miércoles, 23 de abril de 2008

PIRATAS DE VERDAD

En el momento en que escribo esta parida, los marineros de un barquito vasco-español andan retenidos por un grupo de auténticos piratas –no como los de guante blanco que pululan por los países del Primer Mundo- después que fuesen abordados cerca de Somalia cuando se dedicaban a la caza masiva del atún. El suceso es habitual por aquellos andurriales: un caso típico de división internacional del trabajo. Allí llegan numerosos barcos procedentes de los países más desarrollados (y depredadores) del planeta para hacer negocio con el atún, al que no dejan vivo, y otros intentan aprovecharse secuestrando a los marineros más desprotegidos para pedir una recompensa económica a sus lustrosas naciones. Usan la violencia porque son unos facinerosos, violentos y desalmados, mientras que el ejército de barcos que acuden a pescar por aquellas aguas sólo están trabajando para el bien de la humanidad. El éxito de estos piratas es muy remoto (no saben a qué fuerzas poderosas se enfrentan, ¿verdad, Sarkozy?) y si los cogen acabarán ajusticiados al sol, pero la envidia es mucha y la pobreza, no veas… Así que parece inevitable la repetición frecuente de estos hechos tan lamentables.


Como el tema mueve muchas emociones (personales y patrioteras) y puede resolverse en cualquier momento, no quisiera escribir al hilo de la actualidad concreta. Sí diría una cosa que no va a gustar a todo el mundo, y la prueba está en que casi nadie habla o ha hablado de ello. Las potencias mundiales vienen esquilmando el planeta, a los países pobres y a los mares desde tiempos casi inmemoriales. Lo han hecho en sus años de gloria y menos gloria: España, Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica, Holanda, Rusia, EEUU y otros muchos que me dejo en el teclado. Son los países menos indicados para exigir a nadie un respeto escrupuloso a las normas del derecho internacional y tal y cual, Pascual, pues casi siempre se las han pasado por el forro: antes y ahora. (Por ejemplo, el tema de Japón con la caza de ballenas es de aurora boreal. Acabará por no dejar ni una viva).


¿Por qué no dar la vuelta a los argumentos? ¿Quiénes son más piratas: los descerebrados que retienen a la fuerza a los tripulantes de algunos barcos pesqueros que faenan en la zona o quienes están detrás de esos barcos chupadores de “todo lo que no tenga dueño”? Sí, el mar es de todos, pero luego resulta que siempre son los mismos quienes lo ensucian y esquilman. Siempre son los mismos quienes se llevan el pescado y hacen negocio con él.


Nadie pretende justificar la barbaridad de secuestrar a unos pescadores que se ganan la vida honradamente y como pueden. Ellos no tienen la culpa de ser el último eslabón de una cadena particularmente devoradora de los recursos de todos. ¡Cuántos viven del atún y cuántos no ven del mismo ni las raspas, y eso que pasa en bancadas al lado mismo de su miserable choza! Por una vez, y sin que sirva de precedente, pongámonos en la piel de los desgraciados más desgraciados de esta historia, a los que ni siquiera estos piratas miserables les cederán ni una moneda, caso de cobrar el secuestro, que tampoco.


Para piratas, oiga, los que viven cada día gracias al uso y abuso de los recursos naturales existentes en países tercermundistas o en sus aledaños, a los que condenan a una existencia miserable y de los que se llevan todo cuanto pueden a un precio ridículo, cuando no gratis total. No es por señalar pero esos países tan democráticos y con gentes tan bienpensantes son (somos) unos fariseos de tomo y lomo. Ahora, en vista de que los piratas de barco y cuchillo abundan demasiado por las aguas de donde ellos sacan toda la riqueza que pueden –dejando a los países cercanos con el moco al aire-, pretenden cubrirse con la ONU, la OTAN y lo que haga falta para que su pescadores puedan faenar sin sufrir más sustos que los que ofrece el mar. En realidad les importan poco sus obreros del mar. Lo único que les interesa es la pasta que deja el atún y otras capturas, así como las beneficiosas repercusiones que eso tiene en las tasas de empleo y en el Producto Interior Bruto propio. Cuando Somalia u otros países pobretones del entorno consigan tener un barquito válido para pescar atún en cantidades industriales, ya no quedará un bicho vivo en cientos de kilómetros a la redonda.


Y ahora, ¡marchando una de marmitako de atún cocinado por el gran Arzak o cualquier otro maravilloso mago de la cocina española! O francesa, un suponer…

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