domingo, 1 de febrero de 2009

EL ACONTECIMIENTO (2 DE 2)

Las calles se quedaron vacías. Ni por la rúe del Funeral ni por la de Todo a Cien se veía un transeúnte. Todo el mundo estaba hacinado delante del Ayuntamiento. Cada cual buscaba, en dura pugna con los demás, el sitio más estratégico desde donde poder ver el espectáculo lo más estupendamente posible. Algunos chavales su subieron a las farolas, pero como las pobres estaban muy debiluchas, todos se fueron al suelo originando las risas del respetable.

-¡Que salga el ministro, que salga el ministro! –gritaba a coro todo el pueblo congregado.

Eran las cinco y cuarto y el Ministro aún no había salido al balcón municipal.

-¿Qué estará haciendo ese pelmazo? –dijo un chavalín de 34 años que sólo levantaba dos palmos del suelo (de ahí lo de chavalín).
-Seguramente estará preparando el discurso…

Pasó un ratillo y, al fin, en el balcón, apareció la oronda figura del alcalde de Piedragorda en compañía del señor ministro.

-¡Ciudadanos todos…! –empezó diciendo el alcalde con muy poca originalidad mientras que el pueblo le aclamaba y aclamaba-. Os he reunido aquí para presentaros al nuevo ministro…
-¡Que hable, que hable…! –rugía todo el pueblo a la vez.
-Señor ministro –le dijo el alcalde a la superior autoridad-  se ha ganado usted en unos minutos la confianza y la fe del pueblo que tan eficazmente yo gobierno. Le felicito. ¿Ve como mis ciudadanos son como todos los ciudadanos del mundo? Y ahora, le dejo sólo señor ministro. Ya puede usted empezar su discurso…
-Pero… -balbuceó el ministro al ver que el alcalde le dejaba más solo que la una en el balcón municipal.

El pueblo, expectante, seguía todos los movimientos oculares, labiales y manuales de la autoridad, sin perderse detalle.

-¡Piedragordanos todos! –empezó por decir el señor ministro. Pero ya no dijo más porque, desde ese momento, empezaron a lloverle tomates, melones, pimientos, berenjenas, patatas…

El acontecimiento duró treinta y cinco segundos escasos. El tiempo justo en que el señor ministro logró ponerse a salvo de los disparos y cantazos que le llegaban desde todos los rincones de la Plaza Mayor.  Una vez que logró escabullirse hacia el interior, el pueblo, lentamente, empezó a retornar a sus casas y a sus faenas habituales.

-¡Ya hemos aporreado a otro político! –iban felicitándose todos los piedragornanos.

Contentos y más felices que unas pascuas, caminaban en todas las direcciones. Mientras, a lo lejos, aún resonaban los ecos de las palabras del alcalde: “¿Ve cómo mis ciudadanos son como todos los ciudadanos del mundo?"

PD: Esta historieta fue escrita por el primo del Puñetas cuando sólo tenía diez añitos, en pleno franquismo. ¡Desde que era un mocoso ya apuntaba maneras tan bajas y rastreras!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Desconcertado estoy, caro Don Juan, tengo, "vulgo dixit", la "p.cha hecha un lío".
Mi cacumen no alcanza a entender bien de que va la cosa, aunque -empírico que soy- seguro contiene una enseñanza moral y/o una crítica acerva a la sociedad y la política.
Aunque...
esto podría bien haber ocurrido en el franquismo (2a parte, que en la primera puede que te dejaran "nuevo")
Hoy, probablemente, no podrían ir sin más a su casas: Se procedería a la detención e identificación de los "tomateros", luego aparecería una inspección de hacienda (la has cagao, Baldomero), unos municipales te pedirían la autorización de obra de poner el timbre en la puerta de casa, etc., etc. Y así, suave, suave, suavecito, con vaselina, te irían "ablandando" hasta que ni abrieras la boca. Y aquí no vale el cambio político, pues los siguientes te verían como un tipo peligroso, al cual había que tener, como mínimo, embozado.

Juan Puñetas dijo...

Amigo Freixo, desliemos la pirula que uno no siempre se explicotea como es debido, pasándose a veces de ironía o diciendo con sarna lo que debería ser bien serio.

Este cuentecillo (porque eso es) lo escribió el Puñetas (su alter ego, quiero decir) allá por la mitad de los años 60, cuando era un renacuajo. O sea, que entonces estábamos en el solar del tío Paco. Hace unas semanas, muy gratamente, en esas ventoleras que le da a uno en la cosa de tirar papeles viejos o nuevos, me encontré con un par de cuentos de la niñez/adolescencia que ya tenía olvidados. Decidí que éste venía bastante bien a estas Paridas y prácticamente casi ni retoqué nada, salvo redundancias y alguna gracieta hoy incomprensible o políticamente incorrecta ("un padre que le estaba dando una azotaina a un hijo oyó el tolón, tolón...").

Al final del cuentecillo creí conveniente referirme a su origen (yo creo que se adivina un poco la ingenuidad de la historia, salvando la sorpresa final) y quizás la referencia al "primo del Puñetas" y al "franquismo" (que sólo utilizo como palabra sustituta del año aproximado en que fue escrito), le han debido liarse más que la pata de un romano. A mí me hubiera pasado lo mismo. (A veces uno se pone algo barroco o innecesario, adornándose en el lance por la cosa de la diversión -sin la cual estas paridas no existirían- y se olvida que el primer mandamiento del emisor es que el receptor capte el mensaje preciso. Claro que a veces también juego al despiste -estas paridas, amigo mío, son tan reales e irreales como la vida misma- y al final no me aclaro ni yo mismo, o sea).

Que en una España en donde la política no llegaba a los ciudadanos, un renacuajo como "mi primo" escribiese un cuento con ese final, tiene su aquel, no me diga... Claro que ya entonces era un buen lector de La Codorniz y algunas que otras revistas de humor que, entre risas y bromas, sembraban la crítica a lo que "no" pasaba en aquel país. Quizás de entonces provenga mi profundo resquemor ante la clase política, acrecentado por la enorme decepción que ha supuesto la camada de mangantes, irresponsables e incompetentes que a manos llenas y a miles nos ha caído luego en la bendita democracia. Tan bendita que -como dice usted bien- el cuento contado acabaría de mala manera pues el poder cambia de forma pero no de fondo. Es preferible la propaganda de ahora a la violencia de entonces (y ya en esos años, la cosa estaba más moderada, dice bien), pero aunque los monos se vistan de frac, monos se quedan, que no sé ahora mismo si eso dice el refrán o acabo de inventármelo.

Con mucho afecto, un abrazo.

la aguja dijo...

Humm... Puñetas, deberías haber adaptado el lenguaje al contexto actual...

- Piedragordanos y piedragordanas todos y todas

se diría hoy en día...

Te animo a que cuarenta años después escribas la segunda parte del cuento con lo que te propone Freixo. Juicio sumarísimo por atomatear al "señó menistro".

Juan Puñetas dijo...

He mantenido prácticamente todo el original, excepto la supresión de algunas redundancias, algunas faltillas de ortografía (córcholis, eran unos diez u once añitos) y aligerar un poco el texto quitando alguna cosa que ahora quedaría muy "camp" (palabreja que ya no se usa pero que hubo un tiempo entonces o algo después en que se decía a todas horas, equivaliendo a "antiguo" o "pasado de moda").

Si le llegan a decir a mi profe de Lengua y Literatura del Bachillerato (al que siempre agradeceré que me diera alas en ésto de escribir, y eso que para la inmensa mayoría era un hueso de tomo y lomo) que llegaría un día en que el personal destrozaría el lenguaje (incluyendo a las cabezas de chorlito que gobiernan), seguro que se hubiera creído objeto de una burla. ¡Qué bajo hemos caído, amigo, y más que vamos a caer, hasta llegar a la Idiocracia!