domingo, 19 de octubre de 2008

EL JUEZ DE LA CAMISA DE ONCE VARAS

 
Hay dos sentidos a los que algunos concedemos tanta importancia, si no más, que a los clásicos: el sentido común y el sentido del ridículo. Del primero hablan muchos, pero del segundo casi nadie se acuerda o incluso su ausencia es considerada una virtud. Pues no: el sentido del ridículo es muy necesario porque que sin él pueden cometerse las mayores tonterías y las mayores infamias. Sólo quien no tiene sentido alguno del ridículo puede vanagloriarse de ser el más listo, el más solidario, el más guapo, el más inteligente, el más justo o el más gracioso. O dicho de otra manera, considerar que los demás son torpes, egoístas, feísimos, subnormales, etc.

Por mi olfato de perro perdiguero, tengo la impresión que el juez Garzón carece del sentido del ridículo, aunque para convertirla en afirmación precisaría conocer personalmente al personaje. Que el juez más famoso del mundo (¿) quiera ahora exhumar miles de cadáveres de una guerra cruel habida hace ya más de 60 años es una excelente noticia para los caínes que tanto abundan por esta antiquísima piel de toro. Pudiera ser que al final los unos y otros acaben arreándose mamporros con los huesos encontrados en las fosas comunes. ¿Hará falta recordar que vivimos en un país en el que los demonios familiares, para muchos, no sólo se remontan a 1936 si no –incluso- a siglos anteriores? No extraña que hasta una celebración reciente, como la del 2 de mayo de 1808, todavía se plantee por algunos -¡200 años más tarde!- como una efemérides de lectura política actualísima.

Cualquier persona con sentido común y moderado sentido del ridículo diría que cuando se tiene una justicia decimonónica en medios –como la española-, con un atasco de causas y procesos pendientes digno del Guinnes, lo último que hace falta es añadir más leña al horno que no funciona. Se ve, sin embargo, que eso a algunos les encanta. Como estamos en un país donde pocos leen, nuestra historia es una gran desconocida. Es el caldo de cultivo ideal para que la propaganda funcione a tutiplén. En vez de enterarnos de nuestro pasado por los historiadores de variado pelaje, las hemerotecas y otros recursos al uso, una gran mayoría lo hace a través de los políticos (que sólo recuerdan lo que les interesa), los periodistos de pacotilla que viven sólo de los chascarrillos,eslóganes y anécdotas y algún que otro juez al que le encantan las causas perdidas para ganar él fama y poder. Como si no tuviera pendientes cientos de ellas, pero de hace cuatro días, a las que sí puede hincarle eficazmente la dentadura.

Da lo mismo que la familia de Lorca se niegue a que algún personajillo público se haga la foto con los restos de huesos del poeta vilmente asesinado: habrá foto. Si hay familias que pretenden encontrar y honrar a sus muertos (por culpa de la guerra civil, del franquismo o de la batalla de Guadalete), se les debe prestar todo el apoyo y medios requeridos sin necesidad de montar este circo mediático y legal en que se han empeñado algunos. También haría falta (es sólo una tonta idea) que las telemierdas y otros medios de comunicación dedicasen sus esfuerzos en hablarnos de nuestro pasado de luces y sombras, desde el más reciente al antiguo, a ver si así la mayoría aprendemos algo del ayer (para aplicarlo en el hoy y el mañana), en vez de tirar el dinero en concursos para oligofrénicos y en tanto fútbol comecocos. Son un servicio público pero todavía no se han enterado ni queremos enterarnos. El famoso juez (otra estúpida idea) debería centrarse en lo que ahora toca, sin tantas alharacas ni cámaras retratando su augusta persona, pues más parece una estrella de cine que un discreto servidor de esa señora  de tan  buena presencia (aunque ciega y sorda) llamada “justicia”. ¿Es que no se da cuenta –quizás por ausencia del sentido del ridículo- que ha coleccionado tantos cromos mediáticos y propagandísticos –como aquel de convertirse en político fino de la mano de Felipe González, del que tuvo que salir huyendo en estampida- que muchos lo tenemos más que calado? Para meterse en camisa de once varas ya nos sobran nuestros amadísimos políticos, directores de bancos y cajas, famosuelos de medio pelo y hasta presidentes de clubes deportivos.

== VIDEOTECA ==

LEONARD COHEN - TAKE THIS WALTZ.  
(Un binomio perfecto: La poesía de Lorca y la música de Cohen).



CARLOS CANO - LA MURGA DE LOS CURRELANTES.
(El cantor andaluz tempranamente desaparecido, siempre tan irónico, popular y cercano al sentir de la calle).



LLUÍS LLACH - CAMPANADES Á MORTS.
(El cantautor catalán sigue sobrecogiendo con esta rabiosa canción. No válida para estómagos delicados).

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