miércoles, 16 de septiembre de 2009

EN EL CONFESIONARIO... EDUCATIVO (2 DE 2)

-Pero hay muchos más medios que antes, amigo. Los chicos estudian inglés en centros bilingües, hay ordenadores…

-Constantemente se están inventando programas y planes con los que remueven Roma con Santiago, marean más la perdiz y embrollan el asunto. Casi nunca funcionan, son de cara a la propaganda como prueba el que nunca realizan (y divulgan) la evaluación de los mismos. Y como se trata de tener al personal muy entretenido en estas cosas –para así ocultar la raíz de los problemas-, a unos planes suceden otros sin que dé tiempo a digerirlos y a comprobar sus resultados. Planes y programas de convivencia, coeducación, alimentación, bilingüismo, informática, biblioteca, educación para la paz, calidad… Hay tropecientos mil. Y junto a ellos se inventan normas de lo más peregrinas, presentándolas al profesorado como si hubieran inventado el Mediterráneo. Por ejemplo, que los alumnos deben leer al menos media hora todos los días. ¿Y qué se creen estos analfabetos que se ha estado haciendo en los colegios toda la vida? Otro ejemplo de normativa: ¡escriban y hablen huyendo de la discriminación de género, o les excomulgamos! Ya sabe, chicos y chicas, todos y todas, jirafa y jirafo. Los que no saben hablar ni escribir (como se comprueba fácilmente cuando se les oye abrir el pico o se lee sus paridas leguleyas) pretendiendo dar lecciones a los demás, inventándose una forma de hablar y queriendo imponerla a todo el mundo. Ahora está muy de moda lo del bilingüismo. Engañan hasta en la palabra. ¿Sabe en qué consiste el tan cacareado bilingüismo? En impartir en inglés la clase de plástica y una sesión de Conocimiento del Medio. Por ejemplo. Ya me dirá qué van a hablar en inglés 25 alumnos durante 45 minutos en una materia manual. Lo suyo sería reducir a la mitad  el número de alumnos por aula cuando asisten a la asignatura de inglés, duplicando el profesorado y ampliando el horario si fuera necesario. En los idiomas la clave es impartir la docencia a grupos pequeños. Eso sí, con el pretexto del “bilingüismo” la movilidad del profesorado ha aumentado (empieza a haber alumnos que cada año han tenido un tutor diferente), se complican los horarios, el reloj ejerce aún más su dictadura y todo se complica artificialmente. Como en tantas cosas, han escogido un camino equivocado y obsoleto pero lo visten con la modernura habitual de los pijonecios. Encima, si hay dos aulas de primero, sólo se le imparte el tan cacareado bilingüismo a una. A la otra, ni agua. En algunos centros, ilegalmente, seleccionan a los mejores alumnos –hay maneras bastante retorcidas para hacerlo desde la sombra- con lo que se empieza a crear una doble red: el aula de los listos (los “bilingües”, claro) y la de los torpes y de conducta más problemática (el aula no bilingüe, por supuesto). Menos mal que no tienen el morro de llamar a esto “igualdad de oportunidades”… Una autentica barrabasada, padre, que nadie pone en cuestión…   

-Le decía antes que ahora se llevan mucho los ordenadores…

-Y es normal que así sea, pero los están convirtiendo en un fetiche inaceptable porque son simplemente una herramienta más. Y lo que es peor: se han gastado millonadas en dotar a los centros de miles de ordenadores pero no han formado al profesorado. A lo máximo un cursillo de unas cuantas horas impartido por un conocido del primo del hermano de uno que está en el Consejo de Dirección del Centro de Profesores de la localidad, que esa es otra. Antiguamente a los profesores los formaba la universidad a través de cursos organizados por los antiguos ICE y los propios Inspectores, que eran Licenciados en Educación y Psicología por lo que al menos la teoría la tenían bien aprendida. Hoy todo es un erial. Cursos de flamenco, televisión o macramé. Hay una degradación completa (pedagógica y cultural) de la formación a los docentes. Pero hay más fallos que los meramente formativos. ¿De qué sirven decenas de ordenadores en un colegio si la conexión a internet es de la época de las cavernas o no funciona? ¿Sabe que han dotado de ordenadores a las aulas, impidiendo algo tan elemental como que las mesas de los alumnos se puedan mover para tomar otras distribuciones necesarias según la técnica pedagógica que se use o la materia que se imparta? ¿Sabe que hay alumnos que no ven la pizarra bien porque tienen delante la pantalla del ordenador y no hay forma de evitarla? ¿Sabe que el sistema WIFI es un fracaso, que los equipos se cuelgan y la conexión va y viene como si fuera un autobús? ¿Sabe lo complicado que es llevar una clase informatizada cuando el alumnado (de grito y voz fácil) está acostumbrado a usar el ordenador sólo como compañero de juegos, para descargas o chateo en las redes sociales? ¿Sabe, padre, que impartir una clase con el ordenador como centro didáctico implica un profundo y avanzado trabajo de preparación buceando en técnicas, programas, páginas web, etc, para lo que se necesita una preparación que la gran mayoría del profesorado no tiene, ni se les ha dado? ¿Sabe que el mantenimiento de todos esos miles de ordenadores empieza a escasear por lo que en muchos casos se están muriendo de risa? ¿Sabe, finalmente, que los políticos, mandos intermedios  e inspectores tienen aún menos idea de informática que los mismísimos profesores? ¿Y sabe que, por eso mismo, no se permite que el nivel de quejas pase del primer escalón, esto es, que han puesto los filtros suficientes para que no recibir información sobre la realidad? Naturalmente, todo funciona maravillosamente bien y si, por un casual no funciona, es culpa de los profesores que son unos inútiles.

-Ahora les van a dar un portátil a los chaveas de 5º y 6º de Primaria.

-Sí, padre, aquí en nuestra ciudad, cada dos alumnos suelen tener un ordenador en su aula. Ahora tendrán, además, un ordenador propio, regalado. En cambio, los libros de texto (que también son gratis), tienen que durar cuatro años, pasándose de unos alumnos a otros a la finalización del curso. Como se imaginará, libros sucios, medio rotos, nada atractivos para que un niño se entusiasme con ellos. Son de mírame y no me toques: no se puede subrayar ni escribir en ellos las actividades o hacer anotaciones. Hemos retrocedido un montón de años en técnicas pedagógicas que ya teníamos logradas y funcionaban a satisfacción porque ahora el libro sólo está para mirarlo. Ah, y nada de pedir material complementario a los alumnos. Prohibidos los cuadernos de ortografía, de redacción, de problemas, de lectura. Los padres no deben pagar nada por el material que usen sus hijos, salvo los lápices, gomas, libretas.. . Que vean claramente que la Junta y los gobernantes les regalan los libros de texto, como si el dinero no saliese de todos nuestros bolsillos. Claro que las familias, a las que duele mucho más la compra del material escolar de sus hijos que la cuota mensual al Digital Plus, la de cajetillas de tabaco o las cervecitas en el bar, también tienen parte de culpa. La educación sigue sin ser considerada prioritaria por gran parte de las familias a las que les produce retortijones comprar un simple libro de consulta mientras se le va el dinero en cosas mucho menos importantes. Parece, además, que quienes nos desgobiernan deseen conscientemente que nuestros jóvenes aprendan lo menos posible dado cómo manejan el patio. Quizás su modelo de buen ciudadano sea el de alguien sin ideas, sin principios, sin conocimientos básicos, sin sentido crítico… para que así sea fácilmente manipulable por la propaganda gubernamental, mediática, comercial y barriobajera de los bajos fondos del poder político y económico. Vaya, lo que ya tenemos desde hace unos añitos… Ya ve que no me muerdo la lengua ni las uñas, padre…

-Dan ganas de salir corriendo y no parar hasta aterrizar en el más allá…

-No controlan ni a esa minoría del profesorado que –como tiene lugar siempre en un colectivo tan amplio- no cumple con sus obligaciones mínimas, entre ellas la de asistencia  o llevar a cabo una enseñanza lo más eficiente posible. Les viene bien este “laisser faire” porque (el viejo truco para así quedar ellos a salvo) así pueden culpar a todos los docentes cuando les interesa, equiparándolos a las pocas ovejas negras a las que deberían echar de la profesión. También achacan a la mayoría los malos resultados del sistema, seguramente porque no saben aplicar las recetas de la manera exacta y precisa que los sabios de la Consejería educativa de turno han ideado en un despacho enmoquetado. Es la eterna canción: cuando las batallas se ganan quienes se llevan las medallas y el laurel de la Historia son los generales, pero si se pierden ya sabe que siempre es porque la tropa no cumplió las órdenes precisas que se les dieron o porque salieron corriendo como cobardes.

-¡Vaya plan…!

-Gracias, padre, por escucharme. Esto que acaba de oír no crea que se puede decir tan sencillamente en los claustros de profesores, a los superiores, a los padres. Todo funciona de maravilla, donde manda patrón no manda marinero, aunque el barco se hunda por culpa de que aquel está borracho o no sabe qué lleva entre manos. Y ya no le hablo de las familias, que ven a los colegios como simples guarderías donde los chaveas deben estar el máximo tiempo posible. Los equipos directivos ya apenas pelean por temas educativos. Casi todo su tiempo se va en asuntos de comedor, aula matinal (aparcan niños desde las 7,30 de la mañana), actividades extraescolares, horas y horas delante del programa informático de la Junta, ideado por gente más preocupada de resolver sus problemas que de resolver los de los centros educativos. La educación hoy día es poco importante, como casi siempre ha sido en este país tan cateturrio. Vea cómo lo que más duele a muchas familias (y así lo trasladan los medios informativos, los muy hipócritas, cuando se acerca el mes de septiembre) son los gastos en educación, donde meten la ropa de calle que hay que comprar a la niña porque la anterior se ha quedado pequeña o pasada de moda, las zapatillas Nike del niño,  que no ya no quiere las anteriores porque hay que estrenar nuevas y para eso es el que lleva los pantalones en casa... y en la escuela, claro. Nuestros chicos no duermen lo necesario, no comen lo preciso para estar bien alimentados, no tienen tiempo en muchos casos ni de jugar como niños que son. Lamentablemente hay otros que se pasan todo el día en la calle o en casa con la consola. Este desmadre y desnortamiento general lo vamos a pagar muy caro. En realidad llevamos unos años en que ya lo estamos pagando, como esos botellones juveniles con su culto al alcohol y su rechazo a una diversión serena y sana; como esa violencia gratuita que  vemos en las bandas y pandillas de barrio. Le dejo, padre, que ya le he robado demasiado tiempo y con mi discursillo  tristón y casi apocalíptico no quiero que caiga en una depresión que ni yo mismo tengo, aunque le parezca difícil de creer. Soy de una generación hecha a sí misma, en las dificultades del día a día, incluso en la miseria, en la represión política y moral de una dictadura ya felizmente superada, pero a la que ha seguido un tiempo de  democracia con gobernantes manifiestamente mejorables, fulleros, lastimosamente ineptos e incultos, sobre todo de un tiempo a esta parte… No podrán conmigo aunque ya empiece a desear la jubilación para apartarme de esta miseria, para dejar de ser considerado sólo un peón de obra, un soldadito manejable (sordo, ciego y mudo) al que echar las culpas cuando las cosas no funcionan, mientras que quienes tienen más responsabilidad en el desaguisado (esos mandos intermedios y superiores, generales y comandantes) siguen viviendo del cuento e imponiendo ideas peregrinas que serían desechadas en cuanto fuesen previamente consultadas al sentido común de la tropa. Gracias, padre, por escucharme estos minutos y no mandarme a la porra…

Antes de que pudiera decirle algo, aquel hombre se levantó y ya le perdí de vista. Dudé si había sido real aquella conversación. Lo que sí era absoluta realidad es que yo estaba sentado dentro de un confesionario y que antes de que apareciera el cura de aquella iglesia debía salir echando leches de allí. Eso hice. Ahora le he contado, lector, a través del Puñetas, que ha actuado de simple transcriptor, lo que allí se habló palabra arriba, palabra abajo.  Me gustaría un día encontrarme de nuevo a este hombre. Para hablar de lo que nos pasa, a él, a mí, a usted. Presiento que ese día estaba muy quejoso y que seguramente era su exceso de amor a su profesión lo que hacía que todo lo viese más bien negro. Quizás otro día me contase el lado amable de su trabajo y lo que se está haciendo bien. Lo malo es que no le vi la cara por culpa de la maldita rejilla del confesionario, así que difícilmente podré reconocerle en un futuro. Mecachis en la mar…

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