viernes, 14 de octubre de 2005

CARTAS AL DIRECTOR

Tengo debilidad por las “Cartas al director” que publican los periódicos y revistas. Es la primera sección que leo y con más atención que el resto. Muestran normalmente un acercamiento a la realidad muy superior al que manifiestan los políticos o los periodistas en las otras páginas. Quizás por eso sólo ponen un par de ellas en cada edición, con cuentagotas, aunque seguro que podrían llenar al menos una página. Tienen miedo de que el lector inteligente descubra el pastel.


Del último fin de semana he seleccionado las cuatro cartas siguientes, que de manera sencilla y directa reflejan el podrido mundo de las empresas de telecomunicaciones, el deporte, la justicia así como el ninguneo que se hace al ama de casa. Un pequeño botón de muestra de la verdadera realidad que viven los ciudadanos de a pie expresada de manera sencilla y clarita como el agua.


“El distribuidor (de Amena) imprime el contrato y le sale como dirección mía “apartat de correus” Terrassa y “provincia” Málaga. Le digo que con estos datos no lo firmo, dice que habrá sido un fallo informático, pero que llama y se arregla. Al ponerse él en contacto con Amena, le explica lo ocurrido, que acaba de activar un contrato y que han salido mal algunos datos en el impreso, a lo que Amena contesta que no se admite ningún contrato con la dirección en apartado de correos. No firmo el contrato por lo que me quedo sin el móvil. (…) Pero para quedarme tranquilo, llamo al servicio de atención al cliente, cuento que quiero hacer una queja por lo sucedido y que por favor me facilite la dirección de la empresa para mandar una carta. Se niegan a dármela y me dicen que tengo que enviar un fax”.


En vez de gastarse Amena un dineral en gilipollescas campañas publicitarias, mejor haría en obligar a todo su personal (desde el presidente de la compañía hasta la última mona que se pone al teléfono de desatención al cliente) a copiar mil veces el lema: “El cliente no es un pelagatos ni un imbécil”.


“En España ya sabemos que la envidia es el deporte nacional. Y como yo soy española, siento envidia (de la insana) de aquellos que perciben sumas de dinero ingente que equivalen al gasto de algunas partidas presupuestarias, como la de Ciencia. Me refiero sobre todo a futbolistas, constructores, artistillas, hermanitos y algún que otro caradura. (…) así que tenemos lo que nos merecemos, los mejores clubes del mundo y una de las peores ratios en premios Nóbel, 7 de 770 (compárense con los 77 de Reino Unido). Pensemos porqué premiamos a los ignorantes, a los iletrados. No es porque lo generen, hasta los más ínfimos descubrimientos de la Ciencia reportan mayores beneficios al sociedad que las patadas de los galácticos, las entonaciones de algún experto personaje o los amoríos de vete a saber qué primo de la hermana de alguno.”


Tranquilo, hombre. La pandemia sobre la gripe aviar que se avecina nos la van a resolver Ronaldo y Ronaldinho con sus goles y cabriolas.


“Mi hermana de 24 años sufrió hace un año un e de tráfico. Por supuesto la culpa era de alguien que llevaba exceso de velocidad. Resultado: una costilla y un esternón rotos, una importante hemorragia interna y un problema neurológico que la mantendrá con dolores de cabeza permanentes. Pero llega el momento de hacer justicia y compensar de alguna manera el daño físico sufrido (el daño moral no se puede). Como resultado: la médico forense, que examinó a mi hermana en diez minutos, decide obviar todos los informes y la juez, sólo tener en cuenta el de esta última. Cuatro mil euros de indemnización para una chica que ha tenido que dejar de estudiar, que no puede salir sola y cuyo dolor de cabeza la mantiene casi todo el día en la cama. Gracias a la forense por sus diez minutos y gracias a la juez”.


Seguro que quien causó el e está más contento que unas nueces celebrando que no le pasó nada. Y es que, además de médicos y jueces incompetentes y amorales, encima la suerte está muy mal repartida.


“Todos los años se habla del síndrome postvacacional que sufren algunos trabajadores al volver al trabajo y yo me digo: ¡qué suerte tengo! Pues como soy ama de casa (o algo así), no tengo vacaciones y no me puedo deprimir… Y, además, como mi trabajo no está reconocido como tal, tampoco se sufre estrés, mobbing, burning ni ná de ná. ¡Y qué suerte no tener un jefe que te acose! Además no puedes llevarte el trabajo a casa porque, evidentemente, ya lo tienes dentro. Pero no todo va a ser bueno y también se sufre síndromes de esos. Yo de lo que sufro es de síndrome ante-vacaciones. Me explico: a finales de junio, cada año, se me ponen los pelos como escarpias sólo de pensar que durante el verano mis hijos no comerán en el colegio y estarán todo el día en casa, que me pasaré el tiempo diciéndoles que apaguen la Game Boy, que no vean tantos dibujos y que hagan el libro de vacaciones. Claro que iremos a la playa, a la piscina y a otros lugares, pero mientras mi marido y mis hijos se relajan, yo sigo haciendo lo de cada día, porque siempre habrá algo que hacer para mí. Por eso, en septiembre empiezan mis vacaciones.”


Las amas de casa deberían tener un sueldo. Algunos políticos demagogos y embusteros también suelen afirmarlo en campaña electoral pero luego, cuando suben al poder, tararí que te vi. Y no sería nada difícil: o el Estado paga directamente, o si no hay dinero, se legisla que, al menos el 40 ó 50 % del sueldo del marido debería pasar a su mujer, en pago por su currelo en casa.

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