martes, 18 de octubre de 2005

EL PAYASO CUBANO

En la reciente cumbre de países hispanoamericanos celebrada en Salamanca y convocada por el adalid de las civilizaciones, el señorito Zapatero de la amplia y hueca sonrisa, estuvo ausente al final ese prohombre divino llamado Fidel Castro. Don Zapa se quedó con las ganas de ver en persona a uno de sus ídolos de la infancia y de su actual adolescencia. ¡Mala pata, hombre!

Yo también he de confesar mi enorme admiración por Castro. No sé qué tendrá este tipo que todo le sale bien. Le salió de diez la aventura de la revolución (en los tiempos de Maria Castaña) cuando otros, como el Ché, no pudieron decir lo mismo. Lleva más de 40 años siendo el capataz del cortijo cubano y no ha habido nadie hasta el presente que le haya puesto la mano encima. Tan bordes que son los americanos para estas cosas, teniéndolo a tiro de piedra, y todavía no le han montado ninguna guerra del Caribe, con lo baratita que les saldría. Se le murió de cáncer la mamá soviética y este hijo putativo aún continúa más fresco que una lechuga. Muchos años de boicot americano al país pero el tío sigue más tieso que una vela. Ni el Papa polaco consiguió barrerlo del mapa, y encima se murió antes. Y por si fuera poco, el dictador más antiguo del planeta –el muy capullo- tiene una salud de hierro que a este paso le llevará a centenario. ¿No es para envidiarle? Encima los progres de medio mundo le adoran a la chita callando, le mandan autobuses de segunda mano, ayuditas dinerarias, ordenadores, medicinas... y así lleva el mamoncete sobreviviendo y sobrematando la tira de años. ¡Joder, este sacamantecas es incombustible! Será ateo, pero todos los dioses del universo le protegen. Se morirá tranquilamente en la cama, ya lo verás. Su pueblo pasa hambre y vive míseramente. No pasa ná. Que medio país vive exiliado, no pasa ná. Que de vez en cuando fusila para matar el gusanillo de los viejos tiempos revolusionarios... no pasa ná. Más chulo que el punteras, todavía hoy se permite el lujo de ladrar. Recuerdo que hace un par de años promulgó una ley que decía: “Cuba prohíbe que la isla regrese al capitalismo”. El tío pretende seguir gobernando después de muerto. Y no veas el piquito de oro que tiene.


Le preguntas por la hora que es y empieza con el bla, bla, bla hasta que dan las doce en el reloj del campanario. Le preguntas a continuación que cómo va esa salud de hormigón y el tío nuevamente bla, bla, bla. Te vas a tu casa a dormir la mona y al día siguiente, cuando regresas, todavía anda el hombre amarrado a la dura perorata: BLA, BLA, BAL, BAAL, VAL, LAV, BAAL, BALA…. sigue balando el muy pesao.

Así que, en un interludio, aprovechando que el tío se pega un lingotazo de ron, antes de que continúe de nuevo el rollo contra el imperialismo norteamericano y otras coñas marineras, le sueltas como el que no quiere la cosa… -Se te ha caído la gorra, macho. Palabras mágicas. Don Fidelito comienza a buscar semejante indumentaria de su personalidad por todo el auditorio (la calle, vamos) y deja de hablar como un descosido. Momento que debes aprovechar para ir al retrete de un bar cercano. Más desde allí, dentro de la letrina, pronto vuelves a escuchar la voz de este pelmazo (debió encontrar la gorra bien pronto): -El Parlamento va a aprobar un proyecto mío, de mi propia cosecha, una reforma constitucional que dé categoría de irrevocable al socialismo y al sistema político social revolucionario actual que con tanto trabajo y hambre he conseguido. Nos hemos manifestado nueve millones de cubanitos (me he gastao un dineral en bocadillos, pero se da por bien empleado). Se han recogido más de ocho millones de firmas y tras tres días de reunión parlamentaria hemos decidido (o sea, he decidido) que jamás, nunca más, ni per sécula seculorum ni pa ti ni pa mi, vuelva jamás el capitalismo. A partir de ahorita tendremos un socialismo intocable, irrevocable, impertérrito, indeformable, irreversible e impepinable… Pues menudo soy yo pa estas cosas. Y que sepan mis cubanitos revolusionarios que aunque yo me muera, estaré vigilando desde el más allá el cumplimiento de esta nueva ley, porque a mi no me la pega cualquier mindundi capitalista aprovechando que me descompongo corporalmente en un nicho caribeño. A mí la historia me absolverá y por tanto mi alma y mi mente seguirán rigiendo esta islita hasta que resuciten los muertos y vuelva de nuevo en cuerpo y caqui a este país donde todos tenéis ganado el cielo por tanto amor y tanto oído como me demostráis… (Y a continuación soltará un escupitajo y añadirá…) Podéis iros en paz, almas de Castro.

Y yo que sólo le había preguntao por su salud... Desde luego, la patria de los cubanos es el mismísimo Cielo, porque se lo han ganado (los que huyeron y los que se quedaron en la isla) aguantando las parrafadas eternas de este payaso disfrazado de soldado llamado Fidelito Castro, alias “el Coñazo”.

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