viernes, 20 de octubre de 2006

ASCO DE POLÍTICOS


Si nuestra querida clase política está inaguantable los días ordinarios del año, con sus navajazos, sus corrupciones y sus mamoneos, qué vamos a decir cuando llegan los días gloriosos en que se juegan el potaje de los años venideros: las campañas electorales. En realidad no se juegan o pasar hambre o comer a dos carrillos porque nuestros políticos tienen bien trincado el puesto laboral (sea en el gobierno, en la oposición o en el mediopensionismo), pero a nadie de estos cantamañanas les amarga el dulce de ganar unas elecciones y así tener más oportunidades de hacer carrera, o sea, de pisotear a sus adversarios y de ningunear a ese pueblo al que odian salvo cuando se trata de sacarle el voto cuatrianual. En ello estamos. Empiezan los catalanes, a los que siempre les encanta ser los primeros en todo, y le seguirán otras autonomías, las municipales y más tarde las elecciones generales.


Llevamos cuatro días de campaña electoral catalana y sólo falta un muerto sobre la mesa. Agresiones, amenazas de muerte, vídeos denigratorios, insultos a la prensa, preservativos para follar al contrario... Todo muy educativo y con mucho seny. Como debe ser, caramba.


Lo que más llama la atención es que el enemigo público número uno de todos los partidos es el PP, lo cual que teniendo en cuenta que jamás se come una rosca en las elecciones, es asunto la mar de pintoresco. Otra cosa curiosa es que en Cataluña ningún partido es de derechas, incluido el PP. Todos reniegan de la mitad de su cuerpo, con lo que resulta grotesco verles caminar por las Ramblas o escalar por el Montseny sólo con la mitad del esqueleto. ¿Cuando van a ser honrados y reconocer que todos somos ambidextros y que la izquierda y la derecha la usamos indistintamente según para qué cosas? (Je, je, plantearé mi teoría político-psicomotriz próximamente en esta pantalla). Con este hipócrita proceder los muy trileros sólo ponen de manifiesto el desprecio hacia la inteligencia de la gente común. Y así lo hace el señor Montilla, aspirante socialista, que coge el metro para que vean por un día que él también es un tío del pueblo (y, claro, todo el mundo llega tarde al trabajo por culpa del numerito circense del caballerete). Y así lo manifiesta el comunistoide señor Saura que, ante una machista y deleznable campaña de sus juventudes de partido, las excusa diciendo que ya se sabe, los jóvenes “utilizan su lenguaje y sus formas de expresión”. Los jóvenes no, camarada, tus jóvenes. Y si generalizas a toda la juventud, corres el riesgo de que algún sector de ella te llame soplapollas y mamporrero, y encima tendrás que aguantarte porque lo hace siguiendo el lenguaje típico y tópico que les achacas.


Así que la política española y catalana está derivando a pasos agigantados hacia lo canallesco. Y no se salva ni dios ni partido que te crió. Desde el PP, instalado en un histerismo más propio de una trouppe de fans de cualquier cantante de medio pelo, al PSOE, para el que habrá que pedir la beatificación pues todo lo que hace y deshace no lo mejoraría ni San Zapatero de Asís. Y si hablamos de los partidillos nacionalistas, para qué si ya conocemos el paño. Los unos piden abiertamente que los psicópatas de ETA estén libres de polvo y paja para tomar sus txiquitos a la hora del almuerzo y los otros acusan al Defensor del Pueblo de ser “un aprendiz de Milosevic”. Por cierto que es lo más ruin y cobarde que he visto en mucho tiempo (digno, por otra parte, de la trayectoria histórica de ERC) pues cuando no estaba presente el señor Múgica lo pusieron de vuelta y media, y cuando éste acudió a rendir cuentas y podía defenderse, se levantaron y se fueron.


Pero entre cagarruta y cagarruta siempre hay tiempo para la ternura, que dijo aquél. Y el pijotero señor Más, el hijastro del exhonorable Pujol, nos ha salido con que si gobierna Cataluña (oiga, ¿no podría quedar desierto el puesto, porque de Montilla a Piqué, pasando por Más o Saura, vaya tropa…) propondrá un carné por puntos para los inmigrantes. Conociendo al señorito, supongo que la cosa irá más o menos así: si se aprende a hablar en catalán en un año, nueve puntos (el décimo sería si encima el emigrante es capaz de votar a Convergencia), dos puntos si ve todas las noches la TV3, tres puntos si compra en las tiendas del barrio en vez de en Carrefour o El Corte Inglés, cuatro puntos si aprende a bailar la sardana en un trimestre con el añadido de dos puntos más si los fines de semana se echa una ronda ante la fachada de la catedral, un punto si se hace del Barça y, en fin, varios puntos extra si al menos come una vez por semana monchetas con butifarra. Y cuando tenga muchos puntos, se les canjearán por partidos en el Nou Camp, botellas de cava, vinos del Penedès o entradas para ver al señor Rubianes. Con estas perspectivas hasta el Puñetas sería capaz de emigrar a Cataluña, aunque tengo amigos catalanes que lo que están pensando es en emigrar al Polo Norte. Pues no es mala idea tampoco: yo me apunto también.


Lo bueno de todo esto es que estamos hablando de una de las 17 comunidades españolas, o cortijos, o corralitos. Cuando echen a andar las elecciones de cada una de las 16 restantes, viendo lo que están diciendo y haciendo en las Cataluñas, no veas lo que nos vamos a divertir. Jo, qué magnífico porvenir nos espera…

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