viernes, 17 de noviembre de 2006

PELIGRO: HUMANOIDE MOTORIZADO


Todos los días nos desayunamos, almorzamos y cenamos con noticias de accidentes de tráfico de todos los colores. Las más llamativas y escalofriantes salen en las telecacas, pero la mayoría suelen ocupar dos renglones en el diario local. Ya no es noticia que un peatón quede hecho papilla en un paso de cebra. No llama la atención, por habitual, el que un motorista sea arrollado cuando estaba parado ante un semáforo. Por no hablar de los accidentes mortales que ocurren especialmente las noches de botellón en que se van a freír monas al más allá gentes que todavía no han salido del cascarón de la adolescencia. Chavales que se dejan los sesos en el asfalto porque no llevan el casco en la motillo, viandantes a los que asaltan en la acera vehículos conducidos por descerebrados a quienes se les queda pequeña la calzada. En fin, un desmadre total. ¿Quién no ha vivido en sí mismo alguna de estas historias? ¿Quién no tiene un familiar cercano al que le sucedió un accidente parecido a los descritos? ¿Quién no coge el coche o se calza las botas de peatón y va rezando a todos los Santos –incluso siendo ateo- para llegar a su destino a salvo de tanto malandrín y cornúpeta como pulula por el asfalto?


Sí, sabemos que estas cosas pasan hasta en las peores familias. El otro día, sin ir más lejos, veía un anuncio en la televisión marroquí (zapeaba en busca del tesoro telecaquil) en la que un mocoso hacía diabluras con su motocicleta por las calles de una concurrida ciudad africana. Sin casco alguno en la cabeza. Hasta que un accidente, del que milagrosamente sale ileso gracias a Alá y a los guionistas del spot, le hace recapacitar y ponérselo de ahí en adelante. Sí, sabemos que es difícil meter en la cabeza de los humanoides motorizados que cuando se suben a un “cuatro latas” por mucho Audi o BMW que les vendan, están participando en una ruleta rusa donde o tú disparas o cien mil hijos de su madre te pueden saltar la tapa de los sesos en cualquier segundo.


Hoy titula un periódico regional así: “La carretera de la muerte de Alcalá la Real”. Y habla de que en seis años van ya seis muertos. Una carretera comarcal nada peligrosa, como tantas otras, salvo que el personal se cree que puede ir por ella a velocidad de autovía. Mil veces he pasado por ella y sé de qué hablo. El problema está en que es una carretera por la que desde el pueblo se accede a Granada en algo más de treinta minutos. Y para la ciudad de la Alhambra se va más o menos sobrio, pero a la vuelta a las tantas de la madrugada, hartos de alcohol y eufóricos por la movida, la carretera se achica, los ojos hacen chiribitas y el coche se va a tomar por saco en una curva o choca contra el pobre desgraciao que va a trabajar cuando otros regresan a casa a dormir la mona. ¿Carretera de la muerte? ¡Quiá! Criminales potenciales a los que habría que volver a engendrar para hacerlos de nuevo con dos dedos de frente. Para mearse: al lado de la noticia anterior, otro titular indicaba…: “Condenan a un senador del Partido Popular por conducir bebido” ¡Aquí no se salvan ni los padres de la Patria!


En España la droga nacional es el coche. Algunos lo cogen hasta para ir a mear. Para una patulea de gente el transporte público o es una incomodidad o una cosa tercermundista. La especulación urbanística y la casita en propiedad ha obligado a miles y miles de personas a vivir a gran distancia de su lugar de trabajo, convirtiéndose en rehenes del coche si es que quieren no sentirse náufragos en tierra. Familias hay en que cada miembro mayor de edad tiene un vehículo, incluido el perro, que conduce un Golf de 200 CV, cuando sale a cagar al parque de la barriada. La guinda es que conducir no es como nos lo presentan esos anuncios edulcorados de los fabricantes: diversión, seguridad, tía buena y otras coñas marineras. Un vehículo motorizado, hoy día, es un artilugio de matar dadas las altas velocidades que alcanza y la fragilidad del esqueleto humano. Luego, para colmo de males, los que deberían vigilar por la seguridad de todos (que para eso cobran y se dan la gran vida) sólo saben poner cara de póker, hacer a precio de oro anuncios para coleccionistas del cine gore y tomar alguna medida con diez años de retraso respecto a nuestro entorno.


“No hay sensibilidad. Tienes que escuchar cosas como que la víctima es el conductor. El que entró en prisión en Canarias por circular varias veces bebido es un potencial asesino. Matar con un coche es un crimen perfecto, nadie va a la cárcel. Las víctimas de accidentes de tráfico son la oveja negra y la Justicia pasa del tema. Deben endurecerse las condenas a los infractores. El que atropella a un peatón a toda velocidad es un criminal y debe ir a la cárcel”. (Afirmaciones de miembros de la Asociación de Afectados por accidentes de tráfico, a la que en pocos años podría pertenecer la mitad de los españoles).


Pese a los miles que están cayendo en el asfalto desde hace la tira de años (esto sí que es terrorismo y lo demás son cuentos) en esto de la accidentalidad vial (castigada con una palmadita en la espalda al culpable y un féretro muy bonito para el que se llevó por delante), nuestras autoridades tienen un gran remedio que está en fase de estudio: disminuir la edad para obtener el carné de conducir, siempre que se conduzca acompañado por un adulto. Alegan que así se aprende a ser mejor conductor en un futuro. ¡Así se aprende a matar antes, capullos!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaja, si tienes razon, deberian anunciar asi los accidentes, de una forma mas chusca, pero bueno me imnagino que por respeto a las personas que lo pasaron pues se mencionan objetivamente, salufos

bye

Jc dijo...

Te remito amigo puñetas a un comentario que hacía yo en el mes de marzo. Decía por aquel entonces:

"Estoy harto de ponerme en carretera y ver conductores británicos (deben serlo, porque en las autovías circulan a 60 Km/h por el carril izquierdo), obras que deben reiniciarse una y otra vez gracias a su "enorme calidad", firmes llenos de parches, chapuzas y otras lindezas, cunetas con desniveles inenarrables, cambios de rasante dignos de figurar en una montaña rusa, "quitamiedos" que dan más miedo del que quitan, caravanas de camiones cuya distancia de seguridad es de unos escasos centímetros, "discotecas móviles" con un energúmeno ataviado con gafas de espejo, camiseta de colorines, pelos de punta y uno o varios pendientes en una o ambas orejas, avasallando al resto de los conductores, "moteros" suicidas que se tumban en una curva a la izquierda mientras te adelantan por la línea continua al doble de la velocidad permitida, "pilotillos" de rally cuyas trayectorias son más propias de una lagartija que de un coche, "vuelos rasantes" a 190 o 200 Km/h en las autopistas, ¿sigo?

Y, así, podríamos hablar también del tráfico en las ciudades. Los intermitentes se convierten en un adorno para que la trasera de los coches no quede tan sosa. Los pasos de peatones en el lugar ideal donde aparcar una furgoneta. La educación en un concepto trasnochado que se quedó para los "Manuales de Urbanidad de la Srta. Pepis". El color ámbar no existe. El rojo se convierte en "ámbar oscuro". Los vados en propiedad común de todos excepto quien lo paga. Las plazas y glorietas en el espacio necesario para adelantar a ese "caracol" que circula a 50. Las grandes avenidas en el circuito de Indianápolis. Las señales en adornos para el borde de las aceras. Los peatones en esos molestos bichitos que se empeñan en cruzarse donde no deben (encima tienen la desfachatez de hacerlo en esos tramos con rayas pintadas en los que tan fácil es patinar). Los ciclomotores en una pesadilla. ¿sigo?"

Anónimo dijo...

Tanto Montanito como JC sabeis muy bien de qué va la cosa. Y en realidad, todos lo sabemos. El problema es que el personal se monta en el cuatro latas e, igual que cuando acude a ver un partido de fútbol, se transforma, se vampiriza en un ser tan distinto y con reacciones tan poco previsibles fuera de dicha situación, que cuesta trabajo reconocer en ocasiones al original. Seguramente la situación (escondido entre la masa, en un partido futbolero, o camuflado por las cuatro paredes del vehículo) permite transformar nuestra personalidad en la parte más odiosa y reprimida que tenemos, pero cada vez abundan más especímenes que fuera y dentro del vehículo o del estadio mantienen el mismo comportamiento descerebrado.

¿Y qué hacemos? ¿Aceptamos que subirnos a un vehículo es jugar a la ruleta rusa y que -por el inmenso número de gente que juega como nosotros- las probabilidades de golpetato son mínimas? (Cosa que no es cierta, claro). ¿O hacemos las dos únicas cosas razonables: despotricar y exigir mano dura, por un lado, y exigirnos a nosotros mismos el ser dentro del coche unos conductores serios y responsables, pese a quien pese?

Cuando viajo por una autovía a 110 ó 120 kms por hora, respetando los límites de velocidad, me adelantan hasta los caracoles. Aseguro que gasto más calorías cuando emprendo un viaje (aunque sea por la ciudad) que cuando hago deporte durante dos horas, de la atención, tensión y esfuerzo que tengo que hacer para evitar a esos ejemplares que cita muy bien JC. En la parte crítica del asunto, considero que el mayor terrorismo se da con esto del tráfico. Estamos metidos en una guerra mundial, cuyas muertos y heridos superan en un año a todos los habidos por razón de guerra en el mismísimo siglo XX. Opino que los fabricantes de vehículos son enormemente responsables de la situación porque les preocupa muy poco el aspecto de la prevención y la seguridad. Al fin y al cabo, lo suyo es vender coches y cuanta más siniestralidad de vehículos haya, más venderán para reponer a los convertidos en chatarra. Y de las autoridades, bueno, como suelen ir en coches blindados y con gente de gorra de plato que es la que se lleva los sustos, no cabe esperar nada. Así que, en España, cada día mueren de media 12 personas y la gente de menos de 40 años tiene en la carretera su mayor fuente de mortandad. Genial, ¿verdad?

Soluciones las hay de todos los colores, pero nadie tiene bemoles para ponerlas en práctica, ni las autoridades ni los usuarios. Por ejemplo (es sólo una idea), que de fábrica todos los vehículos lleven impresas en la chapa, por los cuatro costados, y con letras bien gordas, el siguiente lema: "Este cacharro mata". Y si no lo hacen los fabricantes, deberíamos empezar a hacerlo algunos conductores, aunque estoy seguro que la policía nos pondría una multa por no sé qué articulado. Es cosa de probar...