martes, 2 de octubre de 2007

AQUÍ YA NO LEE NI EL GATO

Es cosa archisabida y demostrada empíricamente que en España es más fácil encontrarse un perro verde que un habitante de dos patas que lea un par de horillas diarias. En estos tiempos abstrusos que nos ha tocado vivir no somos tan diferentes de nuestros antepasados: el analfabetismo viene de antiguo y ya casi se ha instalado en los genes.


Digamos, antes de que empiecen a lloverme tomates y hasta algún ladrillazo de protesta, que hoy día no podemos considerar analfabeto sólo al que no sabe leer ni escribir. El listón ya no está ahí. Los catetos y catetas actuales son quienes no saben entender un mensaje audiovisual, ni la propaganda directa o subliminal que nos acecha desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, ni conocen a quienes disponen de sus vidas y haciendas a través de la política, la economía, los mass media y otros organismos de control social. Son catetos y catetas los que sólo miran en una sola dirección (cuando nuestro mundo destaca por la multiplicidad de los puntos de vista acumulados en siglos de evolución), los que esgrimen un pensamiento único, los que piensan y hacen exactamente como les indican desde instancias ajenas a sus propias vidas y vivencias. En fin, para no enrollarme: con los numerosos medios de comunicación actuales, la posibilidad de acceso a ellos, la baratura de los mismos y su casi infinita diversidad, el ciudadano de un país medianamente desarrollado debería ser más listo, inteligente, sabio, culto y redicho que cualquier personaje medianamente insigne del siglo XIX y anteriores. Pues, de eso, nada, monada. Algunos parece que acaban de nacer en el Paleolítico.


Hay dos recetas buenas, bonitas y baratas, paisa, que elevarían el listón de tanto asnalfabeto suelto: leer y viajar. En lo primero, aquí ya no lee ni el gato y en lo segundo, cada vez viajamos más, pero parece que es sólo para tomar el sol o para ver las televisiones extranjeras. Lo segundo suele resultar caro, pero ¿leer? Basta acercarse a un kiosko estos días para, por cuatro duros, acopiarse de una auténtica biblioteca donde estarían los clásicos griegos y romanos, la literatura, la novela histórica, las mejores biografías, la cocina, los libros de autoayuda y hasta las obras completas de los cuentos de Calleja. Y si compramos prensa, podremos coleccionar por pocos euros obras de calidad sobre los mejores museos, la historia de España, aprender inglés, conocer todas las regiones de nuestro país, las mejores canciones de Pavarotti y hasta tener en casa una vajilla completa de Talavera. Jamás se le puso tan fácil al españolito de a pie el acceso a la cultura, la educación y el saber. Nos falla, eso sí, el sistema educativo, pero para mejorarlo bastaría quemar en la hoguera a todos los ministros y ministras de educación que hemos tenido en los últimos 20 años. El próximo, seguro que viendo el percal, lo haría mejor.


¿Y qué hace el personal con todo lo que se le ofrece en los quioscos? (Las librerías ya sabemos que están en vías de extinción). Pues, francamente, no se sabe. Hoy mismo leo que “el 40 % de los jóvenes de la provincia de Málaga entre los 18 y los 30 años no leyeron ni un solo libro en el año pasado”. El 14 % sólo afirman haber leído uno. Sabiendo que en las encuestas mentimos como cosacos, elevemos la cifra de no lectores a un 70 % y lo mismo nos quedamos hasta cortos. Y no es que los malagueños en particular, por aquello del buen tiempo y la playa, pasen del tema. “Los que viven en la costa leen más que los del interior” –afirman también los enteraos de la encuesta. Los resultados a nivel nacional no difieren demasiado. Ya en 2004, en una encuesta realizada a españoles de más de 14 años, se obtenían cifras parecidas en la no-lectura. Y cuando ésta se producía, el 92 % la realizaba para, simplemente, “entretenerse”.


Por no leer no le echamos el ojo ni a los propectos de las medicinas que tomamos, cuando por la cuenta que nos trae, deberíamos empollárnoslos hasta aprenderlos de memoria. Más no hay que preocuparse, porque todo tiene una explicación: “Los padres creen que se han cambiado las páginas de los libros por la lectura en el ordenador”. Como escribía el Mairena de Machado: para suspender a un niño me basta ver a su padre. O como lo hacía en otra ocasión: “El cateto perfecto es el que nunca se asombra de nada; ni aún de su propia estupidez”. ¡Qué país y qué paisanaje!


== VIDEOTECA ==


CORTO PERO SABROSO...


FAHRENHEIT 451

2 comentarios:

FREIXO DE ESPADA A CINTA dijo...

Considero personalmente, caro amigo,que la cosa viene de muy atrás,un poco por un proceso imparable de la evolución técnica, otro poco por la masificación de la tv, y más tarde, por el proceso imparable de internet.
El libro -por desgracia- está quedando reservado a libreros, lectores exigentes e impenitentes, gente que no quiere perder el placer de leer en cama, en el tren, jóvenes bien conducidos por sus padres y maestros. Pocos, Don Juan,pocos...
Claro que tampoco es infrecuente encontrar a algunos falsos y pedantes lectores con un libro (el mismo)durante semanas paseando con él bajo el brazo. Algunas veces,a tenor con su contenido, pienso en el posible uso cotidiano como somnífero.
Respecto a lo que nuestros gobernantes dedican históricamente al mundo de libro en comparación con lo que invierten en otras actividades pseudoculturales, da gana de reir.
Claro que éstas son mucho más útiles cara a la manipulación,pues no facilitan la reflexión ("..no piense Vd.hombre, cuando otros lo pueden hacer perfectamente por tí").
Visto todo lo visto, la cosa va en picado. Lamentablemente.
Siga Ud.con salud y coraje

Anónimo dijo...

Gracias por recordarme que, además de todo lo bueno que tiene el libro, a veces puede servirnos para coger el sueño bien rapidito, especialmente si andamos con falta de ello. Un buen somnífero, natural y sin efectos secundarios. Respecto a los paseantes de libros, cierto que cada vez abundan más. Especialmente entre los estudiantes que durante el curso se dedican a no dar un palo al agua. Otra cosa no harán, pero echarle kilómetros a la mochila y los libros...