viernes, 12 de mayo de 2006

MONTILLA, QUÉ PESADILLA



Por más méritos que le busco, no le encuentro ninguno al camarada Montilla, Ministro de Industria, Turismo y Comercio del Gobierno central, nombrado por el presidente Zapatero no se sabe para qué. Tiene el amigo una cara que despide huéspedes, como corresponde a la tipología del burócrata de partido, ese que corta el bacalao en la trastienda con tijeras y mano de hierro, más vulgar que un huevo frito pero al que su mediocridad y pocas luces le hacen pintipirado para el carguete. Es el encargado de hacer el trabajo sucio de los jefes y éstos, en justa correspondencia, le suelen conceder algún que otro premio, sacándole a la luz de los focos para evitar su apolillamiento, antes de retornarle a la oscuridad del segundo plano. Eso le acaba de suceder al ínclito Montilla, qué pesadilla, desde hace algo más de un par de añitos. Conocido en su barrio (Cataluña) a la hora de comer en el PSC (buen amo de casa, logró que la Caixa perdonase al partido unos milloncejos de nada), tras demostrar que lo suyo no es la oratoria, el pensamiento ni la intelectualidad si no sólo el maniobraje y el devolver favores, se hizo famoso cuando apalabró (y sigue en sus trece hasta que lo consiga) la OPA de Gas Natural (empresa ligada a la Caixa) sobre Endesa. Por cuatro pesetas (todavía queda bien referirnos a la antigua moneda) el amigo pretendía que sus amigos perdonapréstamos se quedasen con la compañía rival, a pesar de que ésta es mucho más poderosa.


Desde entonces el Montilla no da puntada sin hilo barriendo todo lo posible para el hogar. Incluso algunos lo perfilan como sucesor de Maragall para las próximas elecciones a la Generalitat de Cataluña. Una solemne mentira porque, aún en su chochez, don Pascual le da sopas con ondas al ministro, aunque cosas más raras se han visto por las Españas en sus largos siglos de historia. Aunque el hombre nació en Córdoba, o sea, que teóricamente sería andaluz, sólo le queda de su tierra de nacimiento el apellido, mal que le pese.


Ahora nos ha salido el amontillado progresista, de izquierdas y nacionalista catalán con que hay que parar los pies al desarrollo de la energía eólica, en la que en España somos punteros en general y en Andalucía en particular. Expone el burócrata –que en el fondo sigue haciendo lo de siempre, barrer para casa, o sea, para Gas Natural y la Caixa- que las comunidades autónomas deben reducir los megavatios de potencia a instalar, ya que ello desbordaría la absorción del sistema eléctrico. Su pretensión es que no se instalen más de 20.000 MW, frente a los 36.000 previstos para el periodo 20006-2010. Todo ello, aparte el bofetón que significa para el desarrollo de esta básica energía renovable, sin que le preocupen mucho las pérdidas de inversión empresarial y los miles de puestos de trabajo ya previstos, en un marco general en que “España es el país europeo más dependiente del petróleo, donde más crece la demanda de energía y el que más incumple el Protocolo de Kyoto de reducción de gases invernadero. Con este panorama y con el precio del petróleo a 73 dólares el barril, deberíamos ser los más interesados en fomentar las energías renovables: ahorran divisas, son limpias e inagotables, palían el cambio climático, generan riqueza y empleo, son vitales para el medio rural y propician nuevas tecnologías en un sector emergente” (diario "Málaga Hoy"). A Andalucía le quiere recortar la producción desde unos 4.000 megawatios previstos a 2.075. El objetivo del gobierno andaluz de incrementar el autoabastecimiento energético y disminuir las emisiones a la atmósfera a través del desarrollo de las eólicas, se puede ir al garete porque don Joselito Montilla pretende (esto lo digo yo) seguir ayudando a sus amigos a que hagan negocio y compensen el perdón-regalo que le hicieron del préstamo.


Naturalmente que todos los partidos andaluces (menos el PSOE, que ya veremos) han puesto el grito en el cielo. Y pronto saldrán a la luz los alaridos de otras comunidades autónomas perjudicadas, una vez que los periódicos comiencen a preocuparse del tema, cosa difícil pues ya se sabe que lo único importante son los chismorreos de la política, el fútbol y los famosuelos y famosuelas en paños menores. Mientras tanto, el Puñetas va a comenzar la práctica del vudú con el ministro Montilla a ver si lo ponen milagrosamente en el puesto de Maragall en las próximas elecciones catalanas y nos lo quitamos así del gobierno de España. El siguiente paso sería que los votantes catalanes demuestren una sobrada inteligencia y lo manden al paro, pero hasta ahí no llega mi sabiduría vudulera, je, je.

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