jueves, 9 de octubre de 2008

EL DESALOJO DE LOS HOMBRES-ANUNCIO

El señorito Gallardón y la señorita Ana Botella, alcalde y concejala de Medio Ambiente de Madrid, van a prohibir la presencia en la capital de Spain de los hombres-anuncio. Tranquilos, no de los fubolistas que llevan propaganda hasta en el culo, ni de los famosos que en sí mismos son un cúmulo interminable de anuncios, ni de los propios políticos que sólo viven para la propaganda. A quien van a mandar al paro es al tipo que circula con un cartel delante y otro detrás anunciando cualquier pijadilla. Pocos hay por la ciudad pues poca es la costumbre de usar a este personaje, pero menos van a quedar. Exactamente, cero patatero. "Nos parece que obligar a alguien a soportar esos carteles y transitar por las calles ataca la dignidad de las personas” –han dicho muy dignos el señoritingo y la señoritinga. ¿Dónde han estudiado moral, ética y estética esta pareja tan meapilera? 
 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece bien; y de paso que se den una vuelta por mi currelo, a ver si evitan que el jefe me envíe a desatascar y limpiar alcantarillas y desagües.

Será mejor ver gente vendiendo pañuelitos de papel en los semáforos...

Supongo que ahora que llega el invierno protestarán cuando alguien venda castañas asadas en un carrito por la calle. Y cuando vuelva el verano prohibirán que la gente ande tirando de un carrito de helados. Al fin y al cabo llevan publicidad.

Juan Puñetas dijo...

Me gustó una pequeña anecdota que Martin Ferrand escribió el sábado en ABC:

"Aquel día, tomábamos café en la barra, y nos lo jugábamos a los chinos, el maestro Antonio Calderón, Joaquín Peláez, Juan Sampelayo, Teófilo Martínez y este servidor de ustedes, que era todavía novicio. Fernando, por turno, ejercía de limpiabotas y acertó a pasar por allí un escritor de cierto renombre, ínfulas sociales, color azul y tan avanzado a su tiempo que hacía carrera de su posición anti USA. Nos afeó el uso del betunero e inició un sermón referente a la dignidad de la persona y el indigno símbolo de un hombre arrodillado ante otros para el mejor lustre de unos zapatos. Fernando saltó irritado: «¡Cállate, cabrón, que me quieres dar una dignidad que no me falta y quitarme un pan que necesito para mis hijos!». Al tiempo que gritaba, Fernando agitaba el cajón de su industria, rebosante de betunes, cepillos y tintes, y trataba de agredir con él al redentor".

La cosa debió ocurrir hace ya bastantes décadas pero se que la idiotez es siempre recurrente y se traspasa de escritores a alcaldes bienpensantes y moralistas.