viernes, 4 de noviembre de 2005

LA ESPAÑA PLURAL, EL PLURALISMO Y OTROS CUENTOS CHINOS (1 de 2)



Nunca como en la actualidad ha habido tantos recursos informativos y culturales a disposición (y a precios muy asequibles) de los ciudadanos y las ciudadanas, que diría un cursi. A disposición de la gente, vamos. Y tanta oferta y tanto perendengue resulta que sirve de muy poco. Cualquier encuesta que se hace al personal que va por la calle refleja de éste una profunda ignorancia sobre la realidad que nos rodea, sea política, económica o social. A lo máximo, cuatro tópicos y tres frases hechas. ¿Tantos recursos y esfuerzos, para nada? ¿De qué sirve que en un simple kiosko de prensa se vendan kilos de libros –incluyendo las obras completas de Machado, Borges o Neruda, a precios de risa- o kilómetros de cedés musicales, videos y demás parafernalia digitalizada, si luego la morralla con patas que tenemos que sacarle provecho a tanta producción nos quedamos simplemente en la oferta de lanzamiento (que es gratis) y en el porompompero? ¿Nos estamos volviendo estúpidos perdidos o lo que hemos perdido ha sido el norte cultural, pese a tantas y baratas oportunidades?


Chi lo sá. Lo único cierto es que el nivel educativo de los jóvenes y jóvenas, que diría un tarado mental, está por los suelos; que el nivel de información del gentío medio no va más allá de una capita pinturera de banalidades tópicas y que hasta el personal que suele pasearse o ha sentado su soberano culito en los pupitres universitarios, resulta que tiene menos sentido común y menos conocimientos que mi tío Evaristo, muerto ya el pobre, que creía que Cristóbal Colón era un detergente que lavaba mucho.


De modo que con este paisanaje (al que, encima, se está uniendo un paisaje cada vez más uniformado, más moldeado y más destrozado) te llega un Mago de Hoz o un Peter Pan con sonrisa Profidén, te suelta cuatro gilipolleces talentosas y todo el mundo se abre de piernas y de trasero. Y es que ya son muchos años en que a la vaca la vienen preparando -unas veces muy finamente y otras más groseramente- para que a partir de estos momentos cualquier pirómano disfrazado de apagafuegos le meta mano a las ubres y le saque gratis toda la leche. Años llevamos sin leer cinco libros seguidos, sin enterarnos de quienes cortan el bacalao realmente en este país; años viviendo del cuento y la subvención, culturizándonos básicamente con la gente esa que mete goles (cuando los mete) y la que muestra teta y entrepierna bisturizada a falta de cerebrín o vocabulario que lucir. Hemos convertido lo que hace 30 años se prometía un lindo vergel (si es que remiro aquellos carteles electorales de mi primo el Felipe González, allá por el principio de los 80, y me da un ataque de asma) en un cenagal donde nadie sabe la hora que es a pesar de que todo el mundo tiene reloj (y algunos, varios).


Con un mucho de fútbol, un bastante de putillas y putillos destrozándose mutuamente a través de los programas y revistas rosas, un poco de cultureta pasada por la sartén de toda la vida –las tradiciones, el “saber” popular y las identidades culturales eternas-, un a vivir que son dos días y tonto el último, estamos haciendo un pan como unas tortas. O sea, estamos cocinando en su propia salsa y jugo lo que los actuales meapilas que mangonean el cotarro llaman pomposamente la “España plural”. ¿Pero cómo va a haber “plural” si lo que falta es lo “singular”? ¿De qué diversidad vamos a presumir si hasta los sociólogos hispanos están consiguiendo hacer encuestas fiables aplicándolas a sólo 200 muestras humanas más dos mascotas perrunas? ¿Cómo se puede llamar a un país “plural” cuando todas sus fuerzas políticas (menos una, pobre imbécil, a la que se reclama que se una al rebaño) piensan lo mismo? ¿Qué hay de plural en unas organizaciones –desde las sindicales a las empresariales, pasando por las deportivas y las onegeadas- cuyos dirigentes salen elección tras elección por aclamación del más del 90 % de los socios, amigos y amantes? (Al restante 10 % le pilló la votación haciendo sogas en el retrete).


Voy a ser burradamente mordaz. Había mucha más pluralidad social y política (reprimida, pero la había) en una sociedad tan uniformada y agarrada por los cataplines como era la España del franquismo tardío (de los años 70 en adelante) que en esta cosa actual en la que todo se repite más que la morcilla porque el tan cacareado “pluralismo” se reduce sólo a los quinientos mil variadísimos anuncios de propaganda que nos tragamos al cabo del año. Lo diré del modo que todo quisque lo entienda. Este país es un enorme decorado tipo “Operación Triunfo”, donde cuatro maestros analfabetos enseñan al paisanaje cómo cantar adecuadamente (o sea, como ellos desean), limando todo aquello que chirríe por diferente, invendible o demasiado alejado de los cánones al uso. Estas bambalinas se dan en horario matutino, porque en la sesión de tarde y noche el decorado se transforma en un feliz hogar tipo “Gran Hermano” donde la mitad de la vasca hace el vago y la otra mitad se dedica a ponerse verde o decir majaderías, eso sí, con el confesionario como testigo (confesionario laico, ojo, que aquí algo ha cambiado para que nada cambie), con los supercicutas escudriñándonos todo el día para que las normas de comportamiento y pensamiento no escapen a la banda ancha prefijada y de vez en cuando, para que sepamos de qué va el baile, a la puta calle, siempre con el marchamo democrático de la consulta popular y tal y cual, aunque fuera de la casa haga mucho frío y nos espere una pandilla de amigos y amigas a los que los jefes de la programación han alquilado por el módico precio de un billete de autobús y un bocata de chorizo.


Jo, un pluralismo de narices (dicho con palabras actuales: un pluralismo que te cagas), y que se mueve entre dos os ejemplares: el Jesús Vázquez (un transgresor desde su homosexualidad) y la Milá (una luchadora social infatigable desde su conversión antitabaquera y su pedigrí feministoide repleto de cuchicuchis y cuchicheos). ¡Unos generales ejemplares para una tropa estupenda! Lo de menos es que –por encima de ellos- los jerarcas se muevan a veces entre la fisonomía del cabo chusquero aznaril o el comandante adolescente con pinta de zapatero. Ya digo, todo muy “plural” para que la “singularidad” de cada cual florezca marchitamente como clavel reventón en día primaveral. Pura paradoja válida para un anuncio del tipo "Andalucía te quiere", "Somos Cataluña", "España, lo único importante" y otros similares. Hasta que algún siglo de éstos (algo de eso está empezando a pasar ya en Francia, siempre tan adelantada) llegue la puñetera alergia y mande todo el campo, todas las macetas y todas las flores amorosas a hacer puñetas.


PD: El próximo día acabaré esta homilía algo pastosa –fruto de un viaje espacial al más allá y de un achacoso resfriado- echando unas risas sardónicas sobre los mandos intermedios de este ejército social armado de golosinas que presume de vivir en la diferencia cuando en realidad lo forman clones más uniformados que los que aparecen en la saga esa de la Guerra de las Galaxias. De allí acabo de llegar, precisamente.


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