uno le toque el psicópata de turno con la pistola al cinto o la navaja en la mano. Aquí, en Spain, sin necesidad de calabazas ni disfraces nos lo pasamos de miedo sin tener que montar fiestecitas tan cursis. Aquí hasta llamar por teléfono es un acto guay por emocionante, pues o te graban sin tu permiso, o pierdes un ojo de la cara por el precio, o se te corta la conversación y la sangre diez mil veces. Hasta coger el coche es como jugar a la ruleta rusa pero con más emoción y velocidad. La verdad es que no entiendo la maldita gracia que hace el Halloween de las narices a algunos hispánicos, cuando aquí tenemos nuestros propios inventos, la mar de cotidianos y rutinarios que asustan y divierten con más eficacia. Con lo acongojante que es acercarse al cementerio a oler la muerte directa.

Además, donde se pongan unas calentitas castañas asadas, unos buenos huesos de Santo o un par de buñuelos de nata (con lo caros que van, con dos va que chuta) que se quite la gordinflona calabaza. Además, ¿no tenemos ya el carnaval del Estatut, de la Campion Li o de Operación Triunfo? ¿Qué necesidad tienen algunos majaderos de buscar emociones fuertes halloweeanas si ya tenemos al mago Zapatero, que nos está dando una legislatura de muerte?
Dejemos que los norteamericanos sigan haciendo el panoli en su tierra y no importemos fiestezuchas que más que miedo dan lástima. He dicho.

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