martes, 11 de octubre de 2005

LOS TONTOS DE LA NACIÓN

Con el lío que nos traemos por las Españas con el coñazo del Estatut catalá, que recoge la aspiración de los politicastros de aquellas tierras de que se las reconozca como nación, salen ahora mis primos del Partido Andalucista por estas tierras de acá y –aprovechando que cumplen 40 años de no se sabe qué- quieren exigir que en el nuevo Estatuto de Andalucía también aparezca el eslogan de moda en este otoño/invierno: “Yo soy una nación, tralarí, tralará, tralaró”.

Que por las Cataluñas estén dando la tabarra con semejante ordinariez, pues vale, pues de acuerdo, la masturbación política para quien se la trabaja y esas cosas. Los pesados de turno llevan con la misma cantinela algo así como un siglo y alguna vez habrá que darles con las puertas en las narices o permitirles que cojan el dinero, corran y nos dejen en paz. Pero que en la Andalucía en que quemo mis pestañas circulen por las bambalinas politiqueras unos cuantos tipos (que no se representan ni a sí mismos y que caben en un taxi) dándole al manubrio con el dichoso término de “nación”, ya es para mear y no echar gota.

Así que cada vez los ciudadanos que sólo aspiramos a que los políticos cuatreros que nos gobiernan intenten resolver problemas tan banales como la carestía de la vivienda, la sequía, una sanidad sin colas eternas, una educación eficaz y en paz, una mínima seguridad en la calle y otras bagatelas por el estilo, tenemos que aguantar a estas alturas del peliculón que sólo se dediquen a tocarnos la entrepierna con eyaculaciones sobre “nuestra identidad” (¡tu padre!), “nuestros derechos históricos” (¡ostras, Pedrín) o estupideces por el estilo como organizar todos los doce de Octubre un desfile militar a ritmo de corneta.

Un inciso: sólo así se comprende que –por ejemplo- estén más preocupados estos golfos en cambiarle el nombre al hospital Carlos Haya de Málaga (porque al parecer el nombre se refiere a un aviador franquista, al que no conoce ni la madre que lo parió) que procurar hacer la vida más agradable al paciente que acude a consulta, a sacarse sangre o a realizarse unas pruebas, el cual tiene que realizar una espera en la sala de ídem de una o dos horas, eso sin contar la de meses que lleva haciendo cola hasta que le toca el turno para acudir a las mismas. Mientras el dedo mira a la luna, el imbécil mira al dedo. Pues eso les pasa a estos políticos del desamor hermoso.

Retornando a la memez en que se han instalado algunos, resulta que el Partido Andalucista ha celebrado el 40 aniversario de su nacimiento. Y el principal reto de su desconocido e ignoto secretario general es el siguiente: “Quiero ser el secretario general que lleve a Andalucía a ser denominada como nación en su Estatuto de Autonomía”. Dicho y hecho: desde su afirmación de Montilla-Moriles, es que las calles están a rebosar con miles y miles de personas que claman a grito pelado que Andalucía es una nación chin-pón. Pero, ¿quién es Julián Alvárez, ese secretario particular del PA, a quién no conocen ni sus vecinos? ¿Es que basta con que a una cofradía de amiguetes –por mucho que vivan de la política- se les ocurra cualquier tontería para que la misma se convierta en norma? ¿Pero con quién cuentan estos déspotas, aparte de con sus obtusas mentes calenturientas?

Y para que se vea que todo se copia y se pega, menos la hermosura, el mismo ínclito personaje (al que sus compadres aplaudieron hasta con las orejas) se soltó acto seguido la siguiente perla: “El Partido Andalucista es el partido que lidera a esta tierra”. Si siendo cuatro gatos y teniendo seis votos, el señorito Álvarez es capaz de sentirse tan importante, no quiero ni pensar lo que diría/haría de tener personal en el partido como para llenar un autobús y obtener en unas elecciones la mayoría absoluta. Miedo me da. Pero dijo algo todavía más estrambótico: “El Partido Andalucista no es de sus dirigentes ni de sus militantes, sino de Andalucía”. ¡Toma del frasco, Carrasco! Claro que lo que en realidad quiso decir, pero no se atrevió (cosa que sí hacen sus camaradas vascos y catalanes, más acostumbrados a estas felonías) es que “El Partido Andalucista ES Andalucía”. No lo dijo, pero se le adivina.

El resto de las cositas que acompañó a los postres son las típicas de estas cencerradas: egolatría (“España necesita un PA fuerte”), obviedad (“del pasado hay que aprender”), simpleza (“no se puede renunciar a nada”) o estupidez (“quiero ser el líder andaluz que con más claridad defienda los derechos históricos de esta tierra”).

Por favor, os lo suplico, no nos defendáis tanto, dejad en paz esos derechos históricos que no están escritos en ninguna parte, abrid el pico sólo para comer langostinos o pan con tomate y, sobre todo, intentad hacer algo útil por el gentío que para eso cobráis una buena pasta. Yo me conformo con tener el agua garantizada hasta el 2007 o no tener que esperar 6 meses para hacerme un escáner en el Hospital Carlos Haya, cuyo único problema es que tiene un nombre muy feo por lo que hay que cambiárselo. Naturalmente por el de un político. Y así hablan de ponerle "Blas Infante", el padre de la "patria" andaluza. Todo queda en casa, aunque la pobre esté sin barrer, sin fregar y amenazando ruina.

1 comentarios:

Anónimo dijo...
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