martes, 28 de octubre de 2008

CHORRADA CONFUSO-REFLEXIVA SOBRE LOS TIEMPOS CAMBIANTES

Hubo un tiempo, que duró mucho tiempo, en que los cambios se veían venir a lo lejos y daba tiempo para enfrentarse a ellos o asumirlos. ¡Qué tiempos tan redundantes! Hasta los cambios más radicales y revolucionarios se vislumbraban a tres leguas. Hoy, en este mundo desnortado y desequilibrado en que vivimos, a veces te enteras de que algo gordo ha cambiado a tu alrededor justo cuando ya ha pasado. Es el movimiento continuo hacia ninguna parte, el cambio permanente de la nada más vacía y tontuna. Compras una tele o un ordenador o cualquier cacharrete y ya lo adquieres viejo, desahuciado, pasado de rosca, aunque te lo estén vendiendo como la novedad más novedosa. Así que no nos enteramos de la misa, ni de la mitad.

Éramos la maravilla de la economía mundial y en un pis pás, zacatrás, al foso de los leones. Te comprabas un pisazo y un cochazo a precio de oro porque podías permitírtelo y, en poco menos de lo que canta un gallo, ahora te enteras que eres un insolvente, que estás en el paro y que hasta una lata de sardinas es un objeto de lujo. Vivías en una nube algodonosa cuando, pumba, de golpe y porrazo, se ha convertido en una tormenta perfecta. Sin olerlo. No te valen ni los tropecientos asesores y expertos, ni tus cincuenta masters sobre cómo adivinar el futuro sin morir en el vano intento. Nada, eres un pobre hombre o mujer al que ya le ha abandonado hasta la mascota. ¿Y cómo puede ocurrirle esto al inteligentísimo humanoide, dios de dioses, dueño del cielo y de la tierra? Pues sencillamente porque ya han conseguido que seas una máquinita más, de esas que se programan en un laboratorio repleto de publicistas y fontaneros y que –como todo el mundo sabe- son idiotas perdidas en cuanto le quitas las pilas o desenganchas de la corriente. Nos han programado con una basura tecno-ideológica de tienda de todo a cien, que abotarga el cerebro y hasta los sentimientos. Vemos sin ver, sentimos sin sentir y sólo sabemos que no sabemos nada, justo cuando ya no hay solución. Entonces hay que resetear el sistema, repleto de porquería y desechos que a nada conducen: hipotecas subprime, globalizaciones tercermundistas, desarrollo sosteniblemente insostenible, trolas a precios de saldo, ideas de barro -cocido en un estudio de televisión- y servido a domicilio en el sofá del dulce hogar. Como siempre, el tipo al que le ponen la cornamenta por montera, es el último en enterarse. Cuando quiere darse cuenta ya se ríen de él hasta los ciervos más torpes.

Como hacemos el mundo a nuestra imagen y semejanza, tenemos el planeta y el clima que nos merecemos: hechos la picha un lío. Ayer estábamos tomando el sol en la playa y hoy, si no sacamos el abrigo, la palmaremos de frío. En cuestión de horas hemos pasado del tórrido verano al invierno más crudo. De la sequía más montaraz a ahogarnos bajo tres metros de agua. De creer en algo sólido aunque más falso que Judas (que somos los reyes del mambo), a constatar que lo único seguro es que somos carne de croqueta. Del totum revolutum, sin solución de continuidad, al revolutum totum: el carrito de los helados y, dos metros más allá,  un tío vendiendo castañas asadas;  un comercio con bikinis a precio de saldo y, justo al lado, otro con abrigos rebajados de pieles sin piel. Un despiporre, una mezcolanza, un guirigay, un follón en el que los  vividores de aguas revueltas pescan a sus anchas gracias a la programadísima confusión y caos del hombrecillo corriente y de la mujercilla moliente. Nuestra clásica naturaleza (tan en vías de extinción como el trabajo bien hecho) se cortocircuita con tanto cachondeo, pero esa reacción es el canto del cisne.  También el palmípedo caerá en el puchero. Lo que unos pocos malprogramados inútiles llamamos “memez”, la gran mayoría sincroprogramada lo define como “progreso y cambio”. Tantos siglos de lenta evolución y arduo afán civilizatorio para acabar no sabiendo ni la hora que es porque los tecnócratas nos la cambian cuando les sale de sus bajos más bajunos. Bush, Sarkozy, Pu Chi Min, Putinov, Zapatero...: no nos salveis del caos, por favor. Dejad que nos licuemos solos... 

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