viernes, 28 de octubre de 2005

A LA CAZA DE LA COPE



Sabía que el coñazo del Estatut catalán (todavía en estado de feto) iba a traer cola. Si es que no hay manera de que abras un periódico, escuches una emisora o eches una visual a la tele y no te topes de narices con noticias, declaraciones, acusaciones y cositas sobre el mismo. (Menos un grupo social: los actores, músicos y titiriteros varios, tan proclives a meterse en la vida política cuando no corren riesgo alguno y tan pusilánimes o cobardes a decir una palabra cuando el bolsillo o el careto pueden sufrir algún contratiempo).


Estoy viendo venir que el tema éste del Estatuto va a ser un pretexto para numerosos ajustes de cuentas entre las diversas mafias políticas, económicas y mediáticas de este puñetero país (ojo, no por culpa de sus gentes más corrientes y molientes sino de sus clases dirigentes y lumpen proletariado que las apoya, a quienes habría que enviar en viaje turístico al espacio…pero sólo con billete de ida). Las cosas que se están diciendo unos y otros serán dignas de estudio por los psiquiatras del futuro. Si aquí hubiera cierta decencia y a rajatabla se aplicaran las leyes al personal que vive y mamonea de la política, (unos desde la tribuna y otros desde el apoyo cerril) ya nos habríamos quedado sin la mitad del personal, unos por regreso a las escuelas para educarse de nuevo, otros por ingreso en un psiquiátrico para una cura mental y otros muchos por entrada en una celda de castigo para copiar un millón de veces “los ciudadanos no son imbéciles, YO soy el imbécil”.


Uno de esos ajustes de cuentas ya se está pergeñando: van a la caza y captura de la COPE, esa cadena de emisoras cuya titularidad corre a cargo de los obispos españoles y que –al parecer- se ha convertido en un nido de delincuentes dado que algunas de sus más conspicuas estrellas radiofónicas andan cañoneando día sí y otro también al famoso Estatut y a los políticos que lo han parido. Y es que cuando alguien levanta la voz en contra de quienes dirigen y mangonean, ya sabe que –por mucha democracia y mucha leche que se pregone- las represalias pueden ser terribles.


Ciertamente que Jiménez Losantos (el principal cabecilla) es un lenguaraz que a menudo se pasa tres pueblos y medio. No suelo escuchar ni la COPE ni la SER (la emisora antípoda), pero algunos días en que me levanto medio dormido, me enchufo sólo cinco minutos a don Federico y el sueño se aleja raudamente. No falla la medicina. Ahora bien, de ahí a querer quitarle los micrófonos o cerrar la emisora, va un trecho. El mismo que separa lo que es la libertad de expresión de la omertá siciliana (o catalana). Si alguien considera que delinque, que acuda a los tribunales, aunque viendo y oyendo lo que hacen y dicen muchos políticos de este país, no sé yo a quienes habría que enchironar primero. Pero claro, los que mandan no sólo tienen bula sino que –además- pretenden hacer callar a quienes les molestan. Y resulta que siempre les molestan los mismos. Hace ya bastantes años, cuando Losantos y toda la trouppe que le acompaña trabajaban en Antena 3 radio-televisión y tenían un gran éxito de audiencia (como ahora), otra camada política de cuerda similar a la de ahora, recurrió a estratagemas económicas fraudulentas para apropiarse de la cadena y echar al díscolo grupo. Años más tarde, la justicia dictaminó la ilegalidad de aquel proceder, pero es incapaz de hacer cumplir su propia sentencia, tal poderío tienen quienes la llevaron a cabo.


Ahora, con el pretexto del debate sobre el Estatut catalán, vuelven a las andadas, pero con una diferencia: los obispos españoles serán como sean, pero no venden por un plato de lentejas su cadena de emisoras. De modo que sólo quedan dos caminos para eliminar a los disidentes: o hacer que a los curas les traiga cuenta echarlos, o acusarles de practicar la “catalanofobia” (¿?), atentar contra el “honor y la integridad” de las personas, o abusar felonamente de la libertad de expresión. Por esta vía anda ya el Consejo Audiovisual de Cataluña, un ente de ficción cuyos hilos mueven los jerifaltes que gobiernan aquella bella comunidad.


Claro que también se pueden utilizar métodos menos ortodoxos para eliminar a Losantos y cía. Se empieza por una llamada chistosa anunciando que se ha puesto un petardo en la emisora y se acaba con un asesinato. Losantos ya sabe como se las gastan los que le tienen en el punto de mira, no en balde ya sufrió un hecho violento cuando vivía en Barcelona hace la tira de años.


De modo que aunque uno no comulgue con este personaje y sus camaradas (aunque reconozca que en algunas ocasiones dice las verdades del barquero, esas que escuecen y provocan urticaria en quien las recibe), mucho me temo que a la hora de estar con la libertad de expresión o con el silencio de los muertos, el Puñetas lo tiene muy claro. Y es que si en esta historia hay algunos a los que habría que cerrar el pico y darles una pala para que trabajen en otra cosa y dejen de fastidiar, es a aquellos politicastros que se creen que todo el monte es orégano, que ellos son la razón personificada y que los demás somos simples súbditos que ni sabemos ni entendemos. Lo peor de todo es que encima se ponen la bandera alrededor de la barriga para afirmar con un morro de cemento armado que toda crítica hacia su persona y su gestión en realidad lo es hacia su patria o religión. Con este vil proceder, estos tipos sí que calumnian y agraden a la más importante de las leyes: el sentido común. Verbigracia, el descacharrante Carod de ERC que pide a la Generalitat “alguna acción judicial para parar el odio étnico contra Cataluña y contra la democracia”. Cría cuervos y te sacarán los ojos. No con el arma de la palabra, como hace el Losantos y Cía, sino con el arsenal del Boletín oficial, la policía y el poder económico y judicial. Tiene bemoles la pachanga de estos demócratas de pacotilla, que se creen que España o Cataluña son suyas o que ellos SON España o Cataluña.

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