martes, 17 de octubre de 2006

JUGUETONA PARIDA SEXUDA


Está más que demostrado que lo único que vende, en un negocio redondo y turgente, es el sexo. Los desfiles de moda, auspiciados por sexudos modistos y creadores, sólo tienen como objetivo mostrar el culo y las tetas de las modelos en los telediarios de las telecacas. Los programas esos de “realitis chou” engañan con el señuelo de que los concursantes aprenden a hacer gorgoritos o son observados en un experimento sociológico encerrados bajo cuatro paredes hermanas, pero en realidad el objetivo evidente es que aquello parezca una merienda de negros y negras en que los unos y otras se dediquen al himeneo y al cachondeo de los bajos para así ganar audiencia y pasta gansa.


Las películas, anuncios, salones del automóvil y otras coñas marineras parecen más una carnicería (por la carne que muestran) que anodinos medios de ociar o perder el tiempo. Para qué nos vamos a engañar: el sexo vende todo lo que puede y más porque el ser humanoide, especialmente el macho, suele pensar más con la entrepierna que con el cerebro. O será que el pensamiento lo tiene en el escroto y alrededores.


Dicho lo cual, generalizando y exagerando un poquillo para que este libelo alcance la categoría de sátira en toda regla, bueno será decir que hay un terreno donde está vedado el sexo: la política. No conozco a nadie al que se le hayan alegrado las pajarillas viendo a esa pandilla de borregos y borregas que tiene como única misión en la vida resistir, decir sí boana a los jefes, repetir hasta la saciedad loss eslogans que se les ocurren a sus gabinetes de prensa y provocar problemas allá donde no los hay. Encima el físico no suele acompañarles y por muchos modelitos que se pongan los más coquetos y coquetas, como nuestra queridísima vicepresidenta del gobierno (la única que trabaja), callos se quedan. Lo de la erótica del poder es un cuento chino para presumir. Lo que sí existe es la erótica para joder al prójimo, no en lo físico (aunque en las dictaduras también) sino en lo económico, anímico, intelectual y un largo ecétera.


Ciertamente que el sexo mueve el mundo, junto con la comida y la dormida, pero así como las dos últimas movidas o quedadas se hacen por obligación, el primero suele responder a una devoción o vocación. No conozco a nadie que odie el sexo de manera espontánea o natural, salvo por imponderables como el cabestro del marido o la artrosis en grado cuarto. Ni siquiera la abstención voluntaria vía celibato tiene nada de natural. La prueba es que desde tiempos antiguos los monjes se dedicaban a mortificarse físicamente el cuerpo mediante castigos y flagelaciones para –con el dolor- hacer stop a la líbido. Y es que cuando la espalda te sangra o estás hecho una piltrafa física, no dan ganas ni de mirarse los pellejos en el espejo.


Cosa bien diferente es que por convencionalismos algunos seres vivos y vivas sean capaces de poner puertas a su campo sexual hasta que la hierba esté bien crecida y exista una madurez económica, sacramental o social que la acompañe. Pero al final, todos caen como conejos/as. Incluso algo tan serio y tan poco usado sexualmente como los periódicos, es capaz de albergar decenas, qué digo, centenares de anuncios sexuales con un lenguaje perfectamente explícito sin que a sus mojigatos dueños y directores se les caigan los anillos. Una prueba más de que a todo el mundo le gusta sacarse un excelente sobresueldo con los mondongos del prójimo y la prójima. “Guarra y perversa”. “Pelirroja muy ardiente con pechos pequeños pero muy juguetones”. “Italiana morena y rasurada”. “Madurito, deportista y bien dotado”. “Orgasmo garantizado”. (Sólo le falta añadir: y si no, le devolvemos su dinero). “Házmelo ya. Mi marido volverá pronto”. “Agrupamos tus créditos e hipotecas en uno y te ahorramos hasta el 50 %”. “Sotogrande. Chalet 2.000 m2. Dos millones doscientos cincuenta mil euros”. (Uy, perdón, se me colaron dos anuncios absolutamente de sexo duro, animal y humillante).


Ya digo, el sexo vende, compra, alquila y enriquece hasta a los más meapilas. Y sobre todo, las perversiones. Yo, por ejemplo, es que veo a Carod Rovira con una antorcha en la mano, de noche, paseando como un fantasma por los alrededores del Castillo de Montjuic de Barcelona, invocando el espíritu traidor a la II República del camarada Companys, el primer golpista de ERC, y es que mi líbido se pone a trescientos por hora. Si fuera un acto político ni me inmutaría, pero ante el espectacular desfile antorchero-roviresco, más peliculero que una larga marcha del Ku Klux Klan, a cualquiera no le sube la bilirrubina, la testosterona y hasta los triglicéridos. Y es que, oiga, el Puñetas no es de piedra.

2 comentarios:

Jc dijo...

Yo practico sexo al menos 12 horas diarias.

Me jode trabajar, me jode el jefe, me jode el ayuntamiento, me jode la junta, me jode el gobierno, me joden los informativos, me jode la telebasura ...

¿Quieres más sexo aún?

Anónimo dijo...

Veo que has captado el mensaje juguetón con el que me he liado esta vez. Una cosa es que le demos de vez en cuando unas alegrías a los bajos (para eso, entre otras cosas, venimos desde el limbo antes de regresar a él) y otra la erótica del joder que siempre practican sobre nosotros, pobres objetos carnosos sometidos a la ley del más fuerte (el gobierno, el jefe, la telecaca, el otro gobierno....), a los que -encima- suele gsutarles el sado). Al lado de "este sexo duro, aniaml y humillante", los estrambóticos pequeños anuncios de la prensa mojigata y pretendidamente seria nos deberían provocar una tierna sonrisa.