viernes, 17 de diciembre de 2004

LA PESTE DE LAS COLONIAS

Desde que la Navidad empieza a asomar la patita por debajo de la puerta allá a finales de Noviembre, es que no paran. Es la peste. Esa enfermedad que en la edad media se llevaba a miles y miles de personas por delante y que en la época ultramoderna actual se ha reconvertido en una moda tontuna que amenaza con llevarse por delante medio sueldo y media paga extraordinaria.

Hablo, por si algún extraterrestre no ha caído en la cuenta, de las colonias. De la invasión de todo tipo de colonias: para la mujer, para el hombre, para la abuela, para el perro... Te pones cinco minutos delante de la telele (sí, eres masoca, y qué...) y cae encima una bomba fétida de anuncios de colonias, uno detrás de otro, sin parar, sin darte respiro. No caes asmático de puro milagro.

¡Y mira que son tontorrones los anuncios dichosos! Todos con su mujercita haciendo el pavo. Y los hombres, haciendo el ganso. Nombres de colonias de lo más raro, aunque eso sí, siempre con evocación francesa, porque parece ser que si una colonia no destila aroma franchute pocos frascos va a vender en el mercado pestífero.

Y si va uno por algunos grandes almacenes, ni te cuento. ¡Un pestazo! Cada dos metros una señorita con falda corta y mano larga, que antes que salgas huyendo ya te ha endilgado una tirita olorosa de una colonia. -¿Quiere probarla, señor? -te suelta la muy picarona. Y tú, en plan educado, dejas escapar un... -No gracias, no tengo hambre. Y dos pasos más allá, antes de que te dé tiempo a coger las escaleras mecánicas y escaparte de la invasión perfumística, ya tienes a otra gachí haciendose la remolona con otra colonia. Al final, cuando te largas de los almacenes con unas ansias locas de respirar aire puro, te das cuenta que echas un pestazo a perfume que hasta los cerdos te mirarían con asco.

¡Todo sea por la Navidad!, dicen los optimistas. Pero yo creo que esto ya es pasarse. Porque además de la olor pestilente está el precio indecente. Una burrada de euros cuesta cualquier botecito de pitiminí con unos centímetros cúbicos de tan ridículo líquido. Eso sí, el bote parece una obra artística. Del arte del siglo XXI, vamos: hortera y absurdo, pero arte al fin y al cabo. Y es que a estas alturas de civilización el amaneramiento y la estupidez ya no tienen secretos para nadie. Nunca costó tan caro oler tan horriblemente mal.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

La colonia es el agua más cara del mundo.