viernes, 9 de febrero de 2007

ABUSO DE MENORES


Me comenta un amigo mío, profe para más señas, y jefe de estudios para más inri, que todos los días le llegan más de una docena de actividades de corte “educativo” programadas por ongs, organismos oficiales y empresas de todo pelaje. Y que con el cuento de las salidas escolares, la enseñanza de valores, las actividades extraescolares y el currículo oculto, los docentes no tendrían tiempo ni de dar clase si se dedicasen a prestar atención al uno por ciento siquiera de estas ofertas, algunas de ellas absolutamente gratuitas, pues muchas encierran la clásica publicidad subliminal o el justificar el gasto de un dinero público que se embolsan algunos listos. Así, una conocida marca de compresas ofrece charlas gratuitas a las escolares y hasta les regala un paquetito de muestra. Otra, que se dedica a vender pasta de dientes, también ofrece charlas gratuitas en el propio centro ensalzando las maravillas del fregoteo dental, al tiempo que a los escolares les ofrece un pack de regalo. En otros casos, los chavales deben salir del Centro para visitar las instalaciones del comercio o empresa tal o cual, quien les organiza la visita, les da un desayuno de bienvenida y hasta les regala algunos productos de la marca. En otros casos, es una determinada ONG, el Ayuntamiento o la Diputación quien dispone de una partida de gasto para hacer de los chavales una gente fetén: charletas de seguridad vial, de juguetes no sexistas, de reciclado, de cómo hablar con lenguaje no sexista, para explicarles lo malo que es el tabaco, etc. Y todo ello impartido frecuentemente por gente joven e inexperta, cuando no semianalfabeta, aunque muy guay, que se cree que los niños son unos seres virginales y con el disco duro sin formatear todavía.

En fin, que aunque los profes suelen tratar algunos de estos temas en las materias de carácter social, si atendiesen parte de esta oferta disponible, adivinen cuando tendrían tiempo de trabajar las mate, lengua o conocimiento del medio. Eso sin contar con los tropecientos días especiales del año: de la paz, del libro, del medio ambiente, de la mujer trabajadora, de Europa, de carnaval, de la cocina mediterránea, de los minusválidos, etc. Y si a todo ello unimos algunos de los proyectos educativos que todo Centro que se precie suele llevar, sean de intercambio europeo con otros coles allende los Pirineos, sea la enseñanza del parchís como juego multidisciplinar para el fomento del cálculo mental…, pues eso, que nuestros chaveas presumiblemente van a acabar sabiendo mucho de todas estas cosas tan provechosas, pero en las materias instrumentales que son las que forman el intelecto del individuo, van a quedar más atrasados que un cojo en una carrera de galgos. Según los mandarines del invento y los meapilas de la cosa educativa, todo debe pasar por la escuela: la educación sexual, la vial, la prevención de las drogas, la no violencia, la cultura emprendedora, la prevención sanitaria, la correcta alimentación, el no sexismo y las cien mil santísimas lacras que nos acojonan diariamente. Frente a este tomar la escuela como el vertedero de todo problema social para intentar concienciar y solucionarlo desde la más tierna edad, tenemos en franca retirada la opinión más tradicional de que el colegio está para aprender básicamente conocimientos y desarrollar aptitudes y hábitos intelectuales que formen a la persona y la doten de recursos para actuar autónomamente. Para este sector, la educación corresponde básicamente a la familia.

Resumiré maniquéamente las dos posturas, aunque la primera está ganando en la actualidad por goleada (el último invento que viene de camino: la educación para la ciudadanía y tralará): o criamos personas intelectualmente idiotas pero con gran conciencia social o nos dedicamos a formar gente inteligente para que después –cuando tenga uso de razón y salga a la sociedad a batirse el cobre- empiece a pelearse contra todos los molinos de viento que amenazarán cortarle el cuello, incluidos los capullos que nos gobiernan por tierra, mar y aire.

Para lograr las dos alternativas simultáneamente, afirma mi amigo el profe, tendría que estar escolarizado el niño las veinticuatro horas del día. En realidad, hacia ese camino vamos, con mozuelos y mozuelas que se hospedan en los colegios desde las 7,30 de la mañana en el aula matinal, siguen con el horario lectivo normal, continúan en el comedor y acaban su maratoniana jornada con actividades extraescolares, allá por las 18 horas y pico. Luego los angelicos son recogidos por su parentela, ven la tele dos horas, cenan, se acuestan y a empezar un nuevo día. Si a esto no se le llama explotación infantil o abuso de menores, que venga dios y lo vea. Al menos, eso dice mi amigo el profe...

2 comentarios:

Jc dijo...

Y luego se quejarán de que los chavales no salen bien preparados del colegio. Si cuando acaba la jornada les dejáramos merendar tranquilos en casa, descansar un ratito y, luego, ponerse a estudiar lo necesario y a hacer sus deberes, mucho mejor nos iría el asunto.

Yo personalmente a mi hija procuro meterla en las menos actividades posibles (y eso que aún está en tercero de infantil).

Debo ser un antiguo.

Juan Puñetas dijo...

Pues sí, bastantes niños se tiran ya más horas trabajando (cole, actividades extraescolares, academias, deberes...) que sus padres. Lo malo es que todo ello da pocas garantías de mejor educación, cultura y preparación, tal y como está el patio.

Soy de los que cree (también mi amigo el profe) que hoy día hay chavales que tienen una preparación enorme, pero que son unos pocos comparados con el resto de los que han desaprovechado la gran cantidad de medios que esta sociedad nuestra pone a su disposición. Incluida la escuela...