viernes, 11 de noviembre de 2005

EDUCACIÓN BANANERA (1 DE 2)



Si a muchos nos llegan a decir hace 30 años que, pasado el tiempo y comenzado el siglo XXI, en esta España plural de mentirijillas que nos ha tocado vivir en la segunda parte de nuestras vidas, muchas escuelas e institutos iban a estar vigilados con cámaras de seguridad y guardias jurados (cuando no, la poli al acecho), hubiéramos creído que nos estaban tomando el pelo, la cabeza, el tronco y las extremidades. Y si nos llegan a decir que llegaría un día en que la educación en España sería la peor de toda Europa (y eso que entonces no había tantos países ni paisitos como ahora), nos hubiera entrado la risa floja y la hubiéramos puesto a remojar. Y si, para más inri, nos llegan a decir que el artífice principal de estos desaguisados futuros iba a ser un partido autollamado de izquierdas, que se supone que tiene a la educación como una de sus máximas prioridades, entonces directamente nos hubiéramos ido a por el agorero y le hubiéramos puesto las manos en el pescuezo o de patitas en la calle.


Bueno, pues, visto lo que se ve, el agorero no habría hecho ciencia-ficción. Y es que, ñores y ñoras, chicos y grandes, tontos y listos: hoy disfrutamos de una educación bananera, conseguida a costa de unas leyes impresentables, fruto de unos gobiernos formados por unos “cretinos profundamente incultos”. La frase entrecomillada no es mía (todavía sería más duro y ácido), sino de Javier Orrico, catedrático de Lengua y Literatura de Bachillerato (o sea, un pelanas), autor de un libro que se va a vender como rosquillas, intitulado “La enseñanza destruida”.


Ocurre que este profesor –aparte sus cosas editoriales y tal- sigue trabajando dentro de un instituto, de manera que sabe de qué habla y de lo que vale un peine, no como esos descerebrados que pululan en cantidades industriales por el Ministerio de Educación y la tira de Consejerías de Educación de las Comunidades Autónomas, muchos de los cuales han desertado de la tiza y ahora se dedican a vivir del cuento y del morro, eso sí, mostrando a los profesores que todavía no han podido huir de las aulas que las cosas van requetechuli y que son unos pringaos que no saben hacer ni un diseño curricular ni una ACI ni un desarrollo competencial la mar de guay. ¡Toma del frasco, Carrasco: los que tienen pánico a la tiza, y por eso desertaron de ella, dando encima lecciones a los que todos los días se juegan la garganta, el sistema nervioso y a veces hasta el pescuezo tratando de enseñar a juntar letras a unos alumnos que –pasados los doce añitos- se convierten en los reyes del manbo!


Ahora andan los nuevos cantamañanas del gobierneo con otra nueva ley educativa que vuelve a dar una vuelta de tuerca más a la necedad y estupidez de la ley anterior. ¡Siempre perfeccionando los despropósitos! Y es que todavía quedan logros que alcanzar. No basta que ya en la actualidad uno de cada cinco adolescentes de 15 años tenga dificultades para comprender lo que lee. ¡Hay que lograr que la cota suba a tres de cada cinco!


Pero dejemos que hable el catedrático que de esto (como sujeto paciente y doliente) sabe mucho: “Este fracaso educativo acabará derivando en lo que ocurre estos días en París, que es producto del malestar de la sociedad y de una educación en la que los chicos nunca tuvieron normas, ni reglas, ni moral ni principios”. “Antes los institutos públicos tenían fama, prestigio y ofrecían garantías de calidad, pero con la LOGSE se acabó con dos principios básicos: la educación en libertad y que todo acto tiene consecuencias. Por otro lado, al impedir que los profesores ejercieran una mínima disciplina, como expulsar al alumno, no se enseñó a los chicos que sus actos tienen consecuencias, y se acostumbraron a la impunidad general. No aprendieron a resolverse la vida y ahora quieren que se la resuelvan los demás”.


A la pregunta sobre “¿De qué forma siente este “desastre”, como profesor?”, la respuesta es demoledora: “Nos han cambiado la profesión, no podemos enseñar. Las clases medias se han ido masivamente a la enseñanza privada y concertada porque la pública es desastrosa. Quien más ha beneficiado a la enseñanza privada en España han sido los socialistas. Y ahora lo que quieren hacer, en lugar de mejorar la enseñanza pública, es poner grilletes a la concertada –porque contra la privada no pueden hacer nada- para que el desastre se reparta por todas partes”.


Y en esas estamos. Al moribundo logsiano le van a dar la puntilla con la nueva ley, llamada LOE. Pero es que los conocimientos y la cultura les importan un pimiento a estos burros gobernantes. De lo único que se trata es que la chavalería esté controlada en las aulas para evitar que en la calle haga diabluras. Que se lo pase bien aunque no aprenda, que luego les da por leer y pensar y entonces hasta son capaces de no creer en nuestras mentiras. El Puñetas, que ya mandó a hacer gárgaras hace mucho tiempo a estos desgraciaos que nos desgobiernan -sean de izquierdas, de derechas o ambidextros-, tiene algunas ideas que pudieran paliar (que no solucionar –esto no lo salva ni dios) el actual desaguisado educativo. Pero eso será tras la publicidad, con permiso de mis ocasionales y amables lectores.

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